Ehud Barak, el general pacificador
La suprema seguridad en s¨ª mismo de Ehud Barak -el nuevo primer ministro de Israel-, rayana en la arrogancia, se ha convertido en la principal caracter¨ªstica de sus cinco primeros meses de mandato. Con sus cortos brazos tranquilamente cruzados sobre el pecho, Barak, de 57 a?os y que procede de un kibutz, se ha ganado fama de ser el tipo m¨¢s duro de toda la naci¨®n. Impone las leyes, y no suele pesta?ear al hacerlo.Durante su campa?a electoral mostr¨® cierta torpeza, pero ahora ha pasado a una especie de calma zen, la tranquila suficiencia del poder.
El ni?o regordete, el gracioso del instituto cuya facilidad para abrir cerraduras le permiti¨® ser admitido en una unidad especial del Ej¨¦rcito israel¨ª, el cerebro antiterrorista, el pol¨ªtico reci¨¦n nacido de quien la gente dec¨ªa que nunca iba a lograr despegar, ahora, es primer ministro, y ya no necesita besar a m¨¢s beb¨¦s ni rabinos.
Con una fe inquebrantable en su br¨²jula interior, Barak ha intentado guiar a todo un pa¨ªs por su f¨¦rreo instinto. Durante varias crisis menores, ¨¦l se ha mantenido firme en su postura, incluso cuando eso le ha salido caro. Ha insistido repetidamente, y con cierto paternalismo, en que hay que confiar en ¨¦l y hay que tener paciencia. Es evidente que Barak se considera un pastor que tiene que conducir su reba?o a trav¨¦s de terrenos pedregosos para llegar a pastos m¨¢s verdes.
Invoca el ejemplo de su h¨¦roe, David Ben Gurion, el padre fundador de Israel, al que llama "el jud¨ªo m¨¢s importante de este milenio". "Sol¨ªa decir: "No s¨¦ lo que quiere la gente, pero s¨ª s¨¦ lo que necesita el pueblo de Israel", cuenta Barak con admiraci¨®n.
Como general, de Barak se dec¨ªa que era "hombre de un solo objetivo", y como primer ministro, ese objetivo ha sido la paz. Es lo que, a su juicio, necesita el pueblo.
Una semana despu¨¦s de llegar al cargo, emprendi¨® un torbellino de reuniones diplom¨¢ticas durante el que propuso varios plazos de lo m¨¢s audaz, para algunos incluso ilusorios: el mes de febrero para tener el marco de un acuerdo definitivo de paz con los palestinos, julio para la retirada de tropas de L¨ªbano, septiembre para la paz permanente entre israel¨ªes y palestinos.
Con cierto tono apocal¨ªptico, Barak afirma que nos encontramos en una encrucijada cr¨ªtica en la que, o bien se logra una paz definitiva, o comenzar¨¢ otra oleada de violencia. "Y entonces enterraremos a nuestras v¨ªctimas, y ellos enterrar¨¢n a las suyas, y una generaci¨®n despu¨¦s volveremos a sentarnos para discutir la misma geograf¨ªa, la misma demograf¨ªa y los mismos problemas".
No obstante, incluso con esa posible amenaza, los plazos suscitaron esperanzas. Tras 100 a?os de conflicto, ?de verdad ser¨ªa posible conseguir todo as¨ª, s¨®lo porque lo dijera un nuevo y decidido primer ministro?
Barak dej¨® claras las consecuencias que ello implicaba: las cuestiones de pol¨ªtica nacional que hab¨ªan constituido el centro de su campa?a -empleo, educaci¨®n- iban a quedar relegadas. El conflicto entre los israel¨ªes religiosos, con su sue?o de una teocracia, y los laicos, con su lucha para fortalezar la democracia, tendr¨ªa que calmarse.
La paz, insist¨ªa, es el requisito previo indispensable para todo, sobre todo para el crecimiento econ¨®mico.
