Un mundo que cambia. ?Una escuela p¨²blica que cambia? FRANCESC COLOMER
Estamos acostumbrados a que en los debates p¨²blicos sobre la educaci¨®n todo el mundo se considere capaz de dar su opini¨®n, excepto quienes se dedican cotidianamente a la tarea educativa en las escuelas. La ausencia clamorosa de la opini¨®n de maestros y profesores es una anomal¨ªa bastante significativa de la situaci¨®n en la que nos encontramos.Precisamente por eso, un grupo de profesionales de la ense?anza de distintas procedencias que no nos resignamos a ser simples espectadores ni mucho menos a hacernos las v¨ªctimas queremos expresar nuestro punto de vista sobre la educaci¨®n. Nos consideramos actores y, por eso, queremos pensar sobre nuestro trabajo y participar en el ¨¢gora educativa. Queremos hacerlo con la intenci¨®n de huir de los prejuicios y los t¨®picos. Queremos hacerlo desde unas pocas convicciones y desde muchas m¨¢s dudas. Pero, sobre todo, queremos hacerlo con la intenci¨®n de animar a los profesionales de la educaci¨®n a no dejarse encerrar en el mundo escolar, sino a abrir ventanas y buscar horizontes. En definitiva, a que no se resignen a vivir pasiva y malhumoradamente las decisiones y las opiniones sobre nuestro trabajo.
Las expectativas y las exigencias de las familias, las empresas y la sociedad en general sobre el sistema educativo no cesan de crecer. Son fruto de cambios econ¨®micos y sociales que afectan a la familia, el trabajo, la inserci¨®n social de los j¨®venes, la convivencia inter¨¦tnica e intercultural. Obedecen tambi¨¦n a las nuevas necesidades y formas de conocimiento y de informaci¨®n. Todo ello comporta un incremento y una diversificaci¨®n de las funciones y las tareas de la escuela hasta llegar a crear confusi¨®n sobre su misi¨®n. A veces se tiene la sensaci¨®n de que la escuela se ha convertido en un supermercado donde lo importante es la cantidad, la variedad y la rotaci¨®n de la oferta.
Esta es una situaci¨®n vivida con malestar desde la escuela por los maestros y profesores, que no acaban de entender el contraste excesivo entre las hinchadas expectativas y la escu¨¢lida realidad del apoyo moral y presupuestario. Con raz¨®n o sin ella, desde la escuela se tiene con demasiada frecuencia la percepci¨®n de que se le pide mucho -se le traspasan muchos problemas que las familias y la sociedad en general no se ven con fuerzas para resolver- y se le da poco: ni suficientes recursos, ni suficiente respeto, ni suficiente implicaci¨®n, ni suficiente corresponsabilidad. En definitiva, se le traspasan problemas que aligeran las responsabilidades de otros.
Es muy cierto que se trata de una percepci¨®n muy defensiva y demasiado susceptible. Quiz¨¢ deba hacerse el esfuerzo de mirarlo desde otra perspectiva, sin el negativismo que parece haberse instalado en los profesionales de la educaci¨®n. Si le damos la vuelta, esta petici¨®n de m¨¢s y m¨¢s funciones a la escuela no deja de ser una demostraci¨®n de confianza, no deja de ser un encargo profesional que la sociedad hace al sistema educativo.
Quiz¨¢, la cuesti¨®n de fondo es que no se ha conseguido una relaci¨®n profesional normalizada entre escuela y sociedad, como la que se da en otros servicios y actividades.
La escuela p¨²blica es la que sufre con m¨¢s intensidad esta tensi¨®n. Su rigidez organizativa le impide adaptarse f¨¢cilmente a las nuevas exigencias y, mucho menos, avanzarse e innovar. La atribuci¨®n a la escuela p¨²blica de la misi¨®n de ser la garant¨ªa de la igualdad la encajona a menudo en una funci¨®n m¨¢s social que educativa, como si la integraci¨®n social fuese asunto suyo, pero no lo fuese la excelencia educativa. Con esta impl¨ªcita divisi¨®n del trabajo se le impide competir en igualdad de condiciones con la escuela privada.
