Enjuiciar el juego de las reses
Los toros no iban a escapar a los tiempos de confusi¨®n irradiados por la llegada del a?o 2000 y sus consecuencias. Aunque ya viene de atr¨¢s, los enjuiciamientos de los toros por cronistas y aficionados, a prop¨®sito de caracter¨ªsticas f¨ªsicas o de comportamiento, sobre todo por los ¨²ltimos, dan lugar a verdaderos casos en que se solapa el toro con el hombre o el hombre con el toro. Los "dardos en la palabra" anticipan que ese grado de mezcolanza se llama prosopopeya, esa figura ret¨®rica que atribuye a los seres irracionales cualidades que s¨®lo atesoran los racionales. El asunto es que los viejos usos gacetilleros que defin¨ªan, un ejemplo, a los toros de Veragua como duros de pezu?a, y todo el mundo sab¨ªa a qu¨¦ se refer¨ªan, han ido cambiando para perder esa identidad que proporcionaba tanto lustre en el g¨¦nero period¨ªstico taurino. Ahora, los toros van ganando a toda prisa rasgos enteramente humanos. M¨¢s ejemplos: noble. Tal y como est¨¢n las cosas, si un toro encadena cuatro, cinco embestidas, inmediatamente ese toro es declarado noble, no ya candidato a un t¨ªtulo nobiliario, sino con las atribuciones propias de una persona noble, aquella que es incapaz de una acci¨®n que degrada o hace despreciable a quien la comete, ll¨¢mese enga?o, traici¨®n, delaci¨®n o cobard¨ªa. El periodismo taurino reductor ir¨¢ cogiendo confianza con el t¨¦rmino y se despe?ar¨¢ por terrenos m¨¢s afectivos para terminar diciendo del toro que es noblote o nobl¨®n. Las denominaciones de siempre, manso o bravo, de donde parten todas las otras categor¨ªas, padecen de alarmantes deterioros. De noble se llega por atajos diversos a esas nuevas acepciones: suave, suav¨®n, que en personas se entiende como de movimientos reposados, sin apenas brusquedad. De suave, sin soluci¨®n de continuidad, se llega a la situaci¨®n de bonancible, lo que emparenta a la caba?a presuntamente de bravo con la calma chicha, el estado de la mar y la meteorolog¨ªa. Claro que hay formas m¨¢s enf¨¢ticas de decir lo que es un toro as¨ª, tal y como lo hizo Juan Posada en una corrida en Sevilla hace 10 a?os. Tras generalizar sobre la presentaci¨®n de los seis astados, concluy¨® sobre su conducta en el ruedo: los seis resultaron "igualmente imb¨¦ciles". Personificaci¨®n de los animalitos. La bronquedad, en el modo opuesto de comportamiento de los toros, es t¨¦rmino antiguo que habilita para la dificultad, los problemas que presenta el toro para con el torero. Bronquedad tiene que ver con el genio, con la casta; es decir, palabras ya m¨¢s necesitadas de la depuraci¨®n t¨¦cnica. Pero ahora todo ello se resuelve con toda la carga de negatividad que se le puede aplicar al propio toro: que si es descastado, que si desrazado, manso peligroso, portador de peligro sordo o violento, o el colmo del an¨¢lisis light o simplista, que se produce cuando un toro es "malo para el torero", como si los instintos b¨¢sicos de toro y torero tuviesen que coincidir. Los ejemplares ¨¢speros, equivalentes a personas adustas; los encastados, si acaso, ser¨¢n calificados como temperamentales, lo que se presume de las personas vehementes y vivas en sus reacciones e impulsos. Estos mismos toros encastados, a poco que se desv¨ªen de los trazos de su clasificaci¨®n, ya no ser¨¢n encastados, sino de "mucha movilidad, pero bravucones en el caballo y que en dos ocasiones se han querido quitar el palo". Pobre si se le ocurre "hacer sonar el estribo" del caballo del picador: ser¨¢ declarado manso con toda solemnidad. Valgan las comparaciones. Ahora, un miura, a mucho tirar, permitir¨¢ decir, en ese acortamiento de los recursos de an¨¢lisis de los toros, que es largo de cuello, alto y "dificultoso". N¨¦stor Luj¨¢n dej¨® dicho, con la excusa de la cornada mortal de Espartero, que Miura "era una ganader¨ªa dura, soberbia, patialegre y sa?uda con los caballos, que desestribaba a los mejores jinetes y astillaba las varas con crujido seco". Qu¨¦ dif¨ªcil es o¨ªr hablar en estos tiempos de toros "regord¨ªos" o "sacudidos de carnes". Se quedan por lo general en "gordos", "sobrados de kilos". Zabala de la Serna, en Abc, dijo hace poco que una corrida de Guardiola estaba "bien comida", sin alardes ret¨®ricos, pero con toque personal indudable. Claro, nada comparable al devaneo literario, l¨ªricamente bello, de Javier Vill¨¢n en El Mundo del reciente 9 de mayo, cuando titul¨® 'Pedrajas son¨¢mbulos y tristes', con Sevilla de escenario. Y por si hab¨ªa alguna duda sobre los cruces de referentes afectivos entre racionales e irracionales, en medio de la cr¨®nica sostiene lo siguiente: "Los toros tambi¨¦n son humanos, ?no?".
Antonio Campuzano es periodista.
Babelia
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