Su m¨¦todo, dec¨ªa, era parecido a hacer un puzzle, cuya imagen s¨®lo se ve clara cuando est¨¢ terminado: hablo en serio, y lo que digo lo hago. Tened fe en m¨ª.
Hasta los m¨¢s esc¨¦pticos le han elogiado por transformar lo que hab¨ªa llegado a ser una cultura pol¨ªtica y diplom¨¢tica de doble juego. Una cultura que, durante el Gobierno de su predecesor, el derechista Benjam¨ªn Netanyahu, pareci¨® convertirse casi en una caracter¨ªstica nacional. Netanyahu consigui¨® irritar a tantos israel¨ªes -y a tantos norteamericanos, y a tantos europeos, y a tantos ¨¢rabes- que no era muy dif¨ªcil hacerlo mejor que ¨¦l.
Yasir Arafat, que mantiene sus cautelas respecto a Barak, ha notado el cambio de estilo.
"Arafat me ha dicho que Barak es dugri, dugri, muy directo", explica el ministro de Justicia israel¨ª, Yossi Beilin. "S¨ª quiere decir s¨ª, y no quiere decir no".
Pero la franqueza no lo es todo. Durante los primeros meses, los israel¨ªes se mostraron dispuestos a concederle cierto cr¨¦dito o a olvidarse de sus otras exigencias. Barak flotaba sobre el enorme suspiro colectivo de alivio al ver que Netanyahu se hab¨ªa ido. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo sin que los avances hacia la paz fueran tan r¨¢pidos como se esperaba, empezaron a surgir la duda y la ansiedad.
Esta confianza en s¨ª mismo, ?cu¨¢nto tiene de dotes de mando y cu¨¢nto de farol o incluso soberbia? ?sa ser¨ªa la pregunta preocupada que se han hecho los israel¨ªes a lo largo de sus primeros meses en el puesto.
Mientras tanto, durante varios meses, los Barak intentaron mantener en su vida hogare?a las cenas tradicionales de los viernes y pasar muy poco a poco a su nueva vida y todo lo que implicaba. Pero cada vez era menos pr¨¢ctico quedarse en casa, con una falange de agentes de seguridad para proteger el pollo asado, y las veladas, de todas formas, hab¨ªan perdido parte de su bulliciosa intimidad.
El primer fin de semana que pasaron en la residencia oficial del primer ministro, a finales de octubre, se encuentran con ellos dos de sus tres hijas. Anat, una joven soldado de 18 a?os que tiene permiso de fin de semana, practica algo de Chopin en el piano que Barak llama, en su ingl¨¦s de fuerte acento, "el Shteinway nacional".
El primer ministro pasea por el sal¨®n en chanclas y una camiseta vieja de Banana Republic. "Toca mucho mejor que yo", dice mientras mira el piano con cierta envidia.
En el clan familiar de Barak, la pretenciosidad est¨¢ mal vista. Como dice su hermano menor, Avionam Brog, la familia considera que tiene el deber de que "no se le suba todo a la cabeza... ni a ¨¦l ni a nosotros". La madre, Esther, de 85 a?os, sigue doblando ropa en la lavander¨ªa de su kibutz.
"Nosotros hemos conocido al ni?o, y seguimos vi¨¦ndolo en el hombre", explica Brog, que es psic¨®logo experto en mercadotecnia (el primer ministro, como muchos israel¨ªes, hebraiz¨® su apellido). "Aquel ni?o no era brillante; era introvertido; no ten¨ªa gran fortaleza f¨ªsica. ?Pod¨ªamos ver en ¨¦l a un futuro dirigente? No. Qu¨¦ va. Pens¨¢bamos que no pod¨ªa ni trepar a un ¨¢rbol, as¨ª que mucho menos alcanzar la cima de la pir¨¢mide del poder".
En la mesa del sal¨®n hay una caja de plata del alcalde de Nueva York, Rudolph W.Giuliani, -que, al parecer, se dej¨® Netanyahu- y otra del rey Hussein de Jordania. En las paredes cuelgan paisajes israel¨ªes y naturalezas muertas, cuadros prestados por el Museo de Israel.
