Entre Zaplana y Eliseu caben m¨¢s valencianos
A Eduardo Zaplana le legitiman las urnas. A Eliseu Climent le legitiman su capacidad de convocatoria en la calle y su defensa incansable de nuestra lengua y nuestra cultura. Pero los dos se alojan en los extremos de un posible acuerdo que cicatrice las heridas del conflicto civil valenciano y que permita mirar nuestro futuro como pueblo con esperanza.Zaplana es un nacionalista espa?ol tradicional. No tanto por sus or¨ªgenes murcianos -que tambi¨¦n- sino porque no ha hecho ning¨²n esfuerzo por valencianizarse -m¨¢s all¨¢ de la cosa folkl¨®rica, que no est¨¢ mal- y tiene todos los tics t¨ªpicos de los nacionalistas dominantes: ignora o criminaliza a los que no piensan o sienten como ¨¦l. Ah¨ª lo tenemos de President cinco a?os y no se ha dignado aprender la lengua propia de los valencianos. Todo un s¨ªntoma, pero no el ¨²nico.
Eliseu es un nacionalista pancatalanista tradicional. No tanto por sus or¨ªgenes de luchador antifranquista y, por tanto, de radicalismo ideol¨®gico -que tambi¨¦n- sino porque no ha hecho ning¨²n esfuerzo por tomar nota de los sentimientos mayoritarios de los valencianos, tras m¨¢s de veinte a?os de consultas electorales: su imaginario nacional de los Pa¨ªses Catalanes lo lleva a un gueto dorado, pero a un gueto, en la sociedad valenciana. Ah¨ª lo tenemos convocando a?o tras a?o las semanas culturales y los espect¨¢culos musicales m¨¢s dignos que puedan imaginarse y el personal sin enterarse. Todo un s¨ªntoma, pero no el ¨²nico.
Entre estos dos extremos debe haber un amplio espacio para que la mayor¨ªa de los valencianos podamos convivir sin traumas y aun concitar anhelos y proyectos comunes que nos permitan tener un lugar digno en la Europa del siglo XXI. Ese acuerdo es imprescindible si queremos sobrevivir como naci¨®n, como colectividad diferenciada. Porque si la mundializaci¨®n uniformista que vivimos inquieta a culturas y naciones fuertes como la francesa o la castellana, con estados y poderes s¨®lidos que las respaldan (el franc¨¦s y el espa?ol), ?c¨®mo no va a inquietarnos a quienes no tenemos todo eso?
La Uni¨®n Europea acaba de iniciar una campa?a de concienciaci¨®n europe¨ªsta con el lema Europa unida y diversa. Un lema precioso que podr¨ªa anticiparse para el caso de Espa?a. De hecho, la Espa?a plurinacional podr¨ªa ser un campo de experimentaci¨®n extraordinario para valorar la importancia de compartir proyectos respetando las diferencias internas; es decir, convivir en una sociedad democr¨¢tica donde los valores de la tolerancia y el respeto a la diferencia sean imprescindibles.
Enfrente de ese ideario est¨¢n los nacionalismos excluyentes. En el caso espa?ol, el principal obst¨¢culo es, sin duda, el propio nacionalismo espa?ol. Como contrapunto, me gust¨® o¨ªr a Eliseu, en la plaza de toros de Valencia, hablar de un nacionalismo integrador y tolerante frente a los excluyentes. Y fue bonito ver como se plasmaba de inmediato esa visi¨®n en el magn¨ªfico espect¨¢culo de Llu¨ªs Llach, Germania 2007, donde la presencia de la cantante cubana Lucrecia encandil¨® al p¨²blico.
L¨¢stima que algunos desalmados -como pasa en las grandes concentraciones de p¨²blico, por ejemplo durante las Fallas y, por ello, no se las criminaliza (a las Fallas)- enturbiaran aquel ambiente de tolerancia con destrucciones de mobiliario urbano. Y que grupos minoritarios en el coso taurino impusieran gritos pol¨ªticos a una mayor¨ªa que se limitaba a callar educadamente. Es bueno recordar ahora que la pluralidad democr¨¢tica est¨¢ tambi¨¦n en no pasarse de la raya y en no incomodar a tu vecino de asiento. O ?es que, quiz¨¢, algunos de los que gritaban no oyeron a Eliseu y tambi¨¦n se alinean en la versi¨®n excluyente del nacionalismo?
