La memoria de un l¨ªrico
En el Diccionario de uso del espa?ol de Mar¨ªa Moliner se define la palabra homenaje como 'demostraci¨®n de admiraci¨®n, respeto o veneraci¨®n a alguien'. Un homenaje es, en primer lugar, un acto de identificaci¨®n con algo; el del Teatro Real lo era con la memoria de Alfredo Kraus.El tenor canario es un caso singular de la historia de la l¨ªrica. Su fidelidad a un sentido de la pureza del canto, su alejamiento o arrinconamiento de los circuitos comerciales, su l¨ªnea exquisita de canto cimentada en un soporte t¨¦cnico impecable le han convertido en un ejemplo de comportamiento art¨ªstico. Su canto estilizado ha desembocado en un reconocimiento popular sorprendente, como se demostr¨® despu¨¦s de su fallecimiento. Los seguidores de Kraus han llevado su admiraci¨®n a una especie de culto que roza la veneraci¨®n.
Por ello como m¨ªnimo es peligroso plantear un homenaje a Kraus desde el modelo opuesto de comportamiento art¨ªstico. Pl¨¢cido Domingo o Luciano Pavarotti, son, qui¨¦n lo duda, extraordinarios tenores, pero no han comulgado nunca con el esp¨ªritu de Kraus. Domingo puede venir al acto-homenaje despu¨¦s de una actuaci¨®n oper¨ªstica en Madrid el d¨ªa anterior y tras haber ensayado Tosca el mismo d¨ªa en Roma. Kraus dosificaba cada esfuerzo como un monje para estar en condiciones f¨ªsicas perfectas en el momento de sus comparecencias p¨²blicas. Hay una diferencia esencial entre los tenores populistas y el tenor perfeccionista. Lo que no todos esperaban es que el tenor perfeccionista tocase el coraz¨®n de muchos aficionados desde su apariencia distante y calculadora, pero detr¨¢s de la que se ocultaba una enorme generosidad y entrega.
Pavarotti pudo sentir una indisposici¨®n de ¨²ltima hora. El p¨²blico krausista se lo tom¨® como un desprecio, porque el tenor de M¨®dena nunca ha sentido un aprecio especial hacia el canario. Era la gota que colmaba el vaso. Fue significativa la ovaci¨®n con que se recibi¨® a Aragall, cercano a Kraus, y sintom¨¢tico que no se silbasen las ausencias de Bayo y Vargas. Y es comprensible que Domingo estuviese bajo sospecha, m¨¢s cuando la fecha del homenaje parec¨ªa estar a su medida, y no estaban en el acto imprescindibles en la vida de Kraus como Freni, Scotto, Gruberova, Berganza y otros. El Real pudo tener mala suerte con las cancelaciones, pero hab¨ªa un error de base en el planteamiento y falt¨® una pol¨ªtica transparente de comunicaci¨®n. Actu¨® desde la soberbia y no desde la humildad.
Kraus ha demostrado que sigue reinando. Que el p¨²blico se rebele y manifieste sus opiniones con pasi¨®n por un modelo art¨ªstico no es para inquietarse, sino todo lo contrario. Demostr¨® que el arte l¨ªrico est¨¢ vivo. En medio de las convulsiones y la violencia, pienso que este esc¨¢ndalo es un hecho positivo. Para el Real puede servir de elemento reflexivo para enfocar sus actos con menos frivolidad. Para la sociedad es una manifestaci¨®n de que el Real no es solamente un club de ¨¦lite, sino un santuario donde todav¨ªa hay quien puede morir de amor y rabia por un artista
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