?Tiene futuro el Museo de Historia de Catalu?a? XAVIER HERN?NDEZ
Las complejas vicisitudes del Museo de Historia de Catalu?a son un reflejo de la pol¨ªtica err¨¢tica que, en materia cultural, ha mantenido hasta el momento la Generalitat. Pol¨ªticos de derechas como Prat de la Riba o de izquierdas como Maci¨¤ o Companys hicieron de la pol¨ªtica cultural y de la ense?anza el eje vertebral de su actividad. Se entend¨ªa que las inversiones en cultura y ense?anza eran imprescindibles para garantizar la singularidad de Catalu?a, y las m¨¢s rentables para incidir en una ciudadan¨ªa de calidad. Contrastando con esa tradici¨®n, la gesti¨®n reciente de Guitart, Pujals y Hern¨¢ndez ha desguazado sucesivamente los departamentos de Cultura y Ense?anza, y el tiempo dir¨¢ si han provocado una situaci¨®n sin retorno. La pol¨ªtica cultural de la Mancomunitat y la Generalitat republicana siempre se apoy¨® en t¨¦cnicos eficaces de reconocida val¨ªa; contrariamente, la pol¨ªtica de nuestras administraciones ha tendido a dar prioridad a criterios de fidelidad pol¨ªtica, y este factor explica no pocos fracasos de gesti¨®n. El Museo de Historia de Catalu?a es, en este sentido, un buen ejemplo de las incoherencias del periodo de Guitart y Pujals.El museo se potenci¨® desde la presidencia y fue desarrollado con eficacia por la comisaria Carme-Laura Gil, que fue capaz de concluir el proyecto y ejecutarlo en apenas 18 meses. Los t¨¦cnicos que, en su momento, trabajamos en esa iniciativa intentamos llevar a cabo un nuevo modelo centrado en la instrucci¨®n; es decir, en comunicar conocimientos cient¨ªficos de historia (y que segu¨ªan una l¨®gica de verdadero / falso). En ning¨²n momento nos planteamos un modelo educativo, es decir, centrado en los valores (que usualmente responden a una l¨®gica opinable de bueno / malo). Por decirlo de otra manera, el neomuseo se dise?¨® como un espacio instructivo y l¨²dico; no ten¨ªa como objetivo fomentar ideolog¨ªa pol¨ªtica. Por descontado tambi¨¦n optamos por un modelo novedoso que permitiera, incorporando y desarrollando opciones museogr¨¢ficas, competir en una ¨¢rea tan dif¨ªcil como es el Port Vell de Barcelona.
Entend¨ªamos la instituci¨®n como un gran centro de interpretaci¨®n y de presentaci¨®n de la historia de Catalu?a que fuera capaz de reactivar el patrimonio y articular la historia en una perspectiva de industria cultural competitiva, para responder a las nuevas necesidades de la sociedad posindustrial. Quer¨ªamos una palanca que permitiera movilizar los recursos hist¨®ricos del pa¨ªs para generar riqueza. Pol¨ªticamente, la iniciativa fue denominada "museo", pero resultaba evidente que el modelo no cuadraba ni con la Ley de Museos ni con la concepci¨®n usual de que un museo se vertebra a partir de una colecci¨®n de piezas.
Pero los objetivos iniciales no tuvieron nada que ver con el nefasto desarrollo de los acontecimientos. El museo se inaugur¨®, inacabado y sin experimentar, en febrero de 1996 con motivo de las elecciones generales. El nuevo equipo de gesti¨®n, dirigido por Sol¨¦ i Sabat¨¦ y con Josep Boya al frente de la museograf¨ªa, ni acab¨® ni mejor¨® la exposici¨®n permanente, y tampoco desarroll¨® una estrategia de intervenci¨®n clara. De hecho, actuaron como si se tratara de un museo convencional decimon¨®nico, cuando evidentemente no lo era, y por descontado jam¨¢s se utiliz¨® el centro como palanca para impulsar la historia en el mercado.
