Acord¨¦monos de Birmania y de Serbia.
Han pasado diez a?os desde que el pueblo de Birmania vot¨® abrumadoramente a la Liga Nacional para la Democracia, encabezada por Aung San Suu Kyi. Pero la junta militar se neg¨® a reconocer el resultado, y el pueblo de Birmania ha sufrido otra d¨¦cada de opresi¨®n por un Estado militar brutal y corrupto. Cuando viaj¨¦ all¨ª esta primavera, encontr¨¦ uno de los pa¨ªses m¨¢s hermosos del mundo, y uno de los reg¨ªmenes m¨¢s espantosos. Experiment¨¦ un clima de terror comparable al de la Rumania de Ceausescu. Conoc¨ª personas que hab¨ªan pasado a?os en prisi¨®n incomunicada y se hab¨ªan visto reducidas a comer ratas. Ahora que se aproxima el d¨¦cimo aniversario, la junta est¨¢ arrojando nerviosamente m¨¢s personas a las c¨¢rceles. ?Qu¨¦ se puede hacer respecto a un lugar como ¨¦ste? Estados Unidos y el Reino Unido han encabezado una pol¨ªtica de ostracismo y presi¨®n. Lideran la ronda anual de condenas de la ONU y otras organizaciones internacionales, incluida la Uni¨®n Europea (donde, en el plano interno, Francia y Alemania se han mostrado partidarias en ocasiones de una l¨ªnea m¨¢s suave, m¨¢s inclinada a la "d¨¦tente"). Estados Unidos ha prohibido nuevas inversiones en Birmania, y el Reino Unido ha instado recientemente a las principales empresas brit¨¢nicas, incluida Premier Oil, a reconsiderar su posici¨®n all¨ª. Una moci¨®n presentada en el Parlamento brit¨¢nico hace unos d¨ªas resume la estrategia anglo-estadounidense: "Ejercer la m¨¢xima presi¨®n posible sobre el r¨¦gimen".Creo que es una estrategia absolutamente acertada. La mejor forma de explicar por qu¨¦ es contestar a tres objeciones importantes contra ella. La primera objeci¨®n es la hipocres¨ªa y los dobles raseros. No tenemos pelos en la lengua a la hora de criticar el historial de derechos humanos de Birmania, pero nos volvemos melifluos cuando le toca el turno al de China. Vamos a la guerra para parar el expolio de Kosovo por parte de Serbia y, sin embargo, hablamos con palabras equ¨ªvocas sobre el de Chechenia por parte de Rusia. Pues bien, el comienzo de una respuesta honrada a esta objeci¨®n es: s¨ª, son dobles raseros. Sin embargo, la conclusi¨®n adecuada no es que deber¨ªamos suavizar nuestras cr¨ªticas a Birmania o a Serbia. Es que deber¨ªamos ser m¨¢s francos en nuestras cr¨ªticas a China y Rusia.
Y, sin embargo, eso no significa que debi¨¦semos actuar de forma id¨¦ntica: por ejemplo, instar a nuestras empresas petroleras a abandonar China y Rusia. Diferentes circunstancias requieren diferentes medidas. No es posible tratar a pa¨ªses grandes y poderosos de la misma forma que a los peque?os. En el mundo moralmente imperfecto de las relaciones internacionales no es incorrecto mezclar las consideraciones de inter¨¦s nacional con las de los principios. Y es correcto distinguir entre reg¨ªmenes que pueden estar abiertos a las cr¨ªticas y aquellos que, como el birmano, parecen enteramente sordos a ellas. Si su actitud cambiase, tambi¨¦n podr¨ªa cambiar la nuestra.
La segunda objeci¨®n es: "No ha funcionado". Quienes conocen bien Birmania est¨¢n comprensiblemente preocupados por la ca¨ªda en espiral del pa¨ªs hacia una ci¨¦naga de pobreza, adicci¨®n a las drogas, sida y retraso educativo cada vez peores. Afirman que 10 a?os de l¨ªnea dura anglo-estadounidense, desalentando la inversi¨®n extranjera y los cr¨¦ditos al desarrollo y el turismo, han perjudicado al pueblo, pero no han llevado al r¨¦gimen a la mesa de negociaci¨®n. Que, dado que "no ha funcionado", a lo mejor valdr¨ªa la pena probar una l¨ªnea m¨¢s suave. Y que, en cualquier caso, es seguro que algunos beneficios "se filtrar¨ªan" hasta los hombres y las mujeres de a pie.
