Los ni?os malditos de Sierra Leona
ENVIADO ESPECIALLa joven tuvo su primer hijo hace apenas unos d¨ªas. Naci¨® muerto, como muchos de los beb¨¦s que nacen en Sierra Leona. Poco despu¨¦s regres¨® al centro de rehabilitaci¨®n de ni?os ex guerrilleros de Saint Michel, en Lakka, a 30 kil¨®metros de Freetown. Lleg¨® cargada con una bolsa pl¨¢stica, se la entreg¨® al padre javeriano Chema Caballero, quien dirige el programa, y aguard¨® paciente su veredicto. El misionero, tras abrirla y comprobar que conten¨ªa el cad¨¢ver del ni?o, orden¨® su entierro. Meses atr¨¢s, un muchacho espigado y de mirada g¨¦lida, Abubakarr Kallag, de 17 a?os, revel¨® una noche al padre Chema, as¨ª le llaman todos en Lakka, los pormenores de su biograf¨ªa: c¨®mo fue raptado a los nueve a?os por el Frente Revolucionario Unido (RUF) y forzado a combatir y matar. Al concluir su relato, Kallag se derrumb¨®. Tras sollozar largo tiempo, se march¨® a su habitaci¨®n, y al regresar regal¨® al javeriano el m¨¢s preciado de sus tesoros: la calavera de su primer muerto, en 1992.
En Saint Michel conviven 150 ni?os (23 ni?as); la mayor¨ªa entre seis y 18 a?os. Se hallan repartidos en grupos de 10 en casitas donde duermen a ras de suelo sobre esterillas. Muchos son hu¨¦rfanos, perdieron el rastro de sus parientes o fueron rechazados por la familia superviviente. Cerca de Saint Michel, un viejo hotel propiedad del liban¨¦s John Michel, quien prefiri¨® regalarlo a la misi¨®n antes de abandonarlo en herencia a sus hijos, se encuentra el centro de tr¨¢nsito, al que arriban los ni?os reci¨¦n arrancados al RUF. Unicef abona los gastos de manutenci¨®n de seis semanas. Caballero tambi¨¦n recibe ayuda de Manos Unidas y de particulares.
"Los plazos son poco realistas, seis semanas es el tiempo que pasan en el centro de tr¨¢nsito hasta que podemos traerlos aqu¨ª". Una vez en Saint Michel, adonde llegan en grupos compactos de 20 ¨® 30, el padre Chema los separa. "El objetivo es quebrar esa unidad, acabar con su jerarqu¨ªa militar y establecer otra pauta de comportamiento. Los chicos tardan, como media, tres meses en asumir el pasado. Lo llamo romper aguas: un buen d¨ªa se acercan y me dicen que desean hablar; tras revelar su historia, se echan a llorar, qued¨¢ndose deprimidos una semana. Despu¨¦s de esta fase comienza la recuperaci¨®n".
Muchos de los ni?os de Lakka, como Prince, de ocho a?os, o Sheku, de 12, son extremadamente cari?osos. Se aferran a la mano del visitante como si ¨¦ste fuera la ¨²ltima oportunidad de un padre. Isah Kondeh escribe cartas al blanco en las que implora ayuda para aprender un oficio y llegar a ser "una buena ciudadana". Enfrente del edificio principal, en el que viven Caballero y el misionero italiano Giuseppe Berton, se extiende el oc¨¦ano. La playa es el campo de juego de estos ni?os, su v¨¢lvula de escape.
"Construimos una barca y con ella salimos a pescar", dice Caballero. La botadura de la embarcaci¨®n, que da trabajo a una familia local de pescadores, fue un acontecimiento: los ni?os la portaron en volandas hasta regal¨¢rsela al mar. En su interior, el padre Berton, con un cazo de agua bendita entre las manos, se afanaba por mantener el equilibrio. Una vez en el oc¨¦ano, la barca se desliz¨® entre las olas con Berton a bordo. Parec¨ªa un plano de Federico Fellini.
La pesca, o su venta, da de comer a los chavales. Igual que los 27 cerdos que miman en la trasera de Saint Michel. Caballero inventa argucias para salir adelante. Ahora rastrea con ah¨ªnco ayuda especializada. "Viene una pareja de psic¨®logos de Handicap International un par de veces por semana", asegura. Es poco y no es el trabajo de esa organizaci¨®n humanitaria, dedicada a la recuperaci¨®n de los amputados.
En las aldeas que rodean al centro bulle la incomprensi¨®n y el odio. Tildan de asesinos a los ni?os. El 21 de marzo, unos d¨ªas despu¨¦s de que el l¨ªder del RUF, Foday Sankoh, visitara de forma inesperada el centro, los vecinos intentaron asaltar las instalaciones. "Daba miedo", recuerda Caballero, "los chicos se organizaron en unidades militares, con sus mandos naturales; los m¨¢s peque?os se pusieron a fabricar c¨®cteles m¨®lotov. La llegada a Saint Michel del chief paramount , un hombre de 30 a?os llamado Sapha, evit¨® la tragedia. Se convenci¨® de que los atacantes no eran los chicos, sino los vecinos, y logr¨® restablecer la normalidad".
