Valores
El reclamo publicitario musical excluyente y presuntuoso seg¨²n el cual "el ¨²nico fruto del amor es la banana" no ha motivado la queja de nuestro Comit¨¦ de C¨ªtricos. La desvalorizaci¨®n que la vitamina C sufre a manos de la banana como gasolina salut¨ªfera y sexual no ha sido suficiente. El exceso que provoca el efecto hache (en realidad se trata de otra palabra, pero no es menester hacer publicidad gratis), convierte al espectador de la primera fila de un combate pantomima de catch en absorto comedor de palomitas y m¨ªstico ausente del recital de mamporros que se desata en la lona.Mientras suena la pegadiza musiquilla de la banana el cami¨®n cargado de ¨ªdem se topa en la curva de bruces con el charco fat¨ªdico. Un derrape de alivio, y la carga por los suelos. Cuando todo el ¨²nico fruto del amor cae al asfalto, el sudoroso conductor ve que se le echa encima un autom¨®vil y teme que ¨¦ste resbale en la alfombra de la plataner¨ªa y se estrelle contra su desventurada camioneta. Pero no, para alivio del accidentado gordo, pasa de largo, salva el peligro. Se aleja, despu¨¦s. Burl¨® al escollo. Evit¨® el bulto. Y ciudadano ejemplar, a bordo de un turismo cuya marca, al parecer, invita a sortear con seguridad sembrados de bananas bajo las tetas de chatarra del perplejo cami¨®n, se desentiende del accidente sin reparar si hay heridos, o muertos, o si alguien necesita ayuda.
Cuando el efecto hache se presenta, la socia de la izquierda, que est¨¢ atontada por la fragancia, ya est¨¢ entregada al dulce menester de cebar al chico con palomitas. En esto, ignorante de lo que ocurre, desde la lona, un reluciente cuerpo de luchador se le viene encima, la aplasta y la deja KO, o muerta, o sepultada. El machito, perplejo, angelical, se vuelve a su derecha como pidiendo una explicaci¨®n de lo poco que le dur¨® el chollo; all¨ª hay otra socia con ojos de borrego degollado, en trance, cegada tambi¨¦n por el efecto hache y dispuesta a lo mismo que la atropellada. No importa que la primera est¨¦ desvanecida bajo el zopilote. A rey muerto, rey puesto. Y a otra cosa, mariposa. Y si te he visto no me acuerdo.
Esquivar limpiamente el tapiz de bananas, cambiar r¨¢pidamente de nodriza si se te estropea la otra..., lo importante es captar la atenci¨®n del hipot¨¦tico cliente generando sensaciones de certeza incluso en aquello que no puede dejar de ser una pura y sencilla fantas¨ªa (seducir sin m¨¢s ayuda que una fragancia). Ese creativo busca el impacto expeditivo, y, algunos, sin reparar en barreras morales. Da igual. En la sociedad abierta -dicen para su conveniencia los genios de la manipulaci¨®n-, arte y osad¨ªa se dan la mano en la tarea sagrada de la competici¨®n por el cliente. El l¨ªmite se traslada de la ¨¦tica del creativo a la protecci¨®n que el p¨²blico se pueda procurar, si quiere, o puede. Quien no cuida las puertas de casa es pasto del mensaje cada vez m¨¢s sofisticado que busca atrapar las esperanzas del ciudadano libre y llevarlas al redil de la compra, al de la indiferencia o al del acobardamiento.
Cronista atento de los signos culturales alarmantes que nos invaden, hace tiempo que vigilo en los informativos de las televisiones la irrupci¨®n a traici¨®n del cad¨¢ver nuestro de cada d¨ªa, el asesinato casualmente filmado por el videoaficionado de turno, para cambiar de cadena y burlar a los vendedores de morbo y carro?a ya que a estas alturas no puedo permanecer en el sal¨®n con el televisor apagado. Simplemente, me protejo de los nuevos valores.
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