Gran lecci¨®n del d¨²o Pires-M¨¹ller

Como sucede con algunas obras sinf¨®nicas, el ciclo orquestal B. de Iberm¨²sica, termin¨® en tono ¨ªntimo y preciosista. Un piano y una voz bastan si los autores se llaman Beethoven y Schubert y los int¨¦rpretes Mar¨ªa Jo?o Pires y Rufus M¨¹ller.Por otra parte, los diversos g¨¦neros musicales intercambian sus valores a lo largo de la historia y puede resultar m¨¢s explicable, en su misma esencialidad, una Sonata de Beethoven o de Schubert si a su lado situamos los versos de Goethe en lieder de ambos genios del romanticismo. Y esto pretenden los dos grandes artistas que cerraron, en clima de franco ¨¦xito, el curso de Iberm¨²sica en su 30? aniversario.

Mar¨ªa Jo?o Pires (Lisboa, 1944) es, desde hace a?os, uno de los m¨¢s altos exponentes del pianismo de nuestro tiempo. Su exact¨ªsimo y poderoso virtuosismo, le sirve para dar cauce a un rigor de criterio, a un sutil modo de "pensar la m¨²sica", a una m¨¢gica invenci¨®n de un sonido, absolutamente admirable. Beethoveniana arrolladora, se hizo en 1970 con el gran premio internacional organizado por la Uni¨®n Europea de Radiodifusi¨®n en el bicentenario del compositor de Bonn, pero, al mismo tiempo, conoce hasta los ¨²ltimos rincones de la obra de Franz Schubert, ilumina toda la magia de Claude Debussy o el Mozart m¨¢s terso y a¨¦reo.

Como todo gran int¨¦rprete bien equipado musicalmente, Mar¨ªa Jo?o practica, magistralmente los g¨¦neros de c¨¢mara: d¨²os, tr¨ªos, cuartetos y lieder. Pero, por grande que sea la talla de sus colaboradores -y la gran portuguesa los selecciona con el m¨¢ximo criterio-, en toda ocasi¨®n nos parece advertir un "algo m¨¢s" procedente de la fisonom¨ªa, la expresividad, el orden, la belleza y la intenci¨®n de Pires.

As¨ª sucedi¨®, una vez m¨¢s, tanto cuando Mar¨ªa Jo?o abord¨® la Sonata en si bemol mayor, op. 22, de Beethoven, o las formidables Variaciones sobre un tema original, Wo o 80, del mismo autor, en soluciones globalizadas en las que la entera maestr¨ªa de procedimiento da paso a las significaciones puramente est¨¦ticas. Schubert, el po¨¦tico de un breve vals, de los lieder sobre Goethe, Uhland o Leitner, o el capaz de convertir ese mismo mundo en gran forma pian¨ªstica en la Sonata en la mayor, D. 664, conmovi¨® a todos desde su sabia simplicidad, su palpitaci¨®n human¨ªsima e introvertida. Beethoven, cantando a Goethe o a Gellert, extrayendo de sus palabras las "razones de ser" musicales que albergan, fue otra lecci¨®n conmocionante, gracias a la nobleza de estilo de la pianista y el cantante, de voz muy bella, l¨ªnea bell¨ªsima, "legato" y dicci¨®n, tan amplia de vuelo como recogida en los ¨ªntimos valores, sustancia del g¨¦nero vocal de c¨¢mara que el sentimiento se impone a la menor tentaci¨®n ret¨®rica.

Gran tarde de m¨²sica pura y honda, de veracidad art¨ªstica y de emociones que perdurar¨¢n en cuanto las experimentaron por muy largo tiempo. Ante los largos aplausos, recibimos una sola "propina": la mil veces escuchada Serenata schubertiana que nos pareci¨® o¨ªr por vez primera.

Un concierto, en suma, que hace de lo art¨ªstico significante hecho de cultura.