Una vez m¨¢s, los argumentos resultan muy familiares. Y una vez m¨¢s hay que decir que hay algunos reg¨ªmenes, y algunos momentos, en los que dicha suavizaci¨®n ser¨ªa oportuna: por ejemplo, a la hora de animar a una dictadura a seguir por el camino de reforma en el que ha intentado embarcarse. Pero mi opini¨®n es que ¨¦ste no es uno de esos reg¨ªmenes y tampoco uno de esos momentos. De hecho, el problema real no es que haya habido demasiada presi¨®n, sino que no ha habido suficiente, ni externa ni interna.
A pesar de los valientes esfuerzos de Aung San Suu Kyi y su asediada Liga Pol¨ªtica para la Democracia, la oposici¨®n interna no ha sido capaz de organizar el tipo de presiones sostenidas contra los gobernantes que el ANC consigui¨® en Sur¨¢frica y Solidaridad en Polonia. Mientras tanto, el frente relativamente unido de la pol¨ªtica occidental est¨¢ minado por el hecho de que el mayor vecino de Birmania, China, apoya al r¨¦gimen militar (y se beneficia de ¨¦l), mientras que su otro gran vecino, India, mantiene la ambig¨¹edad, y varios pa¨ªses asi¨¢ticos ricos, como Jap¨®n y Singapur, siguen invirtiendo en Birmania y s¨®lo hacen cr¨ªticas leves y privadas.
Esto conduce directamente a la tercera objeci¨®n: que dicho ejercicio de poder es una expresi¨®n del imperialismo moral occidental. Birmania tiene otros valores, s¨ª, esos famosos "valores asi¨¢ticos". A esto hay una respuesta breve y suficiente. La pol¨ªtica defendida por Estados Unidos y el Reino Unido es la preferida por los representantes democr¨¢ticamente elegidos de Birmania. Aung San Suu Kyi me dej¨® esto claro cuando habl¨¦ con ella a comienzos de a?o, igual que ha hecho en muchas ocasiones. Por supuesto, hay birmanos amigos de la democracia que piensan de otra manera, y siempre es una empresa arriesgada decir lo que desea "el pueblo" en una dictadura. Pero ¨¦ste es un caso excepcionalmente claro, en el que un l¨ªder y un partido por los que ha votado una gran mayor¨ªa en las ¨²ltimas elecciones democr¨¢ticas del pa¨ªs mantienen una postura nada ambigua.
En todos esos casos, me parece, el punto de vista de quienes est¨¢n en el terreno, luchando por la democracia en el propio pa¨ªs, deber¨ªa ser una consideraci¨®n principal si no determinante del todo. Esos puntos de vista no siempre ser¨¢n partidarios de los embargos y las
sanciones. Tomemos la oposici¨®n serbia, por ejemplo, que en la actualidad se ve ferozmente atacada por el r¨¦gimen de Milosevic (aunque cualquiera lo dir¨ªa a juzgar por las noticias que nos sirven habitualmente, igual que no nos enterar¨ªamos de la miseria continuada de Birmania). A pesar de lo dividida que ha estado esa oposici¨®n, pr¨¢cticamente todos los representantes con los que yo he hablado est¨¢n de acuerdo en que la mayor¨ªa de las sanciones occidentales son contraproducentes. Un levantamiento controlado de las sanciones que perjudican a la poblaci¨®n, combinado con una cuidadosa explicaci¨®n al pueblo serbio de por qu¨¦ se hac¨ªa esto, y un endurecimiento simult¨¢neo de las sanciones dirigidas espec¨ªficamente contra Milosevic y sus secuaces; ¨¦sta ser¨ªa la mejor forma de ayudar a la causa de la democracia en Serbia. Aunque no soy excesivamente optimista acerca de las posibilidades de dicho planteamiento, estoy convencido de que vale la pena intentarlo. Lo que es s¨®lo salsa para la oca birmana podr¨ªa ser ars¨¦nico para el ganso serbio.
Entretanto, no tuve m¨¢s remedio que re¨ªrme cuando, poco despu¨¦s de mi visita a Birmania, el ministro de Asuntos Exteriores serbio se present¨® all¨ª, en medio de efusivas declaraciones oficiales de admiraci¨®n y apoyo mutuos. ?Estados rebeldes del mundo, un¨ªos! Deber¨ªamos acordarnos de Birmania. Deber¨ªamos acordarnos de Serbia. Y, como queremos lo mismo para ambas, deber¨ªamos hacer cosas diferentes respecto cada una.
Timothy Garton Ash es escritor y profesor en el St Anthony's College de Oxford, su libro Historia del presente: ensayos, retratos y cr¨®nicas de los 90, acaba de ser publicado en Espa?a por Tusquets.
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