El diamante perdido MONIKA ZGUSTOV?
Dice la tradici¨®n turca que la virginidad es un diamante. Emine Sevgi ?zdamar decidi¨® deshacerse de ¨¦l. Cuando era una jovencita, se traslad¨® de su Turqu¨ªa natal a Berl¨ªn y a Par¨ªs para tirar esa piedra preciosa cuanto m¨¢s lejos mejor. Era un gesto simb¨®lico: tirar el diamante era deshacerse de la tradici¨®n ancestral turca, con todo lo que ella comporta: un marido bigotudo y mand¨®n y una acogedora casita con aire de c¨¢rcel. Emine sab¨ªa que tirar el diamante era abrirse al mundo, experimentar la libertad en toda su plenitud, su exposici¨®n a los cuatro vientos, pero tambi¨¦n con su peso y con todo lo que, a veces, tiene de enga?o.Treinta a?os despu¨¦s, Emine, conocida autora de varias novelas traducidas a una decena de idiomas europeos, pasea por la parte de Barcelona que m¨¢s le gusta: la de los graffiti y los rincones malolientes, la de paredes desconchadas y suelo cochambroso: la calle de Escudellers y sus alrededores. Los caminantes que le salen al paso en ese anochecer de finales de primavera son seres de Las mil y una noches: hadas envueltas en vaporosas telas abigarradas, con anillos en la nariz y en los tobillos, y genios con turbantes, de tez quemada por el sol y por la llama del soldador. Hind¨²es, paquistan¨ªes, marroqu¨ªes. Sus ni?os juegan en la plaza de la Merc¨¨. "?Qu¨¦ hablan estos ni?os?", me pregunta Emine. "Catal¨¢n", respondo. "Claro", dice Emine.
Pienso en todo eso la noche en que se presenta la ¨²ltima novela de Emine, El puente del Cuerno de Oro, traducida al catal¨¢n (Proa) y al castellano (Alfaguara). