El d¨ªa del fin del mundo de este a?o
Ya tenemos la fecha, 5/5/2000. Tras sobrevivir al eclipse total de Sol del a?o pasado, al efecto 2000 del 1 ¨® del 3 de enero, los agoreros vuelven a regalarlos con una predicci¨®n apocal¨ªptica. De nada sirve que, hasta la fecha, todas hayan fallado (siendo la m¨¢s concluyente prueba que uno est¨¢ ahora, hoy, leyendo este peri¨®dico). Una y otra vez, nos anuncian que todo se acaba, sea por una causa o por otra.El del 5 de mayo es en cualquier caso llamativo. Porque presenta un escenario que, aparentemente, puede parecer cre¨ªble. Todos sabemos que la gravedad es la fuerza que act¨²a a modo de pegamento universal: nuestra Tierra orbita en torno al Sol debido a la atracci¨®n gravitatoria mutua, "proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia" como dec¨ªa aquella letan¨ªa de Isaac Newton. E igual hacen el resto de los planetas, la Luna en torno a la Tierra o una manzana que cae de un ¨¢rbol. Es f¨¢cil imaginarse esa flecha que representa la fuerza de atracci¨®n: una de la Tierra al Sol, otra (igual) del Sol a la Tierra; lo mismo con J¨²piter y el Sol, Marte, Venus o Saturno. Pero tambi¨¦n entre J¨²piter y la Tierra (m¨¢s peque?a), Marte y nosotros... Cientos de flechas para los planetas. Con esa idea de la fuerza de la gravedad, nuestro planeta est¨¢ sintiendo esos tirones de las flechas en muchas direcciones diferentes. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si un d¨ªa todos esos astros se pusieran alineados? ?No podr¨ªa ese "empuj¨®n coordinado" hacer que la Tierra perdiera su trayectoria, o que sufriera un cataclismo descomunal?
Pues algo as¨ª sucede el pr¨®ximo 5 de mayo... m¨¢s o menos. La alineaci¨®n no es completa, entre otras cosas porque no todos los astros visibles a simple vista (Luna, Sol, Mercurio, Venus, Marte, J¨²piter y Saturno) est¨¢n en el mismo plano: siempre estar¨¢n separados en el cielo. Adem¨¢s tampoco llegan a juntarse en el mismo punto de su ¨®rbita siquiera: hay que darles un margen, u orbe como se le suele llamar, de tolerancia. En este caso, de unos 26 grados (algo m¨¢s que lo que ocupa la mano extendida con el brazo extendido).
No podremos verlo, porque el Sol nos ocultar¨¢ esos astros, pero all¨¢ en el cielo tendremos a los siete magn¨ªficos exactamente a las 10:08 hora peninsular, una curiosa conjunci¨®n planetaria. ?Ser¨¢ lo ¨²ltimo que veamos?, ?ser¨¢n capaces esas fuerzas conjuntadas de hacernos llegar al fin del mundo? Si uno hubiera vivido en el siglo IV a.C. posiblemente se lo habr¨ªa cre¨ªdo: de esa fecha datan las primeras predicciones de que tales conjunciones predec¨ªan cat¨¢strofes. Ha pasado mucho tiempo, y varios siglos despu¨¦s de conocer la mec¨¢nica de la gravedad, parece que tales historias no deber¨ªan asustarnos. Porque en esa imagen que nos hac¨ªamos de flechas tirando de nuestro planeta olvidamos que todo es una situaci¨®n din¨¢mica: los astros se mueven, y precisamente ese movimiento es la consecuencia de la atracci¨®n gravitatoria. Nadie duda de que si todo estuviera parado, nos caer¨ªamos hacia el Sol, como la manzana cae al suelo. Pero orbitamos, esto es, giramos, en torno suyo, estableciendo el equilibrio. As¨ª, si la manzana se moviera a cientos de miles de kil¨®metros por hora, no caer¨ªa al suelo, ser¨ªa un sat¨¦lite, acaso peculiar, pero natural.
La locura de las conjunciones no es ni siquiera nueva. Hace casi veinte a?os, se desat¨® una pol¨¦mica similar con otra conjunci¨®n, esta vez incluso menos relevante. Un entretenido libro del divulgador cient¨ªfico ingl¨¦s, John Gribbin, El efecto J¨²piter, provoc¨® injustificados miedos de terremotos y dem¨¢s desastres naturales predichos para el a?o 82. Como se puede recordar, no sucedi¨® nada. Actualmente, la histeria se ha desatado con otra publicaci¨®n, 5/5/2000, El desastre Final, de Richard Noone, que ni siquiera es entretenido, pero que viene a contar las mismas inexactitudes que el otro, apelando tambi¨¦n a las consabidas profec¨ªas de Nostradamus y a las imaginarias casualidades num¨¦ricas de la Gran Pir¨¢mide. Todo ello avivado por multitud de p¨¢ginas de Internet, donde se habla "desde alg¨²n terremoto a desplazamientos masivos de la corteza terrestre, movimientos de los casquetes polares, aumento del nivel del mar entre 30 y 100 metros, gigantescas olas de marea, vientos de 800 a 3200 km/h" como indica el Survival Center, una organizaci¨®n norteamericana que tambi¨¦n predijo el desastre del efecto 2000, como sabemos con escaso acierto.
Como comentaba el astr¨®nomo John Mossley, del Observatorio Griffith de Los ?ngeles, en marzo de 1996, tales alineamientos no son tan raros: en 1962, 1982 y 1988 se produjeron algunos tan llamativos como el de este a?o, y no pas¨® nada. Conjunciones como la que se nos viene encima, con todos los astros visibles involucrados suceden aproximadamente cada 500 a?os. Algunas fueron mucho m¨¢s espectaculares, como la del 5 de febrero del 1962 (todos en 16 grados) o la que tendr¨¢ lugar ?el 17 de mayo de 2000! (19 grados de separaci¨®n, sin contar la Luna). Es decir, que ni siquiera lo del 5 de mayo ser¨¢ tan importante como la de dos semanas despu¨¦s, conjunci¨®n de la que, curiosamente, casi nadie ha hablado, acaso porque ya para entonces no iba a quedar mundo que destruir.
Una vez m¨¢s, se junta milenarismo con incultura cient¨ªfica, se agitan por los medios de comunicaci¨®n, y tenemos un c¨®ctel explosivo que todo el mundo olvidar¨¢ al d¨ªa siguiente de no acabarse el mundo. Lo m¨¢s est¨²pido de todo es que si uno de estos agoreros un d¨ªa acierta, por casualidad, no habr¨¢ nadie para felicitarle. ?Qu¨¦ gran p¨¦rdida!
Javier Armentia es astrof¨ªsico
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