Divinos ellos
El otro d¨ªa vi una foto muy significativa. Pertenece a la exposici¨®n La gauche divine. Un espacio de libertad en un desierto cultural que puede contemplarse en la sala Miralles del Ministerio de Cultura. En 1969 Joan de Sagarra acu?¨® este nombre, gauche divine, referido a ese grupo de gente, entre pija y libertina, que surgi¨® en Barcelona en los felices sesenta respondiendo, con la lengua trabada de whisky y de nuevas ideas, a la indeseable situaci¨®n social y cultural -o sea, pol¨ªtica- de entonces. Un grupo glorioso que supo pensar (que es tan divertido) y divertirse (que ayuda tanto a pensar). Escritores, poetas, arquitectos, fil¨®sofos, editores. Hab¨ªa mujeres. Siempre sent¨ª cierta envidia por ese pasado glamoroso de playa, discoteca, ciudad portuaria y libros que aquella panda tuvo el azar y las ganas de vivir.La foto a la que me refiero es una del a?o 1970 en la que aparece el editor Jorge Herralde sentado tras la mesa de su despacho. Ante ¨¦l, a cuatro patas en el suelo, aparecen "sus secretarias". Es una foto muy graciosa y muy provocadora, pues las secretarias suman el corto de moda de las faldas a una intenci¨®n rompedora y ponen el culo en pompa para la c¨¢mara, ense?ando generosamente las bragas. Un par de culos, por cierto, muy a tener en cuenta. Casi impensable una foto as¨ª hoy d¨ªa, ni siquiera entre los editores m¨¢s j¨®venes y supuestamente liberados de prejuicios. Se considerar¨ªa poco serio, poco profesional, quiz¨¢ incluso por los propios provocadores de entonces. Puede que hoy d¨ªa resulte innecesario que dos chicas ense?en las bragas. Sin embargo, a m¨ª se me ha ocurrido otra posible foto, necesaria todav¨ªa para la causa que iniciaron los divinos aquellos. ?Qu¨¦ se pensar¨ªa, aun hoy, de una editora de prestigio que apareciera tras su mesa de despacho flanqueada por los espl¨¦ndidos culos en pompa de "sus secretarios" ense?ando el slip? Cuando aparezca una foto as¨ª y nos resulte a todos tan graciosa como la del editor catal¨¢n habremos superado varias injusticias; al menos dos: que un culo sea condenado m¨¢s que un hombro y que una mujer sea condenada m¨¢s que un hombre. Sucede. Que pregunten a los culos y que pregunten a las mujeres.
Estoy de acuerdo en una palabra (algo es algo, mujer) con Luisa Fernanda Rudi, que presidir¨¢ en Espa?a el Congreso de los Diputados. Dice que ser elegida una mujer para tal cargo y por primera vez puede considerarse un "s¨ªmbolo". Pues s¨ª, y a estas alturas deber¨ªa dejar de serlo. Personalmente, siempre he procurado hacer, dentro de mis posibilidades (incluido el hecho de ser mujer), lo que me ha dado la gana, pero lo cierto es que puedo vivir a diario los injustos efectos de mi condici¨®n femenina a trav¨¦s de detalles que podemos llamar tambi¨¦n simb¨®licos. Por ejemplo, hace poco tuve una reuni¨®n de trabajo con un tipo muy profesional y muy elegante, un tipo que adem¨¢s me cae bien. Nuestra posici¨®n en ese encuentro era de igual a igual (cort¨¦s generosidad por mi parte, pues en realidad yo representaba en ese momento la oferta y ¨¦l una demanda que supon¨ªa, m¨¢s bien, necesidad: ven¨ªa a pedir lo que yo ten¨ªa). Al llegar me agasaj¨® con una serie de fricciones en la espalda; a lo largo de nuestra conversaci¨®n me dio varias palmaditas en el muslo; para despedirse me deleit¨® con uno de esos pellizcos que se dan a los ni?os en el moflete. Para entonces yo ya estaba bastante cabreada y con ganas de que su demanda fuera atendida por su madre.
No me escandaliz¨® el contacto de un dedo con un muslo o un moflete, aunque fueran los m¨ªos (lo ¨²nico que tengo de verdad es mi cuerpo, y de forma precaria). Lo que me pregunt¨¦ (ret¨®ricamente, pues mi cabreo era producto no de su mano, sino de una respuesta que yo ya ten¨ªa) es qu¨¦ derroteros habr¨ªa tomado nuestra reuni¨®n si hubiera sido yo quien le hubiera pellizcado. Estoy convencida de que no hab¨ªa intenci¨®n sexual en sus gestos, tanto como lo estoy de que de haber sido yo quien le hubiera regalado con mi tacto ¨¦l lo hubiera interpretado como una oferta m¨¢s amplia que la que nos ocupaba o, sencillamente, como una falta por mi parte de profesionalidad y de clase. Es un detalle m¨ªnimo que he recordado al ver esa foto de los divinos de Barcelona y al o¨ªr las palabras de la simb¨®lica del Congreso. Un detalle simb¨®lico de que, todav¨ªa hoy, ellos pueden permitirse ser m¨¢s divinos.
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