La primera noche fuera de casa
Eva, Carlos e Irene son tres de los 30 peque?os sanfernandinos que pasaron el viernes su primera noche fuera de casa, sin papis, rodeados de amiguetes de su misma edad y con la ¨²nica compa?¨ªa adulta de cinco profesoras. A la fiesta de los pijamas estuvieron invitados todos los alumnos de dos a?os de la escuela infantil Polichinela, un centro p¨²blico de titularidad municipal. Hubo teatro, juegos, cena, baile, canciones y cuentos en la penumbra."Sab¨ªamos de experiencias parecidas en otras escuelas. Se lo planteamos a los padres, y, aunque les sorprendi¨®, aceptaron encantados", explic¨® Carmela Carrarelo, promotora de la fiesta con Herminia Carrasco. Son las tutoras de las aulas de dos a?os de esta escuela, en la que 21 personas atienden de lunes a viernes, de nueve de la ma?ana a cuatro de la tarde, a 110 ni?os de cuatro meses a tres a?os. Los padres pagan al mes el equivalente al 8% de sus ingresos, con un tope de 29.000 pesetas.
Los invitados llegaron a las 19.30 de la mano de sus padres y con sus mochilas multicolores a cuestas; en el interior, el pijama -a estrenar para la ocasi¨®n, en m¨¢s de un caso-, sus mu?ecos,los pa?ales y el chupete. Lo primero, una funci¨®n de teatro, una Caperucita montada por los progenitores. "?El lobo era malo?", le preguntan a una de las ni?as. "De eso nada, era mi madre", contest¨® ¨¦sta resuelta.
Los padres se encargaron tambi¨¦n del men¨², compuesto por emparedados de jam¨®n, zumo de naranja y yogur. "Uno de los objetivos es fomentar que los padres se conozcan; por eso han preparado juntos la cena, que han dejado aqu¨ª, y el desayuno, que tomar¨¢n con sus hijos en el jard¨ªn de la escuela cuando vengan a recogerlos ma?ana, s¨¢bado. Se est¨¢ perdiendo eso de que los ni?os se visiten en sus casas, y es una pena; ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil si los padres se conocen", coment¨® la directora, Mayte Rebollo.
Los chavales se lavan las manos antes de sentarse a la mesa. Todo es a su medida; no s¨®lo las mesas y las sillas, sino tambi¨¦n los inodoros, los lavabos, incluso los setos del jard¨ªn en el que cenan. "Te he ganado", le dice ufana Irene a Carlos, que se afana con el segundo bocadillo, del que ha decidido comer s¨®lo el jam¨®n. "Me lo he comido todo; mira qu¨¦ fuerte y qu¨¦ grande soy", se ufana Eva alzando los brazos. Toca jugar de nuevo, hacerse cosquillitas de hormiga sentados en fila y, luego, a ponerse los pijamas. "Yo te desabrocho y t¨² te quitas solo el pantal¨®n", pacta una profesora con un ni?o. "Todas somos mujeres; es un problema que viene de que en Espa?a se sigue considerando que los ni?os de cero a seis a?os son cosa nuestra", reflexiona Rebollo.
Con la tropa en pijama, una de ellas se convierte en un barco que trae una carta del hada madrina: ?en el jard¨ªn hay un tesoro!Ya es de noche cuando salen a buscarlo. Hay un peluche para cada uno. Luego se sientan en el suelo acolchado del patio. Carmela coge la guitarra y tararea "quisiera ser tan alta como la Luna...". Pasadas las diez de la noche, los peques duermen en sus colchonetas. No extra?an nada: al fin y al cabo, cada d¨ªa se echan la siesta en esta misma aula.
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