Desmentido

Jam¨¢s hubo un acoso a la autonom¨ªa del IVAM, ni el prop¨®sito -cuanto menos expreso- por parte de la Generalitat de relevar a su director, Juan Manuel Bonet. Otra cosa ser¨¢ lo que pueda acontecerle en adelante al sujeto. Con este desmentido, avalado por el contundente comunicado del consejo rector del referido museo, enmiendo aqu¨ª los juicios o prejuicios que suscrib¨ª en mis habituales y m¨¢s recientes columnas publicadas en estas p¨¢ginas. A mi no se me caen los anillos para reconocer y lamentar haber asumido acr¨ªticamente el bulo aviesamente difundido sobre los pretendidos peligros que acechaban a nuestro m¨¢s afamado -que no el principal- centro muse¨ªstico. Tampoco ha de sorprendernos que a uno se le hagan los dedos hu¨¦spedes ante el m¨ªnimo atisbo de que el poder avasalla.Lo parad¨®jico en este caso es que el avasallado ha sido el aludido poder, y m¨¢s concretamente, pero no en exclusiva, la Consejer¨ªa de Cultura y su titular. As¨ª lo revelan unas pocas pesquisas y ciertas dosis de l¨®gica. A tenor de aquellas y de ¨¦sta, aqu¨ª no ha habido m¨¢s que un montaje medi¨¢tico descomunal para proyectar con tonalidades her¨®icas la figura del mentado Bonet, investido con la cl¨¢mide de resistente contra el pretendido allanamiento del IVAM. Un cr¨¦dito prestigioso para apuntar hacia m¨¢s altos destinos en la Corte, donde cotiza a la baja.

Y nada podr¨ªamos objetarle a esta leg¨ªtima aspiraci¨®n si en el intento no hubiese recurrido a procedimientos arteros y falaces, con la mayor de las movilizaciones period¨ªsticas e incluso pol¨ªticas que recordamos por estos lares. Hasta La Moncloa se ha sentido llamada a terciar para frenar el fant¨¢stico pisoteo con que algunos b¨¢rbaros valencianos amenazaban ese basti¨®n cultural en el que no ha regido m¨¢s voluntad y gobierno que el de su director, como certifica un¨¢nimemente el anotado consejo rector.

A decir verdad, aqu¨ª no ha habido m¨¢s que un c¨ªvico prop¨®sito de hallarle un acomodo a la desafortunada escultura de Sanle¨®n que, sin menoscabo alguno para el museo, hubiera podido hacer parada y fonda en su explanada hasta convenir su ubicaci¨®n final. Bastaba con dialogar y resolver el tr¨¢mite, un encuentro que Bonet rehuy¨® obstinada y arteramente hasta forzar el hecho consumado y explotarlo con las consecuencias escandalosas que conocemos. Apostar¨ªamos a que el consejero Manuel Taranc¨®n no se ha repuesto todav¨ªa del sobresalto y, sobre todo, de cu¨¢n desprevenidamente promovi¨® esta maniobra a la que sibilinamente le estaban abocando el repetido director y su agitadora ¨¢ulica.

Pero a uno y a otra se les ha ido la mano, desgraciadamente. Tanto estruendo y tan mala fe han mellado, sin duda, pero tan solo por unos d¨ªas, el cr¨¦dito de la pol¨ªtica cultural del ejecutivo valenciano. Pero en la acometida se han dejado las plumas de su prudencia y, especialmente, de su lealtad al partido y al Gobierno que los nombr¨® y patrocina. Y adem¨¢s, cuando aflore la simple verdad de este desvar¨ªo, raramente habr¨¢ quien se aliste a su causa. Ahora, de modo inmediato, lo importante es que nadie licencie a Bonet, que no se le obsequie con la condici¨®n de v¨ªctima o perseguido, cuando no ha pasado de taimado. Por otra parte, padecerlo es una forma de penitencia por haberlo tra¨ªdo. Quien lo patrocin¨®, bien que lo conoc¨ªa.