El 2000 entre Aries y Piscis
"El paso de J¨²piter por su signo...". El hor¨®scopo del 2000. Predicciones para un a?o cargado de simbolismos, anunciadas en el suplemento semanal EP[S] del 26 de diciembre. Adem¨¢s se a?ade que los augurios sobre "salud, dinero y amor" son "para el cambio de milenio".Con esos ingredientes est¨¢ servido un c¨®ctel que para algunos resulta explosivo.
Enrique Mart¨ªn S¨¢nchez, Benito Mansilla, Jes¨²s Mar¨ªa L¨®pez Sotillo y Jos¨¦ Mar¨ªa Olalla siguen insistiendo en que el peri¨®dico no ha respetado el c¨®mputo matem¨¢tico y las p¨¢ginas se han plagado con menciones al nuevo milenio o al nuevo siglo.
A alguno no le ha gustado nada el editorial del domingo d¨ªa 26 en el que se hablaba del cambio de milenio, "discusiones bizantinas o acad¨¦micas aparte".
Todo est¨¢ suficientemente claro: la avalancha de celebraciones y el peso simb¨®lico del 2000 se han impuesto a la exactitud matem¨¢tica.
Pero Alfonso G¨®mez Borgo?oz ha centrado su protesta en el hor¨®scopo. Dice que en la primera p¨¢gina del suplemento semanal se anunciaba con gran relieve y que por ello era algo "de lectura recomendada".
L¨®pez Borgo?oz explica que hace dos o tres a?os escribi¨® al Defensor para preguntar por los hor¨®scopos que el peri¨®dico publica semanalmente. Se le respondi¨® entonces -y el actual Defensor tambi¨¦n lo ha hecho un par de veces en los ¨²ltimos meses, en carta privada- que el hor¨®scopo semanal se publica en la secci¨®n de pasatiempos, lo que indica a las claras el valor que el peri¨®dico otorga a estas predicciones.
Pero ahora el lector argumenta que los vaticinios del suplemento semanal, al quedar fuera de los pasatiempos, est¨¢n avalados por el peri¨®dico "con la misma credibilidad que el resto de los textos" del suplemento. "No deben eliminar los cuentos", a?ade, "pero se debe se?alar que son tales y por tales tenerlos".
Casi todos los peri¨®dicos publican hor¨®scopos con regularidad. A estas alturas parece evidente que se trata de un juego, de un valor entendido por la inmensa mayor¨ªa de los lectores.
En ning¨²n momento el peri¨®dico adjudica a tales predicciones ning¨²n valor cient¨ªfico.
Pero los humanos gustamos de estos juegos. Tan pasatiempo es el hor¨®scopo semanal como el que con gran despliegue se public¨® en el suplemento la ¨²ltima semana del a?o 1999.
Luego, el sentido com¨²n de cada cual sit¨²a la predicci¨®n en el punto justo de sus anhelos y de sus convicciones.
Los hor¨®scopos, como los sue?os, como las supersticiones, tienen exactamente el valor que cada cual quiere otorgarles.Incluso parece saludable proponer un juego que espolee la imaginaci¨®n y la fantas¨ªa.
Navidad muy personal
El martes d¨ªa 4, Rosa Montero dedic¨® la columna de opini¨®n que semanalmente escribe en la ¨²ltima p¨¢gina del peri¨®dico a denunciar, con el t¨ªtulo Navidad, el trato clasista que, en la sociedad del consumo, se dispensa a algunos ciudadanos en determinados establecimientos.
Nada que objetar, si no fuese porque la mitad del texto estaba dedicado a denunciar el supuesto trato desde?oso que la propia periodista y una amiga suya recibieron en una joyer¨ªa de una urbanizaci¨®n y que se describ¨ªa como "una zona cara y pija de Madrid".
Todo ello con el nombre concreto de la joyer¨ªa y la acusaci¨®n contra el vendedor que, seg¨²n se relataba, emple¨® actitudes groseras para la columnista y su amiga, al suponer que no ten¨ªan suficiente poder adquisitivo para hacerse con cualquiera de las joyas del local.
El Defensor no duda de la veracidad del relato. Lo preocupante es que un suceso estrictamente privado se convierta en denuncia personalizadaTrascender de la an¨¦cdota a la categor¨ªa es un ejercicio intelectual leg¨ªtimo. Denunciar un trato de ribetes clasistas, tambi¨¦n.
Utilizar el malhumor que una actuaci¨®n incorrecta haya podido producir para descargar la denuncia de modo individualizado, tiene un inevitable tinte de revancha personal.
La categor¨ªa general de la denuncia queda minimizada hasta la mera an¨¦cdota vivida por la periodista: algo que, lejos de elevarse sobre el suceso concreto, para ejemplificar, suena a preocupante ajuste de cuentas.
Cualquier espacio del peri¨®dico supone una parcela para ejercer la libertad de expresi¨®n. Una columna de opini¨®n situada, adem¨¢s, en la ¨²ltima p¨¢gina del peri¨®dico es un privilegio que el buen sentido del periodista debe administrar con exquisito cuidado.
Rosa Montero ha explicado que "jam¨¢s" utiliza en sus columnas "cuestiones personales", pero que, en esta ocasi¨®n, crey¨® que ten¨ªa "valor de denuncia" y que el texto "no tendr¨ªa la misma fuerza sin citar el nombre concreto del establecimiento".
Admite que puede estar equivocada, pero insiste en que no actu¨® llevada "de un arrebato", sino deliberadamente, para denunciar "un trato infame del que pueden ser v¨ªctimas otras personas".
Si el texto quer¨ªa tener alguna pretensi¨®n informativa para advertir a otros clientes, era obligado hablar con el vendedor y darle la oportunidad de explicarse. Eso nunca ser¨ªa una columna de opini¨®n.
Embutir esa supuesta informaci¨®n en un texto opinativo suena, aun sin quererlo, a "te vas a enterar". Habr¨ªa que evitar hasta el eco de un sonido tan peligroso para un peri¨®dico y para sus lectores.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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