Barak regresa con su acostumbrada camisa de vestir azul oscuro, sin corbata, y se retira a su estudio. En ¨¦l se ven fotograf¨ªas suyas con uniforme y pistola.
La pistola ocupa un lugar destacado encima de una estanter¨ªa. Fue un regalo de su patrulla del cuerpo de ¨¦lite, conocida sencillamente como "la unidad". El arma, un trofeo obtenido en una operaci¨®n militar, apareci¨® debajo de la almohada de un l¨ªder terrorista shi¨ª, Mustaf¨¢ Dirani, apresado en su casa del interior de L¨ªbano, en 1994.
Barak dice que la pistola es un recuerdo de que en la paz intervienen enemigos, que se construye sobre "recuerdos de sangre y sufrimiento".
Para Barak, hasta la pacificaci¨®n se define mejor con lenguaje militar, porque representa el final de un proceso continuado que comienza con la guerra. "Es como estar en combate" explica. "Hay un momento en el que uno empieza a atacar y, a partir de entonces, ya no se detiene hasta llegar al objetivo. En un momento determinado hay que avanzar, avanzar sin detenerse, enfrentarse con decisi¨®n a los problemas e intentar colaborar para eliminar los obst¨¢culos o rodearlos".
Los soldados de Barak le regalaron la pistola en esta misma casa, entonces residencia del primer ministro Isaac Rabin, cuando Barak entreg¨® su boina y se retir¨® de su puesto de jefe de Estado Mayor en 1995. Aquel d¨ªa, Barak les entretuvo tocando obras de Bach en un piano que llevaba varios decenios desafinado.
"Tres a?os despu¨¦s, cuando me preguntaron por qu¨¦ me presentaba como candidato a primer ministro, contest¨¦ en broma que quer¨ªa tener la posibilidad de arreglar el Shteinway".
Barak toca pocas veces en p¨²blico. En uno de los momentos finales de su campa?a, los encargados de dirigirla planearon un recital cl¨¢sico ante ancianos de origen ruso para humanizar a un candidato que parec¨ªa r¨ªgido y ausente. Pero en cuanto llevaron el piano a un escenario, orden¨® que volvieran a guardarlo.
Sus ayudantes no volvieron a pedirle que tocara, y ¨¦l nunca se ha ofrecido. As¨ª que los dos portavoces de Barak se quedan muy sorprendidos cuando, al final de la conversaci¨®n, se detiene en el piano. Se sienta, calienta las manos y empieza una breve interpretaci¨®n. Su rostro se ve invadido por una serenidad genuina y despu¨¦s una especie de arrebato, mientras la Polonesa Militar n¨²mero 3 de Chopin resuena en la casa. En una ocasi¨®n se le traban los dedos y ¨¦l frunce el ce?o.
Al acabar, parece avergonzado. Sonr¨ªe y sale de la habitaci¨®n. Tiene que hacer las maletas para ir a Oslo, a una reuni¨®n trilateral con Arafat y el presidente Clinton, adem¨¢s de un servicio en memoria de Rabin.
Barak asumi¨® su nuevo cargo, literalmente, sobre el fondo del rostro paternal de Rabin, y aquello dej¨® una impresi¨®n indeleble: el difunto primer ministro iba a estar presente, sobrevolando sus actos, y ser¨ªa al mismo tiempo una fuente de fuerza y un triste recuerdo de que las cosas pod¨ªan estropearse.
El d¨ªa de las elecciones, poco antes de medianoche, miles de personas acudieron espont¨¢neamente a la plaza que lleva el nombre de Rabin en Tel Aviv, el lugar donde el difunto primer ministro muri¨® asesinado y en el que colgaban enormes pancartas con su retrato. Fue una demostraci¨®n de emociones que enviaba se?ales ambivalentes al nuevo primer ministro.