Muchos ni?os que viven en Lakka han matado, violado, cortado manos o comido carne humana. El RUF los captur¨® cuando ten¨ªan siete o nueve a?os y los ha obligado a combatir drogados y forzado a cometer atrocidades bajo la amenaza de ejecuci¨®n sumaria. "Cuando vino Sankoh, los ni?os estaban en la playa. Me los encontr¨¦ formados delante de ¨¦l. Algunos de los mayores prefirieron esconderse. Sankoh les llamaba 'mis hijos' y critic¨® que estuvieran semidesnudos".
En otra ocasi¨®n, dos chicas del centro fueron maltratadas en un control militar pr¨®ximo a Saint Michel. Cuando revelaron lo sucedido, los muchachos organizaron un ataque al puesto. Otra vez, los m¨¢s peque?os se encargaron de la intendencia de los c¨®cteles m¨®lotov. Caballero evit¨® la tragedia. "Son chicos que nunca tuvieron infancia; ahora comienzan a recuperar ese ni?o que llevan dentro; carecen de capacidad de discusi¨®n: no hay una escala de enfado, pasan de nada a todo. Una vez, dos l¨ªderes discutieron por una bicicleta. Los chavales se dividieron en dos grupos armados, los que fueron del RUF en un lado; los que pertenecieron al Ej¨¦rcito golpista , en otro. Llam¨¦ a la misi¨®n de Naciones Unidas en Sierra Leona, pero me dijeron que no ten¨ªan veh¨ªculos; les envi¨¦ el m¨ªo, y cuando llegaron y vieron el asunto se fueron arguyendo que no entraba en su mandato. Hubo cuatro heridos con arma blanca en la pelea".
Caballero debe luchar contra el c¨®digo educacional de los ni?os. "Ellos est¨¢n acostumbrados a la violencia, a las ¨®rdenes militares y a los castigos. Yo les ofrezco cari?o y comprensi¨®n; trato de demostrarles que pueden fiarse de mi". Y lo ha conseguido, el padre Chema se ha convertido en un jefe de aldea, al que se le venera y todo se le consulta.
El javeriano anda nervioso estos d¨ªas, Abubakarr y su novia, Famata Jalloh (que fue esclava sexual del RUF, como las otras chicas), van a dejar el centro para iniciar una nueva vida. Es la gran prueba. "Les he alquilado una habitaci¨®n en la ciudad; ¨¦l se ha sacado el carn¨¦ de conducir y ella ha aprendido el oficio de peluquera". Caballero planea comprar un autom¨®vil de quinta mano a Abubakarr. "No puedo tenerles aqu¨ª durante meses en una burbuja y negarles ayuda cuando llega el momento de salir fuera". Abubakarr siente miedo de los civiles, como los llama. No sabe si sabr¨¢n perdonar su pasado. "Hablo mucho con ellos, les explico qu¨¦ es lo que se van a encontrar y c¨®mo deben comportarse para que en la primera discusi¨®n no amenacen al vecino con rebanarle el cuello".
Los chicos van a la escuela del pueblo y se entrenan como carpinteros o mec¨¢nicos. Al principio hubo problemas; los maestros les rechazaban. "Un d¨ªa uno de los chicos se enfad¨® con el profesor y le arroj¨® una mesa". Caballero ha sabido lidiar: invit¨® a varios profesores a dar clases en Saint Michel. Les paga 50.000 leonas al mes (25 d¨®lares). "Ahora llevan meses sin cobrar del Gobierno y nuestro sueldo es lo ¨²nico que tienen y gracias a eso se han convertido en nuestros m¨¢s firmes aliados".
Salimos a comer a la playa. Es domingo y algunos tejados construidos con paja y bamb¨² sirven de chiringo a los turistas: libaneses que descansan del tr¨¢fico de diamantes, personal ocioso de la ONU y periodistas en traje de ba?o. El grupo de chicos que nos acompa?a ya ha comido. Les invito a unos refrescos. Los m¨¢s peque?os, como Prince, se guardan los cascos vac¨ªos por si fueran necesarios. "Este chaval", dice el padre Chema se?alando a Prince, "tiene su historia: un d¨ªa vino Luis P¨¦rez a verme; por la noche, cuando se march¨®, Prince entr¨® en mi cuarto y me espet¨®: 'Yo conozco a ese padre'. No le hice mucho caso, pues Luis hab¨ªa estado en Lakka m¨¢s veces, pero m¨¢s tarde, Prince regres¨®: 'Le conozco porque yo estaba en el grupo que lo secuestr¨® en enero".
