Bush busca ampliar su base electoral con la suspensi¨®n de una ejecuci¨®n
En 1992 el entonces candidato dem¨®crata Bill Clinton interrumpi¨® su campa?a presidencial para regresar a Arkansas, Estado del que era gobernador, y dar luz verde a la ejecuci¨®n de un retrasado mental que hab¨ªa matado a un polic¨ªa; el jueves, el candidato republicano George Bush aplaz¨®, por primera vez en sus cinco a?os como gobernador de Tejas, la ejecuci¨®n de un condenado por la violaci¨®n y muerte de una adolescente, para darle una oportunidad a los an¨¢lisis de ADN.
Clinton ten¨ªa que probar que era "duro" en materia de lucha contra la delincuencia; Bush intenta ahora subrayar lo contrario: que es capaz de compasi¨®n. Estos casos extremos de irrupci¨®n del debate sobre la pena de muerte en la carrera hacia la Casa Blanca reflejan no s¨®lo los lastres que pesan sobre dos tipos diferentes de candidatos, el liberal Clinton y el conservador Bush, sino tambi¨¦n la evoluci¨®n de la opini¨®n p¨²blica norteamericana. El apoyo al verdugo comienza a erosionarse en EE UU. Seg¨²n la ¨²ltima encuesta de Gallup-CNN, el 66% de los norteamericanos es partidario de la pena de muerte, y el 28%, contrario. A mediados de los ochenta, esos porcentajes eran del 80% y el 16%.Bush que le lleva muy corta ventaja al vicepresidente y candidato dem¨®crata Al Gore -entre 1 y 6 puntos-, necesita presentar una imagen centrista y moderada. Con 130 ejecuciones aprobadas como gobernador de Tejas, es obvio que es un entusiasta de la pena de muerte. Lo que ahora intenta dejar claro es que no se opone a la posibilidad de que las pruebas de ADN exoneren a un condenado. A comienzos de este a?o, George Ryan, gobernador republicano de Illinois, orden¨® una moratoria en la aplicaci¨®n de la pena capital en su Estado despu¨¦s de que 13 condenados hubieran tenido que ser liberados al demostrarse su inocencia, en muchos casos a trav¨¦s del ADN.
Hace ocho a?os, el dem¨®crata Clinton se enfrent¨® al problema contrario. De pasado progresista y c¨¦lebre por haber escapado a Vietnam, haber fumado marihuana y sus aventuras con Jennifer Flowers, el entonces gobernador de Arkansas tuvo que probar que era implacable. En v¨ªsperas de las primarias de New Hampshire, suspendi¨® su campa?a, regres¨® a Arkansas y aprob¨® y sigui¨® de cerca la ejecuci¨®n del afroamericano Ricky Rector.
Rector, condenado por haber matado a un polic¨ªa, era un disminuido mental. Nunca se enter¨® de lo que le estaba ocurriendo. En la noche de la ejecuci¨®n, Rector no se comi¨® el pastel de chocolate, su postre favorito, que los carceleros le hab¨ªan servido para rematar la ¨²ltima cena. Al emprender el camino hacia la muerte, Rector le dijo a uno de los agentes que le guardara el pastel para que pudiera com¨¦rselo tranquilamente al terminar la ejecuci¨®n.
Con esta escalofriante historia, Clinton prob¨® a sus compatriotas que compart¨ªa el sentimiento mayoritario favorable a la pena de muerte. Todav¨ªa hoy defiende la utilidad y moralidad de la pena capital, al igual que Hillary Clinton y Al Gore. El pasado febrero, Clinton se neg¨® a aprobar una moratoria en la aplicaci¨®n de este supremo castigo a escala federal. Pero Bush, c¨¦lebre internacionalmente por la luz verde que dio en 1998 a la ejecuci¨®n de Karla Faye Tucker, tiene el problema de imagen opuesto. Por eso, en la noche del jueves, minutos antes de la cita con la inyecci¨®n letal, le concedi¨® a Ricky McGinn una pr¨®rroga de 30 d¨ªas para que, con los an¨¢lisis de ADN, intente probar su inocencia.
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