"Mi modelo de conducta es el capit¨¢n Haddock" RAM?N DE ESPA?A
Pregunta. Est¨¢s exponiendo en el Macba. ?Eso quiere decir que ya has llegado a lo m¨¢s alto de tu carrera como artista?.Respuesta. No, s¨®lo quiere decir que estoy exponiendo en el Macba. Quiere decir que recib¨ª una propuesta de Manolo Borja-Villel, que le hice una contrapropuesta, que ¨¦l la acept¨® y que A los artistas secundarios es lo que me apetec¨ªa hacer en estos momentos.
P. ?Una contrapropuesta?
R. Manolo me ofreci¨® montar una retrospectiva, pero a m¨ª no me interesan las retrospectivas. Me carga ese tono que implican de bendici¨®n social de la obra de un artista. As¨ª que le propuse un montaje reciente, algo nuevo, y el que quisiera cabrearse que se cabrease a gusto.
P. ?A qui¨¦n te refieres?
R. Pues a toda esa gente que cree firmemente en la jerarqu¨ªa del mundo del arte y que no considera adecuado que un tipo como yo, un marginal, un outsider, alguien que siempre ha ido a su bola y no ha mostrado el debido respeto a nuestros grandes artistas, se cuele en el Macba. S¨ª, s¨ª, s¨ª, hay todo un escalaf¨®n montado y est¨¢ mal visto salt¨¢rselo, colarse delante del que se supone que merece tal cosa o tal otra. No dar¨¦ nombres, pero me consta que hay gente que ha hecho lo que ha podido para impedir mi exposici¨®n en el Macba.
P. Tampoco te ha ido tan mal en tu papel de outsider. Has pasado largas temporadas en Par¨ªs, en Colonia.
R. No me quedaba otro remedio si quer¨ªa oxigenarme un poco. Con lo que se aprende en la escuela de Bellas Artes... No he visto una educaci¨®n m¨¢s rancia que aqu¨¦lla, menos relacionada con el mundo real. Muy ¨²til, supongo, si quieres dedicarte al paisajismo rural o al bodeg¨®n, o a reproducir la sutileza del encaje y las puntillas en un lienzo, habilidad en la que brillaba con luz propia uno de mis profesores. Pero, claro, a m¨ª todo eso no me interesaba.
P. A los artistas secundarios desprende un cierto desinter¨¦s por la pintura, como si lo que tuvieras que decir ya no te cupiera en un lienzo.
R. La pintura me sigue interesando, pero... A veces se convierte en un elemento m¨¢s, en algo que aspira a a?adir informaci¨®n a una obra. F¨ªjate en esa imagen de la exposici¨®n, la del hogar ideal con un matrimonio que se desde?a mutuamente mientras que ambos miembros de la pareja prescinden de su hijo. ?Qu¨¦ tienen en las paredes? Cuadros m¨ªos. ?Y de qu¨¦ les sirven? De nada.
P. Tu exposici¨®n es la puesta en pr¨¢ctica de un concepto, ?no?
R. Absolutamente. Mira, yo no soy uno de esos artistas que se pasan la vida produciendo cuadro tras cuadro. Eso que lo hagan Barcel¨® y los de su estilo. Yo necesito tener algo que decir. Necesito una idea previa para todo lo que hago. Esa idea se convierte en un gui¨®n y la exposici¨®n no es m¨¢s que la puesta en pr¨¢ctica de ese gui¨®n. Con A los artistas secundarios lo que he pretendido, en cierta medida, es bajar del pedestal al artista, insinuar que el artista no es un ser superior, un mago que sabe hacer cosas que les est¨¢n vedadas al com¨²n de los mortales. Si es un mago, se trata de un mago chapucero cuyo ¨²nico inter¨¦s es creer que puede hacer salir conejos de la chistera. Supongo que has le¨ªdo Las siete bolas de cristal.
P. Varias veces.
R. ?Recuerdas la secuencia en la que el capit¨¢n Haddock intenta hacer un truco y le sale fatal? ?Y como luego Tint¨ªn y el capit¨¢n van a un teatro cutre en el que un mago hace trucos impecables? Pues yo me quedo con las chapuzas de Haddock antes que con los trucos del profesional. ?Por qu¨¦? Porque Haddock cree en la magia, mientras que el otro no es m¨¢s que un enga?abobos profesional que no cree en nada. Lo mismo ocurre en el mundo del arte, y yo me quedo con los que son como el capit¨¢n Haddock, quien, por cierto, siempre ha sido mi modelo de conducta. Tal vez porque me recuerda a mi abuelo, que era un tipo estupendo del que aprend¨ª muchas cosas.
P. ?Por ejemplo?
R. Pues a intentar entender la vida. ?l era un comunista ut¨®pico que fund¨® una comuna en Terrassa. Ya est¨¢ muerto, as¨ª que, por lo menos, se ha librado de ver lo que Julio Anguita ha hecho con la izquierda espa?ola. Eran una serie de casas construidas por ¨¦l y sus amigos, gente que se ayudaba mutuamente y que pensaba en algo m¨¢s que en enriquecerse. Mi abuelo gan¨® dinero, de acuerdo. Invent¨® un sistema de encendido, el contactor, que fue un ¨¦xito. Pero a la que pudo, cedi¨® la empresa a mi padre y se volvi¨® al campo a hacer de pay¨¦s. Gracias a ¨¦l, yo vivo en una de esas casas y no en un piso infame.
P. Despu¨¦s de Par¨ªs y Colonia, ?Terrassa?
R. ?Por qu¨¦ no? Hoy d¨ªa, con Internet y dem¨¢s, ya da pr¨¢cticamente lo mismo vivir en Terrassa que en Berl¨ªn. Soy de all¨ª y me siento a gusto. Mi mujer es de all¨ª.
P. ?Te segu¨ªa a disgusto en tus periplos internacionales?
R. A veces ven¨ªa conmigo, a veces no. No est¨¢ subordinada a m¨ª. Llevamos juntos 22 a?os, desde que yo ten¨ªa 16 y ella 13, y eso convierte a tu mujer en un colega insuperable.
P. Antes hablabas de la necesidad de un gui¨®n. ?De d¨®nde salen las ideas para ese gui¨®n?
R. De la realidad, supongo. Y de los libros, que son otra forma de realidad. Yo, las dos ¨²nicas cosas que he tenido claras desde peque?o eran que me gustaba dibujar y que me gustaba leer. Sigo leyendo mucho. Soy de los que cada ma?ana se zampa el diario de cabo a rabo junto al desayuno, y de los que acaba, inevitablemente, viendo el lado pol¨ªtico del arte, su capacidad para decir cosas, para transmitir conceptos.
P. A los pol¨ªticos les encanta el arte. El otro d¨ªa le¨ª un fascinante pr¨®logo de Mariano Rajoy al cat¨¢logo de una exposici¨®n sobre la gauche divine.
R. ?Por qu¨¦ no se dedican a sus asuntos? ?No hab¨ªamos quedado en que se hab¨ªan acabado las ideolog¨ªas, en que todo el mundo era de centro y en que los l¨ªderes carism¨¢ticos se hab¨ªan convertido en gestores? Pues que gestionen las cosas un poco mejor.
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