Llanuras de pasi¨®n
Que los socialistas defienden mejor que nadie la igualdad de oportunidades lo demuestra que hasta Zaplana haya llegado a la Generalitat
Todas las campa?as electorales se parecen, pero las generales lo hacen cada una a su manera, aunque ¨¦sta parece hasta el momento bastante m¨¢s plasta que las anteriores. De entre las abundantes actividades de estas fechas, en las que se juega a la ficci¨®n del encuentro en vivo y en directo con los ciudadanos que cada campa?a escenifica en las personas de los numerosos aspirantes a recibir nuestra confianza por un pu?ado de a?os y de votos, destacan las nutridas visitas a los mercados municipales y los paseos en comandita por terribles poblaciones del extrarradio, como si la demanda m¨¢s o menos personalizada del voto tuviera que cumplir con los requisitos obligados en una sociedad agraria que careciese todav¨ªa de los adelantados traspi¨¦s de la era tecnol¨®gica. Los creativos de las campa?as teatrales, sin ir m¨¢s lejos, hace mucho tiempo que saben que la pegada de carteles callejeros no sirve de gran cosa cuando se trata de promocionar un espect¨¢culo, de modo que es un relativo misterio que esa sabidur¨ªa de mercado esc¨¦nico no se haya extendido a los meritorios esfuerzos de los aspirantes a sentar plaza fija como delegados de personal en la cosa pol¨ªtica. Especialmente, el pintoresco ritual de la visita a los mercadillos -en la era de las grandes superficies comerciales, por donde desfilan miles de clientes cada d¨ªa- pone de manifiesto el primigenio car¨¢cter de trueque que a¨²n se atribuye de manera espont¨¢nea a la actividad pol¨ªtica profesionalizada, ejercitada en la difusa creencia de que al personal habr¨¢ de costarle lo mismo comprar un par de alitas de pollo que delegar su representaci¨®n en ese se?or disfrazado de Armani en cazadora de caza que le endosa al escolta el cuartillo de fresones reci¨¦n rescatados del basquet.Que en la era de La red por excelencia se recurra a faenas de viajante de comercio para colocar las tentativas de ideas que habr¨¢n de gobernarnos, dios m¨ªo, durante los pr¨®ximos cuatro a?os (decisi¨®n que tan cara habr¨ªa de costarle al protagonista berlanguiano del Berlanga de verdad en Escopeta Nacional: qu¨¦ poco cambian los tiempos) resulta, m¨¢s que incongruente, el reflejo aproximado de una situaci¨®n en la que se conf¨ªa en obtener lo uno sin dejar lo otro o en alcanzar lo otro sin desde?ar lo uno, prisioneros de una melanc¨®lica indeterminaci¨®n que funciona un tanto a la manera de ese terrible laberinto sin centro que tanto obsesionaba a Borges. Todas estas tonter¨ªas, y otras tantas de igual calibre que puedo formular a poco que me lo proponga, ser¨ªan desmentidas por los hechos si, en efecto, la turbamulta de candidatos y candidatas hubiese manifestado tener alguna cosa que decir distinta a lo de siempre, incluido el empresariable se?or Cuevas. Pero -curiosas visitas de Joan Romero aparte- hasta el m¨¢s cuidadoso de los res¨²menes de prensa indica que estamos muy lejos de asistir a un prodigio semejante, y eso, se?ores candidatos, es grave cuando nos encontramos ante la ¨²ltima gran oportunidad electorera del siglo y del milenio. Hay momentos en que el elector se entregar¨ªa al des¨¢nimo.
Empezando por los suyos y acabando por los nuestros, o a la inversa, que dar¨¢ lo mismo en la calentura posterior al escrutinio, a hores d'ara, el socialista Jos¨¦ Bono se suelta una de esas ingeniosidades que ni Los Morancos: "Lo que Zaplana quiere poner a los valencianos es un pajarraco en lugar de un AVE", toma ya dial¨¦ctica ilustrada (y paso por alto las r¨²sticas connotaciones sexuales del t¨¦rmino poner) mientras que Francesc Camps -al hechizo de su alma en pena se atribuyen los ecos fantasmales de sus discursos- reta a ?Cipriano Ciscar! a confesar que sus sentimientos verdaderos est¨¢n senatorialmente por Els Pa?sos, como si el florentino de Picanya no tuviera demostrado no ser un Josep Guia cualquiera, al tiempo que Chiquillo (chiquillo) asegura que "Aznar terminar¨¢ con la carrera de Zaplana", donde acaso toma al uno por el otro en la palpitante cr¨®nica de su defenestraci¨®n anunciada. Y nada indica que no disfrutemos de emociones todav¨ªa m¨¢s estremecedoras. Joan Francesc Mira trata del voto ¨²til como persuadido de que ser¨¢ el del valenciano que cuando vota es que vota de verdad y a ninguno le interesa votar por frivolidad, y Zaplana -?qui¨¦n es ¨¦l? ?a qu¨¦ dedica el tiempo libre?- une a sus muchas capacidades de sortilegio la de poner en duda la capacidad socialista para "actuar con eficacia" contra el terrorismo. Palabras zafias para un asunto que le excede, salvo que ande considerando capacitar la foto terrible del m¨²ltiple asesino etarra para la recapacitaci¨®n de sus ya capaces de todo empresas m¨ªticas. Yo votar¨ªa al que abandone la campa?a para rescatar ahogados en Mozambique.
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