Indonesia, entre la democracia y la corrupci¨®n heredada
ENVIADO ESPECIALEl astuto presidente indonesio, Abdurrahman Wahid, de 59 a?os, con una salud precaria, dos derrames cerebrales a sus espaldas y pr¨¢cticamente ciego, afirmaba el pasado 26 de octubre, durante la toma de posesi¨®n del nuevo Gobierno, que sus m¨¢ximas prioridades tras la cruel y ruinosa dictadura del general Suharto ser¨ªan una "progresiva reforma militar, a la manera indonesia, la recuperaci¨®n econ¨®mica y el mantenimiento de la integridad territorial".
Al borde del segundo aniversario de la ca¨ªda de Suharto (el pr¨®ximo domingo), el presidente de Indonesia, un pa¨ªs endeudado hasta las cejas, minado por la corrupci¨®n y fracturado por enfrentamientos ¨¦tnicos, religiosos o independentistas, ha puesto en marcha una lenta reforma militar, pero no ha emprendido el combate contra una corrupci¨®n casi end¨¦mica, ni ha impulsado la urgente y necesaria recuperaci¨®n econ¨®mica. El Fondo Monetario Internacional acaba de retrasar la inyecci¨®n econ¨®mica prevista para finales del pasado abril (400 millones de d¨®lares) ante el incumplimiento de las medidas pactadas con Yakarta.
Procedente de una antigua familia comprometida con la independencia nacional y la defensa del islamismo, Wahid es un hombre contradictorio, misterioso y maquiav¨¦lico. Algo probablemente no muy aconsejable para gobernar el mayor archipi¨¦lago del mundo con m¨¢s de 17.000 islas, cerca de 10.000 deshabitadas, m¨¢s de 200 millones de personas, el 88% musulmanes, y ahora la te¨®rica tercera democracia del planeta.
En un pa¨ªs en el que se toman las decisiones por consenso, Wahid lo dirige a golpe de inspiraci¨®n, con desconcierto y de forma individualista. De ah¨ª el sorprendente cese de su primer ministro de Defensa, el general Wiranto, investigado actualmente por su supuesta participaci¨®n en las matanzas de Timor Oriental tras la victoria independentista en el refer¨¦ndum del territorio. Tras solicitarle su dimisi¨®n en reiteradas ocasiones, el presidente le suspendi¨® de sus funciones horas despu¨¦s de haberle confirmado en su puesto. As¨ª gobierna Wahid.
Su cuerpo marchito contrasta con una mente ¨¢gil, controvertida y astuta. Sus pactos y alianzas con el resto de los partidos y especialmente con el Ej¨¦rcito, que concentraba todo el poder del pa¨ªs, le otorgaron la presidencia de una esperada transici¨®n democr¨¢tica. No hay duda de que Wahid ha iniciado la desmilitarizaci¨®n del r¨¦gimen sin aparentes convulsiones. El pasado febrero, el Gobierno destituy¨® sin protestas conocidas a 74 comandantes de las poderosas fuerzas militares. Por primera vez en m¨¢s de treinta a?os de dominio militar, las Fuerzas Armadas iniciaban su progresivo alejamiento de los centros de poder pol¨ªtico, aunque no todav¨ªa del econ¨®mico.
El nuevo ministro de Defensa, Yuwono Sudarsono, explicaba a EL PA?S que "el Gobierno est¨¢ empezando una reforma militar que durar¨¢ entre 5 y 10 a?os, pero no hay duda de que las Fuerzas Armadas se someter¨¢n al poder civil". "Hemos reducido", dijo, "la participaci¨®n de los militares en el Parlamento, de 100 representantes a 38, y en la pr¨®xima legislatura, prevista para el a?o 2004, no habr¨¢ ninguno sin pasar por las urnas. Ser¨¢ una reforma gradual, y por ello necesitamos tiempo".
Ante la presi¨®n exterior y la amenaza de crear un tribunal internacional que juzgue las matanzas de Timor, el fiscal general del Estado, Marzuki Darusman, ha iniciado una amplia investigaci¨®n que, al menos, est¨¢ consiguiendo la paulatina declaraci¨®n de los altos mandos del Ej¨¦rcito. El ministro de Defensa asegura que "los militares, con responsabilidades en estos cr¨ªmenes, ser¨¢n juzgados y castigados [el caso se encuentra en una fase preliminar y a¨²n no hay procesamientos], pero tenemos que tener mucho cuidado. No tenemos una justicia instant¨¢nea como, a veces, quiere la opini¨®n p¨²blica y los medios internacionales. Tenemos que instruir un proceso con todas las garant¨ªas y ofrecer un juicio justo. Sabemos que nuestra credibilidad est¨¢ en juego y no queremos un tribunal internacional". No obstante, el presidente ya ha anunciado que si el general Wiranto resulta culpable ser¨¢ indultado.
La reforma militar ya est¨¢ en marcha, pero no as¨ª la lucha contra la corrupci¨®n y las medidas para la necesaria recuperaci¨®n econ¨®mica. Los intereses de la familia Suharto, que a¨²n concentra el poder en las m¨¢s rentables compa?¨ªas del pa¨ªs, y la crisis desencadenada en Asia a partir de julio de 1997 han tenido un impacto devastador en Indonesia. La deuda externa alcanzaba al final de ese a?o los 136.000 millones de d¨®lares; la deuda privada de las empresas ascend¨ªa a m¨¢s de 80.000 millones; el PIB cay¨® en 1998 un 13,2%; m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n vive por debajo del denominado l¨ªmite de la pobreza, y el paro alcanza a m¨¢s del 20% de la poblaci¨®n. "Ning¨²n pa¨ªs en la historia reciente, y mucho menos del tama?o de Indonesia, ha sufrido nunca semejante cambio de fortuna", explica un informe del Banco Mundial. Independientemente de la crisis asi¨¢tica que, en algunos pa¨ªses, ya ha comenzado a repuntar, los analistas financieros coinciden en se?alar que el deterioro de la situaci¨®n se debe "a la falta de voluntad pol¨ªtica para realizar las reformas necesarias y poner en marcha los programas acordados con el FMI". Los observadores conf¨ªaban en que el Gobierno emprendiera un programa de reformas que restaurara la confianza de los mercados, pero no ha sido as¨ª, debido en gran parte a los intereses y privilegios de la familia Suharto, que se resiste a la reforma y est¨¢ precipitando al pa¨ªs en una crisis sin precedentes.
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