En blanco

Los resultados del 12-M han tenido la multitud de lecturas que la diversidad ideol¨®gica de nuestro pa¨ªs puede abarcar. De lo visto se deduce que toda la opcionabilidad pol¨ªtica es materializada en porcentajes, esca?os, pactos. No obstante, el an¨¢lisis queda sesgado si determinados aspectos son omitidos. Uno de ellos, obviado por nuestra injusta Ley Org¨¢nica del R¨¦gimen Electoral General y su sistema de reparto, es el voto en blanco.Esta opci¨®n de voto lleva experimentando un incremento lento pero constante, que nuestros pol¨ªticos parecen no atender (elecciones 93, 188.679 votos, 0,80 %; elecciones 96, 243.345 votos, 0,97%; elecciones 2000, 366.000 votos, 1,58%; datos todos de los votos al Congreso). Nuestro sistema electoral castiga a este tipo de opci¨®n pol¨ªtica no atribuy¨¦ndola ninguna representatividad ni influyendo en el reparto de esca?os. El agravio comparativo es evidente. Piense el lector en el n¨²mero de esca?os que por ejemplo CiU, con 900.000 votos (un poco m¨¢s de dos veces el n¨²mero de votos en blanco) ha conseguido. Incluso partidos minoritarios alcanzan representaci¨®n con menor n¨²mero de votos que los blancos.

?D¨®nde est¨¢ la democracia real? ?Qui¨¦n quiere perpetuar este sistema? ?Puede una ley manipular el sufragio de una manera tan rotunda? Los votantes en blanco reflejan su rechazo a las opciones pol¨ªticas planteadas, por diferentes aspectos y en un acto de libertad individual. En todo caso, ser¨ªa un ejercicio de tolerancia y pluralismo respetarlos... no s¨®lo dej¨¢ndoles meter su papeleta en la urna.-