La libido textual de 'Camino'
A finales de la ¨¦poca de mayor predominio del Opus Dei en la vida pol¨ªtica, econ¨®mica e intelectual espa?ola, esto es, la que se sit¨²a aproximadamente entre 1950 y 1975, aparecieron varios libros esclarecedores acerca de las virtudes, vida y milagros de su fundador: los de Daniel Artigues, Jes¨²s Infante y, sobre todo, el de Luis Carandell. Creo que los dichos y hechos expuestos en ellos contribuyeron a la buena marcha del proceso de beatificaci¨®n del autor de Camino que, iniciado en 1981, culmin¨® diez a?os despu¨¦s con su proclamaci¨®n oficial por Juan Pablo II. Conf¨ªo ahora en que mi peculiar interpretaci¨®n de las Mil Menos Una Consejas del ilustre siervo de Dios sea a su vez un factor determinante en su merecida elevaci¨®n a los altares. Seg¨²n mi c¨®digo personal de la santidad, el fundamento de las pruebas y argumentos que sustentan su canonizaci¨®n es s¨®lido e indiscutible. Monse?or Escriv¨¢ de Balaguer ten¨ªa a no dudar madera de santo.Escrita durante al guerra civil (en uno de los raros incisos autobiogr¨¢ficos de Camino el autor evoca los momentos de "noble y alegre camarader¨ªa" entre oficiales en los que escuch¨® la canci¨®n de un "tenientillo de bigote moreno" que rezaba as¨ª: "Corazones partidos/ yo no los quiero/ y si le doy el m¨ªo/ lo doy entero". M¨¢xima 145), la obra maestra del fundador del Opus Dei refleja el fervor patri¨®tico de aquellos tiempos ("La guerra es el obst¨¢culo m¨¢ximo del camino f¨¢cil. Pero tendremos al fin que amarla -los subrayados son m¨ªos. J. G.-, como el religioso debe amar la disciplina -311-) y, desde luego, su vibrante exaltaci¨®n caudillista ("?Adocenante...? ?T¨²... del mont¨®n? ?Si has nacido para caudillo!" -16-. "?Caudillos...! Viriliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo!" -833-). Pero si estos aspectos de Camino y otros, como su muy elevada apreciaci¨®n del papel de la mujer en la sociedad cristiana ("ellas no hace falta que sean sabias; basta que sean discretas" -946-) han sido objeto de ex¨¦gesis y comentarios por los estudiosos de la vida y obra del padre, echo de menos un an¨¢lisis de lo que podr¨ªa llamarse libido textual de Camino, de esa santa singularidad expuesta en la conseja 28 del Kempis de los tiempos modernos. "As¨ª, mientras comer es una exigencia para cada (sic) individuo, engendrar es exigencia para la especie, pudiendo desentenderse [de ello] las personas singulares". Como vamos a ver, "los singulares" que "se desentienden" de la procreaci¨®n y "entienden" en el sentido lorquiano del verbo pueden hallar en Camino sabros¨ªsimas m¨¢ximas y sentirse confortados en sus anhelos e inspiraciones santos.
Una cosa queda bien clara: el fundador del Opus Dei tiene en muy alta estima la reciedumbre de la virilidad y no oculta su desd¨¦n a quienes carecen de ella y son "dulzones y tiernos como merengues". Vayan de ejemplo: "Deja esos meneos o caranto?as de mujerzuela o de chiquillo. S¨¦ var¨®n" (3); "S¨¦ recio. S¨¦ viril. S¨¦ hombre" (22); "No me seas ni?oide" (49); "No me seas flojo, blando" (193); "?No te da verg¨¹enza ser, hasta en los defectos, tan poco masculino?" (50). La fortaleza y vigor que predica el padre abarca todos los ¨¢mbitos de la vida espiritual y afectiva. "?Qui¨¦n te ha dicho que hacer novenas no es varonil?" (574). La oraci¨®n, subraya m¨¢s de una vez, ha de ser viril y recia (691), y las l¨¢grimas de los llamados a la milicia manar¨¢n de este modo igualmente viriles y ardientes (216). Por eso resulta conveniente adoptar un modelo de conducta que no se preste a habladur¨ªas; "Si no eres varonil y... normal -advierte, acotando el terreno de la singularidad aconsejable-, en lugar de ser un ap¨®stol ser¨¢s una caricatura que d¨¦ risa" (877). Y en consecuencia puntualiza: "Ser ni?o, no es ser afeminado" (888).
