Flors i violes
Zeus, el padre de los dioses y de los hombres, prefiri¨® prevenir que curar. Se enamor¨® de una sacerdotisa tan guapa que merec¨ªa ser obispa, ?o, y para evitarle el castigo de su vengativa esposa Hera, que acabar¨ªa enter¨¢ndose, decidi¨® disimularla bajo la apariencia de una blanca ternera tierna y, ?ala!, a pastar, largas horas a la bartola en verdes prados, disfrutando del, para san Vicent, major plaer d'odorar bones herbes, violes, roses; pero, aburrida, llorando amargamente: Un temps em deies viola/ i ara em dius margall¨®,/ ?Com no em demanes l'amor,/ ara que est¨¤s tota sola? Y, la buena de Cibeles le metamorfose¨® tanta l¨¢grima en delicadas florecillas en forma de rostros asombrados y que lo tuviera la ilusi¨®n de encontrar en ellas sus seres queridos; algunas, m¨¢s grandes, para que entreviera a su Zeus. As¨ª nacieron las violetas, que embalsamen els boscos, s¨ªmbolo de modesta humildad y, a la vez, de deseo amoroso.Seg¨²n nuestras abuelas, Mar¨ªa de Nazaret las adopt¨® quan era xiqueta/ i anava a costura a aprendre de lletra,/ anant i tornant per un caminal/ tot sembrat de violes i de lliris blancs; a su paso todas las flores le hac¨ªan la pelota con un colliu-me a mi, menos las apocadas violetas, que, dolientes, cubrieron el G¨®lgota, mientras estuvo Jes¨²s en la cruz; hoy lo recordar¨¢ Benicarl¨® con el traslado por mar del Santo Cristo -en un sorteo entre 18 barcas, le ha tocado al Sant¨ªsimo Cristo del Mar, un milagro-, que lleg¨® hace 350 a?os, navegando desde T¨²nez, la tierra de san Marcelino, de Cartago, amigo de Agust¨ªn de Hipona, del 411, cuando all¨ª crec¨ªan flores de santidad; no como ahora -hoy-, que celebran, a¨²n, el d¨ªa primero del a?o 1421 isl¨¢mico, en plena Cuaresma, tiempo en que se cre¨ªa que no florec¨ªan m¨¢s que violetas: Temps de violetes, temps de penit¨¨ncies.
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