ZZ, el don natural
Con permiso de todas las estrellas que est¨¢n en camino, la Eurocopa 2000 puede ser el campeonato de Zinedine Zidane. Puesto que la categor¨ªa de las grandes competiciones se mide por sus cumbres y que la moneda del f¨²tbol es el minuto de oro, su habilidad en todos los oficios del juego es uno de los principales valores del torneo. ?Tiene algo que ver este espl¨¦ndido int¨¦rprete barroco con el alma en pena que vemos jadear cada a?o en persecuci¨®n del scudetto? Muy poco: miles de testigos parciales hemos visto c¨®mo le sangraba la ¨²lcera cada vez que ten¨ªa que entregar la pelota a Torricelli, Pesoto o Giuliano. Su relaci¨®n de conveniencia con el calcio era la de Napole¨®n con el general Invierno.Sab¨ªamos que Zinedine es uno de esos privilegiados que han conseguido integrar todos los resortes del juego en los c¨®digos del organismo. Acciones tan delicadas como controlar una pelota brava o dirigirla con toda precisi¨®n entre las minas de la cancha son para ¨¦l automatismos comparables a la pulsaci¨®n o la taquicardia. Las razones por las que consigue deslizarse junto a ella sin la m¨¢s m¨ªnima violencia s¨®lo las conoce la bordadora que puede mantener una conversaci¨®n sobre la vida mientras conduce el hilo de seda por el ca?amazo.
Tenemos, sin embargo, algunas explicaciones a su repentino cambio de la depresi¨®n a la euforia. Su recuperado entusiasmo puede comprenderse como se entender¨ªa la exaltaci¨®n del excarcelado: por un momento le han permitido abandonar la ferreter¨ªa de Carlo Ancelotti, el capataz de la Juve, y sacudirse todo el lastre del catenaccio italiano. Es una especie de galeote que, liberado de cadenas y grilletes, descubre el encanto de las embarcaciones a remo.
En esa milagrosa identificaci¨®n de la pena con el placer, la Eurocopa ha debido de ser para ¨¦l una experiencia crepuscular: despierta en Brujas, levanta la vista, se tienta la coronilla, libera su inconfundible figura de franciscano y descubre que le han devuelto el ¨²nico escenario que necesita para ser feliz: el espacio libre. Luego las chispas empiezan a saltar: sale del claustro, busca un c¨®mplice, preferiblemente Thierry Henry, y libera al diablillo que lleva dentro.
A partir de entonces el f¨²tbol es una aventura parad¨®jica que s¨®lo est¨¢ al alcance de iluminados como ¨¦l. Es, en suma, un lenguaje corporal en el que enga?ar no significa exactamente mentir.
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