'The Eli¨¢n show'
En la pel¨ªcula The Truman show, el protagonista (Jim Carrey) est¨¢ siendo filmado d¨ªa y noche mientras duerme, despierta, vive, come, trabaja, ama... ?l ignora lo que ocurre, pero millones de televidentes hacen algo peor: fingen que ignoran, creen estar viendo en vivo, en sus pantallas, la vida completa de un hombre. Los dem¨¢s actores, incluyendo a la "esposa" del teleh¨¦roe, conocen la verdad. Est¨¢n actuando. Y los productores de la telenovela ininterrumpida, para no hablar de los due?os de la compa?¨ªa, no s¨®lo saben la verdad: la organizan y la explotan.Eli¨¢n Gonz¨¢lez ha vivido el Truman show, esta vez de verdad. Sobrevivi¨® al naufragio de su madre balsera y cay¨® en manos de sus parientes en Miami. All¨ª mismo, la soluci¨®n del problema se presentaba clara e inmediata. Independientemente de la decisi¨®n de la madre de Eli¨¢n, al perecer ¨¦sta, la patria potestad le pertenece al padre sobreviviente, Juan Manuel Gonz¨¢lez, residente en Cuba. No hab¨ªa, en esencia, m¨¢s que decir o m¨¢s que hacer: el ni?o le pertenece al padre. As¨ª lo decidieron, desde un principio, las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley en los Estados Unidos: la procuradora general de justicia, Janet Reno, y el Servicio de Migraci¨®n y Nacionalizaci¨®n de los Estados Unidos (INS).
Pero una soluci¨®n tan simple como ¨¦sta hubiese frustrado al exigente y ¨¢vido p¨²blico del Eli¨¢n show. Los familiares cubanos del ni?o, por razones sentimentales f¨¢ciles de comprender, decidieron quedarse con ¨¦l. A esta respetable raz¨®n se uni¨® muy pronto otra menos digna: convertir a Eli¨¢n en bandera de la lucha anticastrista del exilio cubano en Miami. A este carro se treparon de inmediato los pol¨ªticos norteamericanos que explotan a su favor las cuatro d¨¦cadas de tensi¨®n entre Washington y La Habana. Los nost¨¢lgicos de la guerra fr¨ªa que llevan diez a?os sin m¨¢s bandera que Cuba, vieron renacer sus arrestos b¨¦licos. Y para colmo de oportunismo, los principales contendientes a la presidencia de los Estados Unidos, el dem¨®crata Al Gore y el republicano George W. Bush, se sumaron a la postura de la histeria heroica: salvemos al ni?o de las garras del d¨¦spota cubano. D¨¦mosle el abrigo de lo que Bush llama, con crispante chovinismo, "la tierra de la libertad". Pero Bush, al menos, es un opositor en campa?a. M¨¢s deslucido, m¨¢s oportunista, m¨¢s waffle, se ha visto Gore, capturado entre su puesto como vicepresidente del Gobierno de Clinton y sus aspiraciones a ganar el voto de la Florida en noviembre.
Por su parte, Fidel Castro, ni tardo ni perezoso, agarra al vuelo la nueva oportunidad entre las muchas (o las todas) que los Gobiernos norteamericanos le ofrecen desde tiempos de Eisenhower: posar como el defensor de la soberan¨ªa cubana frente a la agresi¨®n norteamericana. La ciega persistencia de esa pol¨ªtica de agresi¨®n iniciada por Ike y seguida por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush y Clinton ha sido el m¨¢s seguro aval para la larga permanencia de Castro en el poder. ?l es el palad¨ªn de la patria, la coraza contra el imperialismo, el soberano de la soberan¨ªa. ?l puede convocar, con la m¨¢scara de un ni?o beat¨ªfico de seis a?os, a multitudes que as¨ª renuevan su fervor revolucionario, su apoyo a Fidel y su probada convicci¨®n: sin el L¨ªder M¨¢ximo, los gringos nos devoran en una hora. El Circo M¨¢ximo.
Usado por Fidel Castro, por el exilio en Miami y por la derecha norteamericana, Eli¨¢n Gonz¨¢lez es s¨®lo un simp¨¢tico ni?o de seis a?os de edad. ?Qu¨¦ ser¨¢, despu¨¦s de esta experiencia, a los diecise¨ªs? S¨®lo el tiempo lo dir¨¢: lo que el tiempo -nuestro tiempo- nos ha dicho ya, es que el hambre de sensaci¨®n y espect¨¢culo del p¨²blico global cresohedonista es insaciable. Eli¨¢n, por encima de todo, ha alimentado la sed de sensaci¨®n, novedad, sentimentalismo, esc¨¢ndalo, pasiones inflamadas y experiencias vicarias del mismo p¨²blico que asiste en el cine a las haza?as de Arnold Schwarzenegger y en la caja idiota a los stripteases familiares y personales de parejas mal avenidas, ni?os maltratados, adolescentes rebeldes y un largo etc¨¦tera. Shirley Temple, armada de pistolas de alto calibre, procede a diezmar a sus compa?eritos del Good Ship Lollypop. Andy Hardy confiesa que el juez su padre lo castiga a latigazo limpio. Judy Garland, del otro lado del arcoiris, descubre que su madre es la bruja maldita. Y Eli¨¢n Gonz¨¢lez es un querube fotog¨¦nico que alimenta la agenda pol¨ªtica del exilio cubano, del gobierno cubano, de los candidatos presidenciales norteamericanos, de la prensa, la televisi¨®n y los ¨¢vidos hogares globales. That's entertainment. Y como lo dijo el soci¨®logo Neil Posterman, todos estamos dispuestos a ser entretenidos hasta la muerte.
Soluci¨®n sencilla: Elian, reunido con su padre, se instala tranquilamente en Espa?a. Ni vive en una dictadura ni deja de hablar espa?ol ni es perturbado por la revista Hola, que no se especializa en ni?os conflictivos sino en nenas satisfechas. Vive en una democracia de su propia cultura hispanoamericana. Y quiz¨¢s, antes de que cumpla diecis¨¦is a?os, un presidente de los Estados Unidos se dar¨¢ cuenta de que la prolongada estancia de Fidel Castro en el poder se debe en enorme medida a la ayuda que durante cuarenta a?os le han prestado nueve presidentes norteamericanos. Quiz¨¢s, a los diecis¨¦is a?os, Eli¨¢n Gonz¨¢lez pueda vivir en una Cuba libre del autoritarismo soberbio de Castro y de la soberbia agresi¨®n de Washington.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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