Esplendor sin ret¨®rica

A sala llena y con no escasos entusiastas que buscaban en vano una entrada, actu¨® ayer en el Auditorio Nacional la Orquesta Sinf¨®nica de Chicago, con su actual director titular, Daniel Barenboim, para interpretar la Quinta Sinfon¨ªa de Gustav Mahler. S¨ª, la del Adagietto, la de Muerte en Venecia, que filmara Visconti en 1971, la de un Mahler que pretend¨ªa volcar en sus obras su completa visi¨®n del mundo, su miedo y sus angustias.La verdad es que lo mejor del excepcional creador y profesional que fue Mahler est¨¢ m¨¢s que en su cosmos biogr¨¢fico, en su cosmos meramente musical. As¨ª parece entenderlo Barenboim en nuestros d¨ªas, con la perspectiva necesaria que otorga la distancia hist¨®rica y, tambi¨¦n, con el ingreso del legado mahleriano en el repertorio normal, en la familiaridad de la gran mayor¨ªa filarm¨®nica. Su versi¨®n fue espl¨¦ndida y provoc¨® una respuesta aclamatoria.

El gran aparato de la orquesta mahleriana se corresponde con los esplendores de la Sinf¨®nica de Chicago, una de las mejores del mundo. Con tales posibilidades, Daniel Barenboim despleg¨® su imaginaci¨®n y su pasi¨®n siempre controladas y sin la menor concesi¨®n a la demagogia.

No la hay nunca en Barenboim, a lo largo de un continuo vibrar y un constante desentra?ar los paisajes exteriores o los m¨¢s ¨ªntimos que comunic¨® el compositor en un juego extremado de contrastes y vivencias.

M¨²sica hermosamente pesimista incluso en sus m¨¢s grandes estallidos sonoros o en la complejidad de un contrapuntismo tan l¨ªneal como t¨ªmbrico. De la imaginaci¨®n colorista de Mahler se deriva el efecto pl¨¢stico de sus grandes mensajes y de su angustia, el amargor l¨ªrico o la reacci¨®n ir¨®nica.

La monumental sinfon¨ªa qued¨® iluminada en su conjunto, fuertemente unitario y en sus menores rasgos. Y el ¨¦xito no se hizo esperar en uno de los conciertos cimeros del ciclo de Iberm¨²sica.