Era, al mismo tiempo, la bienvenida a Barak y una fiesta por haberse deshecho de Netanyahu, pero adem¨¢s se convirti¨® en un servicio en memoria de Rabin, con sus velas en recuerdo del difunto sostenidas en vasos de cristal. El mensaje estaba claro: Barak, que se hab¨ªa presentado durante la campa?a como heredero de Rabin, se encontraba ante la tarea de compensar su asesinato. Ello significaba, no s¨®lo seguir adelante con el intento de lograr la paz, sino tambi¨¦n conseguir que Israel sanara de las heridas internas causadas por su muerte.
Barak acept¨®, encantado, echarse sobre los hombros el manto del legado de Rabin. El general convertido en pacificador, el halc¨®n vuelto paloma, se present¨® ante Arafat como sucesor de Rabin.
Y cuando se dirige a la naci¨®n en momentos dif¨ªciles -como, por ejemplo, despu¨¦s de una peque?a explosi¨®n terrorista el pasado noviembre-, pide que la c¨¢mara le enfoque en un ¨¢ngulo que deje bien visible el retrato de Rabin presente en su despacho.
El manto puede ser pesado. Aunque Barak asegura que no tiene miedo a seguir los pasos de Rabin, su mujer teme por ¨¦l. Una noche del pasado oto?o, cuando sus agentes del servicio secreto le prohibieron que hablara ante la multitud en la plaza Rabin, Barak les desobedeci¨® y subi¨® al estrado.
Nava Barak estaba detr¨¢s de ¨¦l, con una sonrisa radiante, mientras le corr¨ªan las l¨¢grimas por el rostro.
"Estaba feliz por ¨¦l, pero tengo que decir que tambi¨¦n ten¨ªa miedo", explica. "La vida de mi marido est¨¢ amenazada, y s¨¦ que las amenazas son reales. Y proceden de extremistas jud¨ªos. Intento no tenerlo en cuenta".
La gente dice que Barak no es buen orador, que no es ning¨²n Rabin. Sin embargo, con toda su tosquedad, el primer ministro puede ser muy conmovedor. Su voz sube y baja, se rompe, tartamudea y se interrumpe. Sus discursos pol¨ªticos oscilan entre lo atrofiado y lo prolijo, pero hace unos paneg¨ªricos excelentes.
A finales de octubre, mientras asist¨ªa a su primer servicio conmemorativo en recuerdo de su mentor, en una ¨¦poca cargada de ellos, Barak se acerc¨® a la tumba en el monte Herzl con paso r¨ªgido, coartado por un inc¨®modo accesorio unido a su legado: un chaleco a prueba de balas bajo el traje oscuro. Las llamas de la antorcha funeraria chisporroteaban al viento.
Con actitud militar, Barak se aproxim¨® a la tumba de Rabin y salud¨® de forma casi imperceptible. Una vez all¨ª, enderez¨® los hombros y mir¨® la tumba como si, por un instante, estuviera midi¨¦ndose a s¨ª mismo.
"Hace mucho tiempo, ¨¦l me observaba desde el puesto de mando, durante las numerosas operaciones especiales tras lo que entonces eran l¨ªneas enemigas", explica Barak en su residencia una semana despu¨¦s. "Intentaba asegurarse de que aquel joven teniente no llevara a todo el pa¨ªs a una cat¨¢strofe. Eso crea una especie de relaci¨®n personal. M¨¢s adelante, cuando a¨²n no hac¨ªa 100 d¨ªas que yo hab¨ªa dejado el uniforme, me llam¨® a Washington, donde me encontraba gracias a una beca en un gabinete estrat¨¦gico. Me dijo que me incorporase a la pol¨ªtica. Le respond¨ª que hab¨ªa barreras legales; se supon¨ªa que deb¨ªa pasar un periodo de enfriamiento. Le pregunt¨¦ por qu¨¦ era tan urgente. Me dijo: en la vida pol¨ªtica, uno nunca sabe qu¨¦ va a ocurrir. Y lo que ocurri¨® fue que, cuatro meses despu¨¦s de que me invitase a su Gobierno, muri¨® asesinado".