En el fondo, el primer trabajo a realizar es la pr¨¢ctica sistem¨¢tica de la tolerancia y el respeto al discrepante. Es tan leg¨ªtimo estar a favor de los Pa¨ªses Catalanes como estar en contra. No cuela el argumento del antiguo l¨ªder de Falange Espa?ola y actual presidente de la Diputaci¨®n de Valencia, Ferran (perd¨®n, Fernando) Giner que eso de los Pa¨ªses Catalanes es inconstitucional. Lo ¨²nico que no permite la Constituci¨®n es la federaci¨®n de comunidades aut¨®nomas y la mayor¨ªa de los que utilizan lo de Pa¨ªses Catalanes est¨¢n m¨¢s cerca de una idea similar a la de la Hispanidad que a la del antiguo Imperio Espa?ol. Pero, aunque se defendiese la unidad pol¨ªtica de los mencionados pa¨ªses, m¨¢s inconstitucional ser¨ªa impedir la libertad de expresi¨®n. Porque la libertad de expresi¨®n es un principio constitucional sustantivo y el impedimento de la federaci¨®n de comunidades aut¨®nomas, no.
Pero, obviamente la controversia catalanista es b¨¢sicamente una maniobra de distracci¨®n frente al problema principal: la desvalencianizaci¨®n de nuestro pa¨ªs. Entiendo que Zaplana la alimente, pero no lo entiendo tanto en Eliseu, despu¨¦s de tantos a?os. El argumento de sumar fuerzas entre catalanes, valencianos y bale¨¢ricos, frente al uniformismo cultural que nos envuelve -tal y como lo expres¨® el l¨ªder de Acci¨® Cultural en la plaza de toros-, no es fundamental: los valencianos ya somos m¨¢s de cuatro millones, muchos m¨¢s que los irlandeses, por poner un ejemplo.
Lo fundamental -y prioritario-, desde mi modesto punto de vista, es rescatar el orgullo de sentirse valenciano, cultivar la autoestima, proponer metas colectivas comunes, compatibles con la pluralidad ideol¨®gica y de sentimientos que nos caracteriza. Resistirse a la sustituci¨®n de la identidad valenciana por la espa?ola (la de los nacionalistas espa?oles, es decir, la castellana), porque empobrece la riqueza identitaria de Europa y del mundo a cambio de nada, mejor dicho a cambio de favorecer exclusivamente los intereses parasitarios de las estructuras del aparato estatal espa?ol. En definitiva, tener un proyecto pol¨ªtico -y nacional- particular para el pueblo valenciano.
Naturalmente, este valencianismo pol¨ªtico no debe ser incompatible con acuerdos culturales y de otro tipo con los dem¨¢s pa¨ªses que comparten nuestro dominio ling¨¹¨ªstico (Catalu?a y Baleares, fundamentalmente, cosa que la Constituci¨®n vigente permite), como se hace normalmente con los pa¨ªses castellanohablantes de Am¨¦rica Latina, en los pa¨ªses de habla portuguesa, en los de lengua alemana, entre Flandes y Holanda, en la Francofon¨ªa o en la Commonwealth. Ni tampoco, con la necesaria solidaridad con los otros pueblos de Espa?a y de Europa. ?A qui¨¦n molesta un planteamiento de este tipo? ?No puede ser un lugar de encuentro de la mayor¨ªa de los valencianos que se encuentran entre Zaplana y Eliseu? ?No ser¨ªa para darse con un canto en los dientes si, al final, tambi¨¦n se apuntasen a este proyecto los propios Zaplana y Eliseu?
Los beneficios para el conjunto de los valencianos ser¨ªan inmensos. Para empezar, generar¨ªa una sinergia en la acci¨®n pol¨ªtica de las instituciones valencianas que Madrid y Bruselas no podr¨ªan ignorarnos nunca m¨¢s, m¨¢s all¨¢ de la broma esa del "poder valenciano". Y por supuesto, ser¨ªa la ¨²nica manera de asegurar la existencia del pueblo valenciano por muchas generaciones.
Vicent Soler es catedr¨¢tico de Estructura Econ¨®mica de la Universidad de Valencia.
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