Derecha al dictado
Falta de legitimidad hist¨®rica, la derecha espa?ola se ali¨® con antiguos izquierdistas de distinta andadura para no parecer hip¨®crita en su campa?a contra la corrupci¨®n y el resto de desmanes felipistas. De ah¨ª naci¨® una especie de tutela moral de los intelectuales que ha tenido sus ¨²ltimos episodios en el caso Pinochet y el consenso, luego roto, con el que se elabor¨® la Ley de Extranjer¨ªa. Exist¨ªan unos restos de moral p¨²blica, abandonados por el PSOE, que el PP s¨®lo pod¨ªa administrar a precario. La intelectualidad de izquierdas, leg¨ªtima propietaria de estos jirones, los arrend¨® al PP. Tampoco hab¨ªa donde escoger.De todos modos impuso un pliego de cl¨¢usulas que se resumen en dos: mantendr¨¢s las manos limpias y gobernar¨¢s en lo posible como si fueras de izquierdas. El apoyo parlamentario de CiU fue aprobado como una garant¨ªa contra unos temibles excesos que a la postre no se han producido. En el tema m¨¢s peliagudo, que es el vasco, Mayor Oreja ha cumplido a pies juntillas, y de muy buen grado, el encargo del club de los intelectuales: duro con ellos y ?ay de quien ose ceder un solo palmo pol¨ªtico! Por m¨¢s que Javier Tusell insista en recordar que este Gobierno no es de centro -y no digo que no tenga raz¨®n-, lo cierto es que en la mayor¨ªa de ¨¢reas se ha comportado como si fuera de centro izquierda. En otras, no ha pasado de una inoperancia que nadie se ha ocupado en destacar. A la hora de los reproches y dejando a un lado ret¨®ricas y demagogias, casi todo se ha quedado en las excesivas ganancias de los directivos de Telef¨®nica.
Al llegar la hora de renovar el contrato, parece que el club de los bienpensantes lo quiera calibrar dos veces. El recelo es comprensible: si tras el doberman ha gobernado la Caperucita, bien pudiera ser que pronto asomaran los colmillos lobunos. Y que luego no pudieran hacer nada para evitar que se comiera a la abuela. La derecha necesitaba el salvoconducto para ganar. Pero una cosa es conquistar el poder y otra muy distinta mantenerse en ¨¦l. Por otra parte, nadie garantiza que un ligero aumento en marzo sea el pr¨®logo de una era PP y no el anuncio de su final. As¨ª que mejor apartarse un poquito, aunque no demasiado, no vaya a ser que Aznar se destape y se quiera tutelar sin maestro apuntador.
El meollo de estas elecciones est¨¢ en la relaci¨®n de la mencionada intelectualidad con el PSOE -si aceptamos, claro, la premisa de que en un pa¨ªs de izquierda recalcitrante como Espa?a, es casi un milagro que gobierne la derecha, por bien que gobernara. Aznar tiene las de ganar porque los trapos socialista salen de la lavadora con impresentables manchas. Ya que la moral p¨²blica prescrib¨ªa -a todas luces y no s¨®lo a las del club- un cambio de look, llamado renovaci¨®n, que no se ha producido, el PSOE debe someterse a un segundo lavado. Por lo menos. Sin embargo, una cosa es prescribir y otra que la prescripci¨®n surta efecto. ?Qu¨¦ caso hacen los electores de los intelectuales, por m¨¢s altavoces que se procuren, en un pa¨ªs en el que casi nadie lee? Pocos leen, s¨ª, pero todos escuchan. Aunque est¨¢ por evaluar la capacidad de convencimiento. ?Entonces? Lo importante es que los jefes del PSOE se contemplan en el espejo del club, so pena de tenerse que considerar c¨ªnicos. Y el espejo les repite la misma canci¨®n: con esa mugre est¨¢s impresentable. De ah¨ª que, por mucho pecho que saquen los Rubalcaba de turno, los socialistas se presenten con las orejas gachas y el rabo entre las piernas. Eso lo notan incluso los ni?os. Tanto, que si pierden, como parece, ser¨¢ por eso. Para ganar, tendr¨ªan que superarlo. Con un PSOE limpio y aseado, el PP no ganar¨ªa ni gobernando al dictado de la izquierda.
En Catalu?a, las cosas son distintas. Para empezar, el electorado local se abstiene de castigar aqu¨ª los pecadillos cometidos all¨ª. ?Alguien se imagina en otra parte una candidatura encabezada por dos dimisionarios, ex vicepresidente y ex candidato, v¨ªctimas de esc¨¢ndalos? Pues en Barcelona, pelillos a la mar. Los pocos catalanes que esperan colada blanca para votar al PSOE castigan al PSOE, no al PSC. Entre los votantes de Serra, unos ser¨¢n de Almunia, muchos de Maragall, los m¨¢s de Felipe, todos anti-PP, ninguno del propio Narc¨ªs. Pero ¨¦l es quien agranda y sostiene la cesta, lo que no deja de tener su m¨¦rito.
Los mimbres usados tienen or¨ªgenes diversos, pero nada se explicar¨ªa sin la deslegitimaci¨®n del PP en Catalu?a. Vidal-Quadras intent¨® legitimarlo poni¨¦ndose a la cabeza de un movimiento anticatalanista. En vista de que tal movimiento no arranca -m¨¢s bien al contrario, toma cuerpo un catalanismo alternativo liderado por Maragall-, la opci¨®n Piqu¨¦ queda confirmada. Piqu¨¦ es, adem¨¢s, la consecuencia l¨®gica de los ¨²ltimos cuatro a?os. ?D¨®nde se ha portado mejor el PP que en Catalu?a? Aqu¨ª s¨ª hemos gozado de una derecha que act¨²a al dictado del club (en este caso sociovergente). S¨®lo le falta ingresar, a su modo, en el otrora denostado consenso catal¨¢n. Observado en clave local, no anda demasiado lejos de ¨¦l. A poco que Piqu¨¦ mejore resultados, nuestro PP podr¨ªa acabar con un pie en el club de la tranquil¡¤litat i bons aliments que domina el panorama. Si no es que Aznar espa?olea demasiado durante demasiado tiempo, lo cual no es de prever.
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