No es de extra?ar que la gesti¨®n haya tenido problemas; durante cuatro a?os, el director del museo ha trabajado a diario dirigiendo una tertulia en una radio de titularidad p¨²blica. Tal situaci¨®n depreciaba las funciones del director y de la propia instituci¨®n. Sin embargo, lo grave del asunto es que el Departamento de Cultura toler¨® la situaci¨®n sin indicar al doctor Sol¨¦ que, como m¨ªnimo, su doble actividad no resultaba est¨¦tica. Pero lo m¨¢s sorprendente es que durante ese periodo la oposici¨®n al Gobierno tampoco hizo caso de la situaci¨®n e incluso algunos pol¨ªticos de izquierdas coquetearon con el doctor Sol¨¦. Cuesta creer que se haya tardado cuatro a?os en plantear tan flagrante dualidad en el Parlament de Catalunya.
La resultante de la falta de ideas y de la desidia puede constatarse visitando la inacabada exposici¨®n permanente, que experimenta un estado de degradaci¨®n lamentable. Por otra parte, la desastrosa pol¨ªtica de exposiciones, planteada probablemente con criterios m¨¢s educativos que instructivos, no ha contribuido a mejorar la imagen del centro.
Sin embargo, la falta de direcci¨®n, objetivos y sentido com¨²n no han sido el ¨²nico mal que ha azotado a la instituci¨®n. El museo tiene pocos amigos. Su ejecuci¨®n en 18 meses levant¨® ampollas en sectores de la Administraci¨®n acostumbrados a ritmos lentos; como consecuencia, el artefacto ha sido objeto de acoso y derribo desde la misma Administraci¨®n. Por otra parte, numerosos intelectuales de izquierdas, ex comunistas en general, mantienen en su imaginario que el museo fue dictado directamente por Pujol, y sin haberles consultado, y eso hace que hayan mantenido una permanente posici¨®n refractaria. Obviamente, eso no es cierto ya que el argumento estructurante de la exposici¨®n permanente del museo no se centra en variables pol¨ªticas, sino en las de car¨¢cter tecnol¨®gico, social y de vida cotidiana.
Por lo que respecta a sectores de historiadores y muse¨®logos, tambi¨¦n ha habido reservas contra el proyecto. El hecho de que fuera dirigido por didactas de la historia y que ¨¦stos se situaran como fuerza emergente en museograf¨ªa despertaba recelos gremiales en algunos sectores fundamentalistas de la museolog¨ªa decimon¨®nica.
Finalmente, parte de los t¨¦cnicos que intervenimos en el proyecto tambi¨¦n nos hemos distanciado p¨²blicamente al constatar los desatinos respecto a los objetivos iniciales. Cabe destacar, en cualquier caso, que el proyecto era bueno ya que la inercia inicial ha logrado la media no despreciable de 200.000 visitantes anuales, am¨¦n de convertirse en un nuevo referente para la museograf¨ªa hist¨®rica.
En este contexto, las expectativas de futuro para el Museo de Historia de Catalu?a son dif¨ªciles. La instituci¨®n deber¨ªa dotarse de un proyecto estrat¨¦gico que permitiera movilizar los activos de historia y patrimonio en una perspectiva de mercado e industria cultural. Catalu?a cuenta con un capital ingente capaz de generar riqueza: su propia historia. El museo (centro de interpretaci¨®n o como quiera llam¨¢rsele) podr¨ªa dirigir e incentivar la entrada de la historia en los circuitos del mercado, y estimulando este proceso en todo el territorio colaborando o vertebrando, como Museo Nacional, distintas iniciativas locales. Obviamente, deber¨ªa desterrarse cualquier tentaci¨®n de utilizar el museo con finalidades educativas y, lejos de las presiones pol¨ªticas, tendr¨ªa que recuperar su inicial car¨¢cter instructivo.
La cultura es la industria con m¨¢s futuro y la historia es columna vertebral de la cultura; la Administraci¨®n deber¨ªa optar con audacia ya que probablemente ese sea el ¨²nico paisaje en el cual tiene sentido un artefacto como el Museo de Historia de Catalu?a; pero ello exigir¨ªa una pol¨ªtica cultural decidida y clara por parte de la Administraci¨®n auton¨®mica.
Xavier Hern¨¢ndez. Historiador. Coordinador del proyecto hist¨®rico-museogr¨¢fico (inicial) del Museo de Historia de Catalu?a.
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