Cosas de mujeres
"Las j¨®venes treinta?eras son conservadoras, s¨®lo piensan en los hombres y en el reloj biol¨®gico, ya que viven entre la angustia de asentarse profesionalmente y consumar su destino como reproductoras de la especie. Ante este dilema, un conflicto entre la vida privada y la p¨²blica, tienen que escoger. Como casi todas tienen unas madres y unas abuelas jovenc¨ªsimas, y como, l¨®gicamente, se sienten impulsadas a vivir su vida, la profesi¨®n pesa bastante; eso explicar¨ªa una parte del baj¨®n de la natalidad en Espa?a, que puede ser s¨®lo un par¨¦ntesis: lo que sucede es que la natalidad s¨®lo se ha retrasado". Eso o¨ª decir hace unos d¨ªas a una famosa dem¨®grafa, a la que no puedo citar porque no le ped¨ª permiso expreso para incorporar su nombre a esta azarosa investigaci¨®n sobre los horizontes de las treinta?eras espa?olas. Est¨¢bamos en uno de tantos foros convocado con el fin de exhibir, otra vez, el malestar femenino: discriminaci¨®n laboral, profesional, dificultad de compatibilizar familia y trabajo, cosas tan tr¨¢gicas que dan hasta risa, muy sabidas en suma. Acud¨ª porque Conxa, que ha desaparecido, me envi¨® una nota: "Ac¨¦rcate a ese sitio y ent¨¦rate de una vez". Como no responde a mis llamadas pens¨¦ que igual era una forma sofisticada de darme cita. Al fin, entend¨ª el mensaje de Conxa: aquello estaba lleno de chicas de su edad que dudaban entre estar hechas una furia o re¨ªrse a carcajadas.Una joven mujer, economista, matem¨¢tica y profesora de una escuela de negocios prestigiosa de Barcelona, se preguntaba por qu¨¦ las mujeres no llegan en Espa?a, casi nunca, a directoras generales o a presidentas de bancos: "Cuando hablamos en las reuniones, ya podemos estar cualificadas, que ellos no nos escuchan". Otra treinta?era, de aspecto desali?ado, afirm¨®: "Son ellos los que tienen ahora el problema: no saben lo que quieren. Nos miran como si tuvi¨¦ramos que ser sus mam¨¢s". A mi lado, una joven de aspecto exuberante, parecida a Roci¨ªto, dijo: "Si tenemos que hacer de mam¨¢s de nuestras parejas no es raro que baje la natalidad. Apunta eso, ya que has venido". La mir¨¦. "S¨ª, soy Remei Gurb, es decir, Crispita. Hola, saludos de Conxa". Acab¨¢ramos, ahora esta desaparecida me env¨ªa mensajes en clave feminista. No pude llevarme a Crispita fuera de all¨ª hasta haber presenciado una inacabable discusi¨®n entre treinta?eras y cincuentonas quejosas de que sus parejas las prefer¨ªan j¨®venes, cosa que las treinta?eras tomaron como alusi¨®n personal. Crispita estuvo combativa: "Somos el remedio de su andropausia, ja, ja". La cosa se calm¨® cuando la paridad puso de acuerdo a todas las generaciones de mujeres. Dos ideas quedaron como conclusi¨®n del hervor de la sala: "estamos en la ¨¦poca de los hombres al borde del ataque de nervios" (s¨®lo faltaba gritar: "?Muera Almod¨®var!") y "las mujeres son Internet y los hombres son la bomba at¨®mica" (creo que se refer¨ªan a que las mujeres son el futuro y los hombres el pasado o algo por el estilo). Crispita a¨²n fue m¨¢s all¨¢ cuando me coment¨®: "?Qu¨¦ te juegas? ?A que eso de la paridad acabar¨¢ protegi¨¦ndoles a ellos!". No supe si interpretarlo como un gesto de distanciamiento brechtiano o como una profec¨ªa en toda regla, pero fui al grano y le pregunt¨¦ por Conxa. "?No lo sabes? Est¨¢ en Davos, en la conferencia esa tan importante... sus jefes la han hecho acompa?ar a un cliente japon¨¦s, ja, ja, suerte que es japon¨¦s porque este Gorka es muy celoso, ?eh? ?Tampoco lo sab¨ªas? Me la tiene secuestrada y ella se est¨¢ volviendo nacionalista...". La ch¨¢chara de Crispita, inagotable, me desvel¨® un mundo oculto de Conxa. Al final acab¨® confes¨¢ndome que hab¨ªan echado a suertes cu¨¢l de ellas dos continuaba en esta serie: "Yo ten¨ªa ganas", dijo Crispita, "y ella necesitaba unas vacaciones, pero no te preocupes, gan¨® Conxa; me pidi¨® que no te contara nada de esto y que te dijera que la semana que viene la tienes aqu¨ª". (Continuar¨¢, pues. A saber c¨®mo.)
Resumen de lo publicado: Conxa, treinta?era barcelonesa de identidad m¨²ltiple que trabaja en una compa?¨ªa de publicidad, presta su diario y reflexiones sobre la vida y el mundo a una investigaci¨®n que sube y baja por los cerros de ?beda de un novio vasco, una amiga suplente y todas las contradicciones propias de una generaci¨®n imposible de etiquetar.
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