Caballero busca pel¨ªculas en v¨ªdeo capaces de entretener a los chicos. "Ellos quieren Rambo, Terminator, cosas as¨ª, pero me parece que ya han visto bastante violencia. Les pongo lo que puedo. El Libro de la selva, de Disney, por ejemplo, les encanta; les hace gracia ver a los monos cantar en la escena del templo. O Liberad a Willy. Y ?Titanic!... Esa pel¨ªcula se ha convertido en un fen¨®meno, la han visto por lo menos 20 veces. Les hace llorar".
Las drogas son un problema. En el RUF tomaban blue boat, una especie de crak, y otras drogas de dise?o. Algunos, como Sheku, cuentan que sus jefes les administraban pastillas rojas con las que perd¨ªan el miedo a luchar. Aunque en Saint Michael las han dejado, algunos siguen consumiendo marihuana local. Otro escollo son las relaciones sexuales. Caballero les explica la necesidad de utilizar preservativo. Justice, de 17 a?os, y Lenis, de 14, no han seguido bien los consejos; ella, que pertenece a la aldea de Lakka, est¨¢ embarazada de siete meses.
El domingo temprano el padre Chema acude a unas instalaciones de la FAO donde le prestan una salita para decir su misa. Son muchos los chicos que le acompa?an. Los ni?os cantan y tocan los bongos. Caballero les habla en su idioma, el krio (una mezcla de ingl¨¦s y lenguas locales). En la homil¨ªa les explica la figura de San Pablo, de la posibilidad del perd¨®n, de una nueva vida. Ellos escuchan boquitontos, con los ojos abiertos y la sonrisa ladeada. De regreso a Saint Michel, Caballero recorre a pie los tres kil¨®metros para confratenizar con los habitantes de las aldeas. Abubakarr, el chico de la calavera, me toma la mano y me muestra su carn¨¦. Es feliz, se trata de su pasaporte hacia el futuro. S¨®lo en Sierra Leona existen unos 10.000 ni?os soldados; en toda ?frica son muchos m¨¢s.
?Qu¨¦ piensa del programa de rehabilitaci¨®n de los ni?os soldados?, pregunt¨¦ a Mohamend Sbah, un amputado que malvive en un centro de minusv¨¢lidos en Freetown. Tras pensarlo unos segundos, respondi¨®: "Fueron secuestrados, drogados y forzados a luchar; ellos tambi¨¦n son v¨ªctimas... Como todos nosotros".
"Te has comido un nigeriano"
Sheku Jalloh tiene 12 a?os. A los nueve fue capturado por la guerrilla en Kabala, al norte de Sierra Leona. "Mataron a mi padre, a mi madre y a mis tres hermanas delante m¨ªo. El hombre que lo hizo se llamaba Jacob. ?l me pegaba y amenazaba: 'Si he hecho esto con tu familia calcula lo que puedo hacer contigo". Sheku comi¨® un d¨ªa carne con arroz en el campamento. Al terminar, Jacob le inform¨®: "Has comido carne humana; era un soldado nigeriano". Sheku ha matado en combate y ahora quiere ser periodista y escribir libros. "Lo dice", sostiene Chema Caballero, "porque todos lleg¨¢is en coche". Su sue?o es tener una bicicleta.Isah Kondeh ha cumplido los 16 a?os. Es hermosa. Fue capturada hace cuatro en la regi¨®n de Kailahum, en la frontera de Liberia. Fue utilizada como cocinera y esclava sexual por un comandante de la guerrilla llamado capit¨¢n Al¨ª. Al quedarse embarazada en 1999, Al¨ª la rechaz¨® y maltrat¨® con frecuencia. Cuando lleg¨® en agosto a Saint Michel, tra¨ªa un beb¨¦ que muri¨® al poco tiempo. Ahora estudia peluquer¨ªa.
Philip Webber es mayor de edad. Perteneci¨® a las tropas de ¨¦lite del antiguo Ej¨¦rcito golpista aliado de la guerrilla que tom¨® dos tercios de Freetown en enero de 1999. Asegura que ¨¦l no cort¨® manos, pero que otros guerrilleros s¨ª lo hicieron durante el descontrol de la retirada. Ha vuelto al colegio despu¨¦s de seis a?os en la selva. Est¨¢ en segundo de secundaria.
Abubakarr Kallag tiene 17 a?os. Fue capturado en 1992 en la zona diamant¨ªfera de Kono. Vio c¨®mo los vecinos mataban a su padre porque un familiar de la madre militaba en la guerrilla. "Me sangr¨® el coraz¨®n", recuerda. Su apodo de guerra es killer. Guard¨® durante ocho a?os la calavera de su primer muerto. Era el fetiche que le daba suerte. Tiene cinco heridas de bala en el cuerpo y una mirada fr¨ªa y penetrante. Va a dejar el centro en breve para comenzar una nueva vida como conductor. Su novia Famata fue esclava sexual y habla poco. Quieren tener hijos y olvidar el pasado. Es el favorito de Chema.
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