Barak contempl¨® un cementerio lleno de nombres demasiado conocidos y concluy¨®, dirigi¨¦ndose a "Yitzhak" y pr¨¢cticamente en un susurro: "S¨®lo alguien que se ha visto privado de sus amigos m¨¢s ¨ªntimos puede entendernos".
A la semana siguiente, Barak dijo: "Durante tres a?os hemos conmemorado su asesinato con sentimientos contradictorios. Porque nos daba la impresi¨®n de que el asesino, pr¨¢cticamente, hab¨ªa ganado. Hab¨ªa conseguido eliminar a Rabin, cambiar el Gobierno y alterar la pol¨ªtica de paz. S¨®lo en esta ocasi¨®n ha habido un sentimiento de alivio".
Barak se ha mantenido, en gran parte, lejos de los focos. No se dedica a ninguna de las ruidosas y estridentes extravagancias de Netanyahu, que se pavoneaba por la escena nacional azuzando a su p¨²blico mientras hac¨ªa comentarios incesantes sobre su propia actuaci¨®n y, al mismo tiempo, arremet¨ªa contra sus cr¨ªticos.
Muchas de las cosas que hace Barak son discret¨ªsimas, como las notas -a veces elogiosas, a veces cr¨ªticas- que pasa a sus ministros durante las sesiones del Gabinete.
Barak no concedi¨® ninguna entrevista a la televisi¨®n hasta cumplir los 100 d¨ªas de mandato, y entonces se enred¨® con el micr¨®fono y present¨® sus argumentos b¨¢sicos.
"No es precisamente Bergman", declar¨® Barak sobre la televisi¨®n israel¨ª. "En mi puesto, vivo con cierta sensaci¨®n de urgencia, de que es necesario no perder tiempo. Por eso no me atrae estar all¨ª...".
La visi¨®n de Barak es tan amplia que, con frecuencia, se niega a dejarse atrapar por los peque?os problemas cotidianos. Para contrariedad de los periodistas, no se presta al toma y daca pol¨ªtico que siempre ha constituido el alimento de los medios israel¨ªes. Consigue mitigar el nivel de histeria de la sociedad de su pa¨ªs, pero los periodistas le califican de aburrido.
Avraham Burg, portavoz del Parlamento y uno de los miembros fundamentales del partido de Barak, dice que ha costado un poco acostumbrarse a la nueva tranquilidad.
"Con Netanyahu, si no nos despert¨¢bamos con 26 crisis, cinco investigaciones policiales y dos exclusivas por hora, el d¨ªa no val¨ªa la pena". Aunque, en opini¨®n de Burg, Barak va demasiado lejos. "Tiene uno de los procesadores m¨¢s r¨¢pidos de Oriente Pr¨®ximo aqu¨ª arriba", se toca la sien. "Lo malo es que, a veces, llega a una conclusi¨®n que nosotros, la gente sencilla con viejos procesadores 286, no podemos entender".
Desde luego, en una regi¨®n como ¨¦sta, puede ocurrir cualquier cosa que transforme la situaci¨®n en un segundo, desde un ataque terrorista asesino a la muerte inesperada de un anciano dirigente ¨¢rabe. Pero Barak prefiere olvidarse de las dudas y posibilidades alarmantes.
La duda es una forma de vida, un rasgo nacional en Israel. Barak est¨¢ acostumbrado a que duden de ¨¦l. Su propio padre, el mismo d¨ªa de la toma de posesi¨®n como l¨ªder de su pa¨ªs, reconoci¨® que ten¨ªa sus dudas de que su hijo, de 57 a?os, estuviera haciendo lo m¨¢s acertado.
"Siempre quise que fuera cient¨ªfico", explic¨® el anciano, mientras se encog¨ªa de hombros. Pero Barak, de todas formas, jur¨® su cargo.
Deborah Sontag es jefa de la oficina de The New York Times en Jerusal¨¦n. ? The New York Times.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.