No obstante estas exhortaciones a la prudencia, el terreno es resbaladizo. "?Por qu¨¦ te duelen esas equivocadas suposiciones que de ti comentan?" (45), pregunta Monse?or a su lector y disc¨ªpulo. "Los derroches de ternura" de ¨¦ste y ese sentimiento que el Se?or ha puesto en el pecho viril de quienes aspiran a seguir la V¨ªa, deben ir dirigidos a Cristo. Y con la sabidur¨ªa del entendido, experto en tales trances, el Padre le susurra al o¨ªdo: "Al descorrer alg¨²n cerrojo de tu coraz¨®n -siete cerrojos necesitas- m¨¢s de una vez qued¨® flotando en tu horizonte sobrenatural la nubecilla de una duda... y te preguntas, atormentado a pesar de tu pureza de intenci¨®n: ?no habr¨¦ ido demasiado lejos en mis manifestaciones exteriores de afecto?" (161). Trat¨¢ndose de una congregaci¨®n en la que impera una estricta y puntillosa separaci¨®n de sexos, el destinatario de estos derroches y manifestaciones no es dif¨ªcil de adivinar. Pero las inquietudes y ansiedades que acechan a los "singulares" acogidos a la milicia viril de la Obra ser¨¢n finalmente vencidas por la "santa desverg¨¹enza". Pues "una cosa es la santa desverg¨¹enza y otra la frescura laica" (388). El lector entendido, sobre todo el "avezado a la lectura de los tantras hind¨²es", disfrutar¨¢ como yo de las "prontas y dilatadas expansiones" que procuran las m¨¢ximas de Monse?or. Aunque su prosa sea desesperadamente pobre y a menudo zafia, y el pensamiento que vehicula de una incre¨ªble simpleza (estamos a mil a?os luz de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa), su recorrido resulta aguijador si nos atenemos a lo que revelan aquellos pasajes -abundant¨ªsimos- en los que aflora el subconsciente del autor (a menos que ¨¦ste se dirija a quienes "entienden". No es necesario ser un especialista en Freud ni docto en psicoan¨¢lisis para apreciar las met¨¢foras que se reiteran a lo largo del Camino: "Viriliza tu voluntad: que sea, con la gracia de Dios, un espol¨®n de acero" (615), "una maza de acero poderosa, envuelta en una funda acolchada" (397), etc¨¦tera. El Padre reprende cari?osamente al disc¨ªpulo: "Pobre instrumento eres" (484), y le exhorta a actuar con ciencia e imperio. "S¨¦ instrumento... grande o chico, delicado o tosco: tu deber es ser instrumento" (484). Y advierte con firmeza: "Los instrumentos no pueden estar mohosos" (486).
Las amonestaciones y consejos del fundador de la Santa Obra propician a cada paso una deliciosa lectura t¨¢ntrica. "?C¨®mo quieres levantar sin Director el alc¨¢zar de tu satisfacci¨®n" (60), pregunta al disc¨ªpulo. "Vamos t¨² y yo a dar y darnos sin taca?er¨ªa" (468). El espol¨®n de acero se adiestrar¨¢ as¨ª en la "amorosa costumbre de 'asaltar' Sagrarios" (876). "Produce, con tu ejemplo y tu palabra, un primer c¨ªrculo... y ¨¦ste otro, y otro y otro. Cada vez m¨¢s ancho" (381). Pero no todo son mieles ni capullos de rosa en las v¨ªas que conducen a la santidad: "Un pinchazo -y otro. Y otro-. ?S¨²frelos, hombre! ?No ves que eres tan chico que solamente puedes ofrecer en tu vida -en tu caminito- esas peque?as cruces?" (885). La labor primordial de dejar "poso", prescrita ya en la primera m¨¢xima del libro, permitir¨¢ brotar la oraci¨®n del catec¨²meno "en cauce manso y ancho" (145). "??sa s¨ª que es devoci¨®n recia y jugosa!" (586), exclama. Y la semilla, oh bondad de Dios, "crecer¨¢ y dar¨¢ frutos sabros¨ªsimos con el riego" (119). El iniciado en los misterios que llevan a la Gracia ha de soportar con viril entereza las pruebas. "?Duele, eh? ?Claro, hombre! por eso precisamente han dado ah¨ª" (158). Mas la recompensa vendr¨¢ enseguida: "Y pronto el dolor ser¨¢ gozosa paz" (256). "?Hay que romper a cantar!, dec¨ªa un alma enamorada de ver las maravillas que el Se?or obraba por su ministerio!" (524).
Obviamente una obra como Camino autoriza una gran variedad de lecturas diferentes de la m¨ªa, y siempre provechosas. Nuestros autores cl¨¢sicos establec¨ªan una neta distinci¨®n entre el vulgo y el "discreto lector". Aqu¨¦l y ¨¦ste le¨ªan cosas distintas en un mismo texto. Ello ocurre tanto en el Arcipreste de Hita como en El Quijote y Guzm¨¢n de Alfarache. Aunque desprovista totalmente de los m¨¦ritos literarios de estas obras, la de Monse?or puede incitar a muchas almas atribuladas a orar "con el ansia con que el ni?o va al az¨²car despu¨¦s de tomar la p¨®cima amarga" (899). El devoto protagonista de mi Carajicomedia aplica al pie de la letra la admonici¨®n "no dejes de meterte dentro de cada (sic) Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Se?or" (269). La misi¨®n apost¨®lica que endereza su vida le conduce a buscar, por las anchas v¨ªas de la consolaci¨®n, la enjundia de la verdad y su virtud maciza.
Pero cedamos la palabra a Monse?or Escriv¨¢ de Balaguer cuando, en uno de los p¨¢rrafos m¨¢s significativos del libro, confiesa: "El deseo tan grande que todos tenemos de que 'esto' marche y se dilate parece que se va a convertir en impaciencia", y a?ade: "El deseo no ser¨¢ in¨²til si lo desfogamos en 'coaccionar'... al Se?or" (911).
Todos los "singulares" del mundo -las Hermanas del Perpetuo Socorro glorificadas en mi novela- proponemos al Vaticano, sin necesidad de nueva documentaci¨®n probatoria, la canonizaci¨®n inmediata de Monse?or.
Juan Goytisolo es escritor. Este texto fue le¨ªdo por el autor en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid el jueves 24 de febrero, en la presentaci¨®n de su libro Carajicomedia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.