La moderada pasi¨®n de Pinnock
La Pasi¨®n seg¨²n San MateoBach. Solistas, Orquesta y Coro The English Concert. Director: Trevor Pinnock. Palau de la M¨²sica, Sala Iturbi. Valencia, 12 abril de 2000.El ciclo Bach del Palau ha incluido la Pasi¨®n mayor, la de San Mateo, en una tradici¨®n que casa tanto con la confesionalidad religiosa a la que invitan estas fechas como con el car¨¢cter musicalmente excelso de la inmensa partitura. A ¨¦ste alude Santiago Berm¨²dez, en sus notas, al trazar el paralelo, por magnitud, con la tetralog¨ªa wagneriana. Cierto que La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo se alza, como la Sixtina, el Parten¨®n, el Quijote o Trist¨¢n hasta ese Olimpo que, con o sin Dios, hace del hombre criatura dominante del universo. Mas lo inalcanzable de la sublime obra bachiana reside en su est¨¦tica, profundamente alemana y luterana y por ende, alienada de nuestra realidad. A diferencia del que estalla en la noche de amor del Tristan wagneriano -y que por fuerza hubo de enloquecer a Nietzsche- la revelaci¨®n de esta m¨²sica es ensimismada, un¨ªvoca, sin respuesta. Sus bell¨ªsimas tres horas se revisten de una poes¨ªa casi arqueol¨®gica y de ah¨ª que el ¨¢nimo del oyente latino, quien de consueto no atiende la lectura evang¨¦lica, flaquee y sobrevenga el hast¨ªo, cuando no el abandono indiscreto de la sala.
Trevor Pinnock cuid¨® la ¨ªntima ceremonia religiosa, que de por s¨ª era la Pasi¨®n en el templo luterano, al extraer del coro los solistas de las arias, reservando para las voces del Evangelista y Cristo el ¨²nico protagonismo junto a la orquesta. En su concepci¨®n musical, la Pasi¨®n seg¨²n San Mateo se aleja de la rom¨¢ntica lectura de Karajan, de la ferviente de Jochum o de la intemporal de Klemperer. Los perfiles dram¨¢ticos, poco acusados, se adornan con el brillo elegante de la m¨²sica franc¨¦sa y el temperamento vivaz de la ¨®pera haendeliana. No es mala combinaci¨®n, s¨®lo que el oyente viciado por el disco espera alto voltaje en la calidad t¨ªmbrica y en el manejo de las voces. Posiblemente no fueron tales los mimbres de que dispuso Bach, ni tampoco los que hoy sirven al ejercicio riguroso del historicismo.
De estas consideraciones no debe desprenderse decepci¨®n al valorar el trabajo del m¨²sico ingl¨¦s. M¨¢xime si se advierte la excelencia del coro y la ponderada contribuci¨®n de la orquesta. El equilibrio de esta Pasi¨®n, en todo caso menos absorbente que El Mes¨ªas escuchado a Pinnock en el Palau, se dio ya desde la pareja protagonista (Howard Ctook/Evangelista, Raimund Nolte/Cristo):voces claras, m¨¢s rotunda y uniforme la del segundo, que recitaron y cantaron con la moderada pasi¨®n sugerida por Pinnock. Insisto: la Pasi¨®n no es una ¨®pera, menos aun Tristan. A este Antiguo Testamento de la M¨²sica no le va la moderna revelaci¨®n de Eros y T¨¢natos fundidos en el instante eterno que ha hecho posible nuestra propia existencia humana. Cada cosa en su lugar.
La moderada pasi¨®n de Pinnock
La Pasi¨®n seg¨²n San MateoBach. Solistas, Orquesta y Coro The English Concert. Director: Trevor Pinnock. Palau de la M¨²sica, Sala Iturbi. Valencia, 12 abril de 2000.El ciclo Bach del Palau ha incluido la Pasi¨®n mayor, la de San Mateo, en una tradici¨®n que casa tanto con la confesionalidad religiosa a la que invitan estas fechas como con el car¨¢cter musicalmente excelso de la inmensa partitura. A ¨¦ste alude Santiago Berm¨²dez, en sus notas, al trazar el paralelo, por magnitud, con la tetralog¨ªa wagneriana. Cierto que La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo se alza, como la Sixtina, el Parten¨®n, el Quijote o Trist¨¢n hasta ese Olimpo que, con o sin Dios, hace del hombre criatura dominante del universo. Mas lo inalcanzable de la sublime obra bachiana reside en su est¨¦tica, profundamente alemana y luterana y por ende, alienada de nuestra realidad. A diferencia del que estalla en la noche de amor del Tristan wagneriano -y que por fuerza hubo de enloquecer a Nietzsche- la revelaci¨®n de esta m¨²sica es ensimismada, un¨ªvoca, sin respuesta. Sus bell¨ªsimas tres horas se revisten de una poes¨ªa casi arqueol¨®gica y de ah¨ª que el ¨¢nimo del oyente latino, quien de consueto no atiende la lectura evang¨¦lica, flaquee y sobrevenga el hast¨ªo, cuando no el abandono indiscreto de la sala.
Trevor Pinnock cuid¨® la ¨ªntima ceremonia religiosa, que de por s¨ª era la Pasi¨®n en el templo luterano, al extraer del coro los solistas de las arias, reservando para las voces del Evangelista y Cristo el ¨²nico protagonismo junto a la orquesta. En su concepci¨®n musical, la Pasi¨®n seg¨²n San Mateo se aleja de la rom¨¢ntica lectura de Karajan, de la ferviente de Jochum o de la intemporal de Klemperer. Los perfiles dram¨¢ticos, poco acusados, se adornan con el brillo elegante de la m¨²sica franc¨¦sa y el temperamento vivaz de la ¨®pera haendeliana. No es mala combinaci¨®n, s¨®lo que el oyente viciado por el disco espera alto voltaje en la calidad t¨ªmbrica y en el manejo de las voces. Posiblemente no fueron tales los mimbres de que dispuso Bach, ni tampoco los que hoy sirven al ejercicio riguroso del historicismo.
De estas consideraciones no debe desprenderse decepci¨®n al valorar el trabajo del m¨²sico ingl¨¦s. M¨¢xime si se advierte la excelencia del coro y la ponderada contribuci¨®n de la orquesta. El equilibrio de esta Pasi¨®n, en todo caso menos absorbente que El Mes¨ªas escuchado a Pinnock en el Palau, se dio ya desde la pareja protagonista (Howard Ctook/Evangelista, Raimund Nolte/Cristo):voces claras, m¨¢s rotunda y uniforme la del segundo, que recitaron y cantaron con la moderada pasi¨®n sugerida por Pinnock. Insisto: la Pasi¨®n no es una ¨®pera, menos aun Tristan. A este Antiguo Testamento de la M¨²sica no le va la moderna revelaci¨®n de Eros y T¨¢natos fundidos en el instante eterno que ha hecho posible nuestra propia existencia humana. Cada cosa en su lugar.
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