Una explosi¨®n de torer¨ªa
Llovi¨®, y sin embargo se estaba tan a gusto en la plaza. Y fue porque se lidiaba una verdadera corrida de toros, y los lidiadores se tra¨ªan una seriedad, una disposici¨®n, una verg¨¹enza torera. Torer¨ªa llaman a esa figura, que en diversos pasajes hizo explosi¨®n y puso a latir los corazones. O sea, mojados pero contentos.David Luguillano encendi¨® la mecha. David Luguillano ven¨ªa a la feria con unas ganas locas de apoderarse de ella, arrollar lo que fuera menester, incluso la raz¨®n. Y se sac¨® del alma un toreo vibrante, fastuoso, que expel¨ªa llamaradas de color.
Lo que le hizo Luguillano al tercer toro constituy¨® un faen¨®n. Cierto que en algunos tramos el toreo se desbordaba hasta salirse de los c¨¢nones, pero no era por ventaja ni dem¨¦rito alguno sino por la propia locura del artista, embriagado de arte, encendido de pasi¨®n.
Tabernero / Frascuelo, Bote, Luguillano Toros de Javier P¨¦rez Tabernero (uno devuelto por inv¨¢lido), con trap¨ªo y cornalones, tres sacaron poder, dos derribaron; flojos los restantes; encastados; 3? noble
5?, sobrero del Jaral de la Mira, terciado cornal¨®n, violento y dificultoso. Frascuelo: estocada corta (silencio); estocada corta y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio). Jos¨¦ Luis Bote: estocada y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta ca¨ªda (algunas palmas). David Luguillano: estocada delantera contraria recibiendo (oreja); estocada ladeada (escasa petici¨®n y vuelta). Plaza de Las Ventas, 21 de mayo. 12? corrida de abono. Lleno.
Cuando un torero torea as¨ª es in¨²til ponerle la lupa, se?alar picos, echar de menos cargazones. Ser¨ªa como si se menospreciara el Cuadro de las lanzas porque tres de ellas el autor las pint¨® torcidas.
En el platillo inci¨® Luguillano su faena por redondos embarcando y ligando, mejor¨® la tarea en otras tantas tandas de naturales hondos, y de ah¨ª sigui¨® la explosi¨®n, puede que descontrolada, de trincherillas, cambios de mano, pases de pecho, detalles, alardes surgidos de una dislocada inspiraci¨®n. Y, ante la general sorpresa, mat¨®, en corto y por derecho, ejecutando la suerte de recibir.
Lo que es la vida, siempre contradictoria e imprevisible.Un genio andaba suelto... Y, en cuanto entraba en liza, todo pod¨ªa suceder... Pod¨ªa suceder que cimbreara lances a la ver¨®nica, que las rematara mediante medias belmontinas o largas lagartijeras, que puesto a muletear, porfiara con entrega legionaria.
La tarde, efectivamente, iba torera en todos los frentes. Llover¨ªa, mas se trataba de la aut¨¦ntica fiesta de toros. Los propios toros, luciendo trap¨ªo y unas encornaduras astifinas. Y con poder: derribaron dos a puro ri?¨®n; m¨¢s la casta de su sangre brava, que siempre conlleva complicaciones y emotivos lances.
Cubri¨¦ndose quien pod¨ªa a base de paraguas y chubasqueros, o aguantando el remoj¨®n, la gente estaba encantada. Todos pendientes de la corrida, que era a la antigua usanza. Y no faltaba nadie, ni a nadie se echaba en falta: arriba la afici¨®n con su rigor y sus emociones, abajo una terna de matadores (y el peonaje tambi¨¦n) cargada de torer¨ªa.
Torer¨ªa por encima de todo sac¨® Frascuelo y a nadie extra?¨® porque es su patrimonio. Torer¨ªa en los ayudados por bajo con sabor a?ejo a su primer toro; torer¨ªa al citar y al embarcar. A veces se vio achuchado y si se le notaba la crispaci¨®n al librar las tarascadas era porque la agilidad y los reflejos ya no son los mismos cuando se han cumplido los 50. Los j¨®venes hacen lo mismo s¨®lo que la ligereza atl¨¦tica les permite disimular que est¨¢n poniendo pies en polvorosa. Algunos no paran de poner pies en polvorosa y van de figuras.
Pases en redondo, naturales, de la firma, trincherillas, los de pecho desgran¨® Frascuelo en el transcurso de sus desiguales faenas frente a unos toros que presentaban problemas. Y a¨²n al cuarto lo recibi¨® valerosamente de rodillas, a porta gayola, seguramente espoleado por el triunfo de Luguillano en el toro anterior
Y torer¨ªa la de Jos¨¦ Luis Bote, torero cabal donde los haya. Torero al ejecutar los lances a la ver¨®nica, en la brega, al construir sus faenas con sentido lidiador. Tuvo dos toros avisados, derrotones, a los que construy¨® las faenas midi¨¦ndoles las distancias, marc¨¢ndoles con temple los viajes, ense?¨¢ndolos a embestir y, cuando lo consegu¨ªa, los muletazos llevaban todo el aroma del toreo bueno.
Quedaba un toro de impresionante arboladura -inv¨¢lido por cierto-, prob¨®n y deslucido, y con ¨¦se se faj¨® Luguillano tras llev¨¢rselo al platillo, le busc¨® las vueltas a derechas y a izquierdas, le consinti¨® m¨¢s que los cl¨¢sicos legionarios del toreo, hasta tumbarlo de un volapi¨¦ volc¨¢ndose sobre el morrillo.
La corrida dur¨® lo justo (apenas dos horas), y la gente sali¨® deseando volver. Hecha una sopa, pero dispuesta a firmar donde hiciera falta que todas sean as¨ª. Hab¨ªa visto toros y toreros: nada menos.
Babelia
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