La balsa de la revoluci¨®n
Tras muchas dudas y m¨²ltiples esbozos Th¨¦odore G¨¦ricault eligi¨® el momento que deb¨ªa reflejar su monumental cuadro: aquel en el que parec¨ªan desvanecerse las esperanzas de salvaci¨®n, aunque a lo lejos, perdida entre las olas, la min¨²scula silueta del buque Argus prometiera, todav¨ªa, la inminencia del rescate. En el primer t¨¦rmino, una figura melanc¨®lica permanece ajena a la acci¨®n mientras los cad¨¢veres se amontonan a su alrededor; en el extremo opuesto otras dos figuras agitan sus camisas hacia el horizonte. Pero el centro de la pintura est¨¢ ocupado por los supervivientes, obligadamente situados entre el horror, la resignaci¨®n y la espera.G¨¦ricault adivin¨® pronto que el naufragio del Medusa ante las costas de Senegal, escandaloso por las circunstancias de corrupci¨®n, torpeza y cobard¨ªa que se produjeron, era asimismo el naufragio de una ¨¦poca. En toda Europa se ley¨® con avidez el relato que el ingeniero Corr¨¦ard y el m¨¦dico Savigny, dos de los supervivientes, hicieron de lo ocurrido con la nave Medusa el 2 de julio de 1816 y, en especial, de las posteriores vicisitudes de los n¨¢ufragos a lo largo de 15 d¨ªas hasta que por fin, a la segunda oportunidad, fueron vislumbrados por el Argus. G¨¦ricault, asesorado por el propio Savigny, prefiri¨® pintar la primera oportunidad, fallida, del angustioso rescate. Nac¨ªa, as¨ª, tres a?os despu¨¦s, en 1819, una de las obras fundamentales de la pintura moderna, La balsa del 'Medusa', a la que acostumbramos a aludir con una acertada deformaci¨®n mitol¨®gica: la balsa de la Medusa.
A la Medusa que transforma a los hombres en piedras y al Medusa que los convierte en n¨¢ufragos hay que remontarse necesariamente si queremos abordar uno de los textos m¨¢s desmesurados y, tal vez, m¨¢s despiadados del siglo XX, cuya primera traducci¨®n completa acaba de llevar a cabo la peque?a editorial Hiru de Fuenterrab¨ªa: porque en esta Est¨¦tica de la resistencia, obra tremenda de Peter Weiss, novela y ensayo simult¨¢neamente, cr¨®nica y tratado, an¨¢lisis descarnado y doctrina ut¨®pica, nada queda al margen del pesado friso del tiempo y del continuo naufragio de la perfecci¨®n. Incluso quienes admiran al gran dramaturgo que fue Peter Weiss, que supo cruzar los espectros de Sade y Marat, y al vigoroso narrador de Adi¨®s a los padres o La sombra del cuerpo del cochero no podr¨¢n ocultar su perplejidad ante el marm¨®reo monumento edificado por Weiss.
En La est¨¦tica de la resistencia, como los hombres bajo la mirada de la Gorgona, tambi¨¦n el tiempo se petrifica y, con ¨¦l, los recuerdos y los pensamientos. Memorial, m¨¢s que memorias, en sus muros se han ido grabando, con una insistencia nada gratuita, los nombres que conforman el proyecto y la partida, la traves¨ªa y el naufragio. Las ilusiones compiten con los cad¨¢veres, aunque estos ¨²ltimos son los que finalmente cubren el escenario. En ning¨²n momento, sin embargo, dejamos de escuchar, en la lejan¨ªa, la m¨²sica de la revoluci¨®n, estridente al principio, casi obcecada despu¨¦s, cuando los sinsabores inclinan demasiado la balanza por el lado de la mentira y la derrota.
Peter Weiss, pese a todo, se obstina en su fe revolucionaria si bien no ignora, en absoluto, las pavorosas tinieblas liberadas por la revoluci¨®n. Es, parad¨®jicamente, una fe extremadamente racionalista, fr¨ªa, casi g¨¦lida: el bajorrelieve del siglo XX abre a los lectores llamaradas de hielo. El totalitarismo aniquila a los rebeldes y la enorme masa sin vida de la utop¨ªa cae sobre los ut¨®picos, aplast¨¢ndolos. Pero para Peter Weiss la revoluci¨®n posee la belleza necesaria para conmover pechos. No es un ingenuo: la contempla en el fondo del abismo.
La sinfon¨ªa de piedra, dura e implacable, revela, no obstante, hermosas melod¨ªas, como las que surgen de la evocaci¨®n de la Sagrada Familia en medio de las refriegas callejeras de la Barcelona de la guerra civil o de las esculturas del Museo P¨¦rgamo en el Berl¨ªn del delirio nacionalsocialista: melod¨ªa de piedra asimismo -las torres gaudinianas o las im¨¢genes cl¨¢sicas- que confirman la voracidad de un proceso que abarca la entera historia del hombre.
Con todo, en este memorial del siglo XX escrito por Peter Weiss, ninguna escena supera en fuerza a la que nos conduce a La balsa del 'Medusa', quiz¨¢ porque el mismo Weiss ve¨ªa en su texto un paralelismo con la escenograf¨ªa de G¨¦ricault. Tambi¨¦n La est¨¦tica de la resistencia es la descripci¨®n de un inmenso naufragio, aunque resisti¨¦ndose su autor a la renuncia definitiva, como si la revoluci¨®n, al igual que los n¨¢ufragos de la balsa ante el Argus, esperara una segunda oportunidad.
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