El malestar en la pol¨ªtica
El malestar ciudadano con la pol¨ªtica puede resumirse bien en la parad¨®jica expresi¨®n del especialista R. P. Hart en un libro reciente (Seducing America: How Television Charms the Modern Voter): muchos estadounidenses se sienten bien sinti¨¦ndose mal con la pol¨ªtica ("... feel good about feeling bad about politics"). Sin entrar ahora en las tesis de ese texto, y usando s¨®lo esa interesante paradoja-s¨ªntesis de un cierto estado de ¨¢nimo muy generalizado, que podr¨ªa extenderse a Espa?a, se puede decir que quiz¨¢ comienza a producirse una lenta acomodaci¨®n de la ciudadan¨ªa a la nueva cultura pol¨ªtica que se difunde tras la II Guerra Mundial, y con particular fuerza a partir de las insurgencias del 68 (¨²ltimo intento, hasta ahora, por restaurar la cultura pol¨ªtica cl¨¢sica). ?Cu¨¢l es esa nueva cultura pol¨ªtica que ya est¨¢ en marcha, que ha generado fuertes rechazos, y que aparece ahora como la cultura pol¨ªtica emergente en el siglo XXI, y que nos hace sentir tan bien critic¨¢ndola o neg¨¢ndola?Las expresiones de rechazo m¨¢s frecuentemente usadas por los ciudadanos hacia esa cultura podr¨ªan ser: a) "S¨®lo nos reclaman nuestra opini¨®n cada cuatro a?os para darles a ellos el voto"; b) "S¨®lo hacen cosas para salir en alguna foto"; c)"La pol¨ªtica es un buen negocio para algunos"; d) "Hacen lo que les da la gana, porque no tenemos medios para evitarlo", y otras en esta l¨ªnea. Paralelamente, otro numeroso grupo de ciudadanos (que a veces son los mismos de las anteriores cr¨ªticas) parece haberse instalado en un cierto cinismo y estar al cabo de la calle de la extra?a esencia de lo pol¨ªtico, intentando justificar y comprender sus anomal¨ªas, al tiempo que pragmatizan o desideologizan (o creen que pragmatizan) su voto, y lo hacen vol¨¢til y ligero a cualquier viento. Es decir, rechazo y aceptaci¨®n pueden y van frecuentemente juntos, al tiempo que la pol¨ªtica se hace, efectivamente, m¨¢s lejana, m¨¢s mediada por los medios, m¨¢s narrada o literaria, como si fuera un mundo aparte del que se habla como se habla de los llamados "famosos", novia va, novio viene, voto va, voto viene: un culebr¨®n con sus buenos y malos, sus corrupciones, sus amores, sus ca¨ªdas, sus malignas estratagemas de napoleones de guardarrop¨ªa y un p¨²blico as¨ª, entre indignado y divertido, entre el rechazo y la aceptaci¨®n, pero m¨¢s cerca ya de esto ¨²ltimo, esperando alg¨²n desenlace que reinicie el ciclo narrativo y vuelva entonces otro culebr¨®n con un argumento nuevo (siempre parecido) y quiz¨¢ otros actores (siempre parecidos).
Esta cultura pol¨ªtica est¨¢ fundada sobre dos acontecimientos que han llenado el siglo que se acaba: los fuertes cambios en la estructura social (aparici¨®n de las clases medias en los pa¨ªses avanzados y semiavanzados) y la gran explosi¨®n de los medios de comunicaci¨®n como protagonistas principales de toda comunicaci¨®n (interpersonal, institucional, etc¨¦tera). Si los cambios en la estructura social han barrido la vieja contradicci¨®n decimon¨®nica burgues¨ªa/ proletariado, fragmentando ambos polos en mil astillas estructurales (mil estratos sociales) y convirtiendo a la pol¨ªtica en una representaci¨®n de intereses m¨²ltiples y diversos, la explosi¨®n de los medios ha ahorrado a los pol¨ªticos el cansado trabajo de la comunicaci¨®n cara a cara, los m¨ªtines constantes, las grandes manifestaciones en la calle, los llamados, en fin, partidos de masas, convertidos ahora en partidos gestores de intereses cada vez m¨¢s amplios y difusos, sin que se haya perdido todav¨ªa la marca ¨²ltima conservador/ progresista, que subsiste a duras penas en medio de grandes avatares sem¨¢nticos que han tendido a unificar los discursos.
