Kant, el otxote y el ornitorrinco
JAVIER MINA
Hay un otxote pol¨ªtico de corte oriundo y enraizado que tiene fichados a los Tres Tenores, s¨®lo que muy rara vez les hace actuar en tr¨ªo, siendo lo m¨¢s frecuente que alternen, en solo, arias y cavatinas. Pongamos que Carreras -la verdadera identidad del partiquino no hace al caso porque se hablar¨¢ aqu¨ª de metaf¨ªsica y no de pol¨ªtica- diga que los actos de violencia son muy condenables -y los condena-, pero que ¨²nicamente sirven para dar argumentos a quienes "dicen que el proceso de paz es un camelo". Detr¨¢s de esta frase tan inocente se esconde todo un tratado que hubiera hecho las delicias del mism¨ªsimo Arist¨®teles, porque da carta de naturaleza a una entelequia que, desde luego, tiene nombre de Kafka: el proceso.
En efecto, de un lado y a tenor de nuestro Carreras, se encuentra el ente, y del otro, como cosas distintas de ¨¦l, ciertas con-tingencias despreciables, a saber, ciertos muchachos que practi-can la violencia y ciertos oportunistas que aprovechan la menor para meterse con el ente. Pero esto s¨®lo se sostiene desde la me-taf¨ªsica, porque tanto los cr¨ªticos con la manera de llevar el proceso -pero m¨¢s con la manera de entenderlo-, como los fervientes practicantes de la kale borroka, cuyas actuaciones superaron en 1999 los d¨ªas que tuvo el a?o y fueron tan denodadas que no se han producido muertes de milagro (?acaso le llamar¨¢n terrorismo de baja intensidad por eso, por la chiripa, para distinguirlo del de alta intensidad que busca matar y a veces no mata tambi¨¦n de chiripa?), forman parte del propio proceso. Proceso quiere decir avanzar (y retroceder) superando obst¨¢culos hasta conse-guir el fin propuesto con la particularidad de que los agentes, los fines, los obst¨¢culos y los me-dios empleados para superarlos constituyen el propio proceso. Sin olvidar el detalle de que en los asuntos de los humanos las fuerzas de avance, retroceso, alianza y oposici¨®n est¨¢n consti-tuidas por seres humanos, o sea por seres imprevisibles, tercos, volubles, contradictorios e incluso cr¨¦dulos, tanto que pueden imaginar procesos fuera del espacio, del tiempo y de los humanos.
Dice Umberto Eco en Kant y el ornitorrinco: "El ser es antes incluso de que se hable de ¨¦l. Podemos transformarlo de evidencia forzosa en un problema (que aguarda respuesta) s¨®lo en tanto que hablamos de ¨¦l". De ah¨ª que para evitar que el ente se convierta en un quebradero de cabeza, nuestro otxote metaf¨ªsico decida no hablar de ¨¦l: el proceso est¨¢ ah¨ª, luminoso en su pureza ¨®ntica; predicar algo de ¨¦l no har¨ªa sino menoscabarlo. Subsumidos en la alt¨ªsima contemplaci¨®n del ser, menospreciar¨ªan los accidentes que le son ajenos, es decir, cuanto para cualquiera no afectado de calentones metaf¨ªsicos supone la realidad. Embriagados de metarrealidad no pueden entender ni que haya otra (en la que sus delirios apenas constituyen un par¨¢metro m¨¢s) ni que vivan completamente despegados de ella. Por eso pueden acusar a cualquiera de vivir en otra realidad, como ha hecho Pl¨¢cido Domingo con cierta bestia negra suya: "Tendr¨¢ raz¨®n en todos los escenarios porque si uno se inventa la realidad a su antojo, todas las circunstancias le valen".
Lo que nos lleva a una situaci¨®n muy pintoresca descrita hace 23 siglos por el pensador tao¨ªsta Chuang Tzu, que paseando junto al r¨ªo indic¨® a su disc¨ªpulo que contemplara con qu¨¦ libertad saltaban los peces, porque ¨¦sa era su felicidad. El disc¨ªpulo repuso: "Si no eres pez, ?c¨®mo sabes qu¨¦ les hace felices?". El maestro arguy¨®: "Si t¨² no eres yo, ?c¨®mo sabes que no s¨¦ el motivo de la felicidad de los peces?". Y el disc¨ªpulo: "Si yo, no siendo t¨², no puedo saber lo que t¨² sabes, se sigue que t¨², no siendo pez, no puedes saber lo que ellos saben". Chuang Tzu propuso que regresaran a la pregunta inicial y remat¨®: "Por la forma de tu pregunta sabes que yo s¨¦ lo que hace felices a los peces. Conozco el gozo de los peces en el r¨ªo por el gozo que siento al caminar junto al mismo r¨ªo".
M¨¢s vale que, a diferencia del cuento, los peces y posiblemente los ornitorrincos est¨¢n aqu¨ª dotados de raz¨®n bastante como para saber que su felicidad no depende de tragarse el anzuelo.
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