Resultar¨ªa parad¨®jico que el importante esfuerzo en formaci¨®n como el que entre todos hemos empezado a realizar diese como resultado un sistema escolar p¨²blico que renunciase a crear las condiciones necesariasa fin de que los m¨¢s capacitados encuentren una v¨ªa no clasista de distribuci¨®n de los papeles sociales. Tiene que imponerse otra v¨ªa, quiz¨¢ a contracorriente, basada en el esfuerzo y el trabajo personal. La degradaci¨®n de la escuela p¨²blica s¨®lo puede dar como resultado el fomento de un subsistema privado destinado a la formaci¨®n de aquellos cuyas familias otorguen mayor valor al aprendizaje y el conocimiento, y que puedan pag¨¢rselo. Visto as¨ª, el principal problema que tiene la ense?anza p¨²blica es la garant¨ªa de la calidad del sistema.
Para evitar esta falsa ruta de la escuela p¨²blica, es necesario revisar algunos t¨®picos del conservadurismo progresista. En primer lugar, el que considera que con m¨¢s recursos y con m¨¢s normas los problemas de la escuela p¨²blica se solucionar¨ªan en un instante, porque no se trata tan s¨®lo de recursos; se trata tambi¨¦n de c¨®mo se organizan y de c¨®mo se gestionan estos recursos. La experiencia nos demuestra que no podemos esperar mucho de emplear recursos y m¨¢s recursos si no mejoramos al mismo tiempo la organizaci¨®n y la gesti¨®n del sistema educativo.
Lo que se ha invertido en Catalu?a en los ¨²ltimos a?os no s¨®lo ha sido insuficiente, sino que -adem¨¢s- nos ha aprovechado muy poco. Podemos afirmar que el servicio que reciben los ciudadanos no es proporcional a la inversi¨®n efectuada, que adem¨¢s resulta car¨ªsima, y esto no se ha producido s¨®lo en la ¨²ltima legislatura, ciertamente vac¨ªa de ideas y de decisiones. La gesti¨®n global que hemos sufrido hasta ahora los docentes catalanes ha sido cada vez m¨¢s floja, m¨¢s t¨ªmida, sin empuje, evasiva; en definitiva, profundamente desorientadora.
Otro t¨®pico que se debe superar es el que considera que los males de la escuela p¨²blica son debidos a que se le pidan prestados recursos en beneficio de la escuela privada concertada. La dicotom¨ªa excluyente entre escuela p¨²blica y escuela privada puede satisfacer la buena conciencia ideol¨®gica, pero no ayuda a afrontar los problemas reales. Estamos necesitados de otra perspectiva que permita renovar el pacto social sobre la educaci¨®n, de manera que se actualicen las responsabilidades b¨¢sicas compartidas y exigibles a todas las escuelas sostenidas con fondos p¨²blicos, de forma que la escuela privada concertada no puede quedar al margen de la funci¨®n social que ahora se le exige en exclusiva a la escuela p¨²blica. Esta es una condici¨®n b¨¢sica de partida, pero a partir de aqu¨ª la escuela p¨²blica se debe financiar y tiene que organizarse de manera que pueda devenir plenamente competitiva. Como recuerda Josep Maria Bricall al hablar de la Universidad: "Si la Universidad p¨²blica no se reforma, ser¨¢ desbordada por el mercado".
Nuestro prop¨®sito es ir desgranando en pr¨®ximos art¨ªculos estas y otras cuestiones como la aplicaci¨®n de la reforma educativa, la delimitaci¨®n de las funciones m¨¢s genuinas del sistema educativo, la corresponsabilidad entre escuela, familia y sociedad, la desburocratizaci¨®n de la escuela p¨²blica, la autonom¨ªa de los centros y de los profesionales...
Sirva esta reflexi¨®n m¨¢s general de carta de presentaci¨®n. Esperamos habernos desviado lo suficiente de la correcci¨®n pol¨ªtica para suscitar la pol¨¦mica. Con este ¨¢nimo volveremos.
Francesc Colomer (profesor y coordinador del ¨¢rea de Educaci¨®n de la Diputaci¨®n de Barcelona) y 19 firmas m¨¢s. Col.lectiu Educaci¨® i Progr¨¦s.
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