Estos discursos dependen ahora, en buena medida, de una nueva ret¨®rica inducida por los medios y a la que se adaptan los partidos: localizan los estudiosos cuatro "factores de noticia" en los medios de comunicaci¨®n que determinan su prioridad para la publicaci¨®n o para la primera plana: la personalizaci¨®n (ideas sustituidas por personas), el negativismo (cuanto peor sea la noticia, mejor), la sorpresa (algo nuevo y distinto todos los d¨ªas) y la tematizaci¨®n (que coincida con los intereses o temas preferentes de cada medio), y estos factores de noticia marcan en buena parte el discurso period¨ªstico y, de paso o subsidiariamente, el discurso pol¨ªtico, que ha de ser as¨ª tambi¨¦n: personalizado, sorprendente, negativo, tem¨¢tico.
En este complejo proceso en que los partidos de masas y los viejos discursos parlamentarios, las meriendas en la Casa de Campo, las manifestaciones tan simb¨®licas y teatrales (de uniforme, frecuentemente) y la rotunda ret¨®rica obrero/ burguesa fueron desplazados por los partidos-oficina y los discursos difusos y medi¨¢ticamente eficaces fueron ocurriendo tambi¨¦n los eventos que nos permiten hablar de este fin de siglo como de un aut¨¦ntico fin de si¨¨cle en el que no falta el spleen, "espl¨ªn" o melancol¨ªa (desencanto y/o surmenage...), un fin de siglo como tiene que ser, al que muchos (no todos, no la mayor¨ªa a¨²n) llegan algo hartos de la vieja pol¨ªtica y de la nueva, de los partidos de masas y sus guerras, y de los partidos-oficina y sus lejan¨ªas y oportunismos. Hartos, pero no vencidos: hay s¨ªntomas de que, tras la acomodaci¨®n de la mayor¨ªa a esta nueva cultura pol¨ªtica, tal cultura ya no es nueva para importantes minor¨ªas que con creciente insistencia comienzan a reclamar para la ciudadan¨ªa un mayor protagonismo.
Hay elementos t¨¦cnicos que parecen propiciar alg¨²n cambio hacia una cultura pol¨ªtica distinta de la que aqu¨ª he llamado nueva: la CMC (comunicaci¨®n mediada por el ordenador o computer) que Internet representa est¨¢ abriendo de forma lenta y firme un espacio nuevo de participaci¨®n, lejano a¨²n a las mayor¨ªas sociales, pero ya abierto para las ¨¦lites de todo nivel, financieras, t¨¦cnicas, sindicales, universitarias, period¨ªsticas, y para los grandes solitarios, para toda clase de marginales organizados y gente muy diversa. Un mundo nuevo que inaugura en las ciencias sociales un nuevo y desconocid¨ªsimo territorio de investigaci¨®n (?c¨®mo nos va a afectar la CMC?), y en la vida social, un agujero infinito que comienza en la pantalla del ordenador (pronto en el televisor) y llega a todos o a casi todos los mundos pensables. Los partidos pol¨ªticos y otras instituciones se han apuntado perezosamente a la Red, pero tardan meses e incluso a?os en renovar sus p¨¢ginas, que son poco eficaces y nada interactivas: lo han hecho por obligaci¨®n, pero no las usan realmente. En otros casos institucionales se multiplican en la Red, sin mucho sentido (ni siquiera comercial), las barreras o aranceles (como en los viejos se?or¨ªos feudales), y se limita la circulaci¨®n a bienes culturales que podr¨ªan ser accesibles.
Si la vieja cultura pol¨ªtica era abrupta, peligrosa y participativa, y la cultura pol¨ªtica fin de siglo es ambigua, light y poco participativa, la cultura que viene podr¨ªa ser (por las caracter¨ªsticas de la CMC) prolija, documental y racional, pero muy individual y bastante solitaria: vamos a ver, o¨ªr y leer a los pol¨ªticos en tiempo real, y vamos a interactuar con ellos en la Red, pero las grandes avenidas y plazas intern¨¢uticas son un poco fr¨ªas, un poco inh¨®spitas. Todav¨ªa.
Ferm¨ªn Bouza es soci¨®logo.
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