El f¨²tbol se deshumaniza
De forma irremediable, el f¨²tbol va ganando forma como producto de cosumo y perdiendo sentido como juego. Ha dejado de ser ya un sentimiento, irracional si se quiere, que se heredaba de padres a hijos con tal esclavitud que uno pod¨ªa cambiar de todo menos de club. La transformaci¨®n ha actuado en favor de la matem¨¢tica y en perjuicio de la ¨¦pica. El telespectador es m¨¢s importante que el hincha, de tal manera que el factor social ya no act¨²a como inductor o corrector de las decisiones de los consejos de administraci¨®n o de las directivas que quedan.La figura del presidente, del entrenador, del jugador y tambi¨¦n del periodista de club deja de tener sentido porque la empresa ha devorado al propio club, circunstancia que favorece actitudes como la de Lopera con la plantilla del Betis. El presidente se siente legitimado para encerrar o liberar a la plantilla en funci¨®n de los resultados. Los jugadores discrepan al tiempo que acatan la orden por entender que no tienen capacidad para cambiarla.
El peso del futbolista en el vestuario ha disminuido en la misma medida que el entrenador se ha convertido m¨¢s en un jefe de recursos humanos que en un aliado del plantel. Hoy resulta dif¨ªcil imaginarse una situaci¨®n como la que se produjo en el Camp Nou cuando Luis Aragon¨¦s se ali¨® con los jugadores para pedir la dimisi¨®n de N¨²?ez en el mot¨ªn del Hesperia. Resultan m¨¢s entendibles otras posiciones como asumir que Amunike no pueda entrenarse con el primer equipo azulgrana por un asunto administrativo o que Lopera disponga una concentraci¨®n que disgusta a los jugadores. En alg¨²n equipo se ha llegado al extremo de que el capit¨¢n ya no lo elige el plantel sino que lo designa el entrenador.
La mercantilizaci¨®n del f¨²tbol ha aumentado el egoismo del jugador, que hoy ya no se enfrenta al amo o discute con los compa?eros la estrategia sindical sino que descarga su valent¨ªa hacia otros sectores como la prensa. El ¨²ltimo ejemplo es Ra¨²l, que culpa a los periodistas de enga?ar a la gente. Decisivo y admirado en la cancha, la actitud del jugador es discutible fuera del campo.
Los jugadores han perdido fuerza como colectivo a cambio de mejorar su hoja de salarios. No tienen incidencia en la configuraci¨®n del calendario, pese a que les programan hasta 70 partidos por curso, y se conforman con pactar las vacaciones. La deshumanizaci¨®n del f¨²tbol afecta de forma especial a los jugadores y a los ¨¢rbitros, colectivo que entiende que la profesionalizaci¨®n pasa por cambiarse la indumentaria y protegerse con un cuarto colegiado que enreda m¨¢s que ayuda el desarrollo del juego.
Desfasados los ¨¢rbitros, confundidos los jugadores, demonizados o inmortalizados los periodistas y convertido el hincha en sujeto pasivo, al f¨²tbol le queda el patr¨®n como amo del juego. El socio ha dejado de ser el due?o y el protagonismo del aficionado se ha rebajado tanto que llegar¨¢ un d¨ªa en que los presidentes paguen dinero a la gente por ir el estadio, una manera de asegurarse la docilidad tambi¨¦n del aficionado.
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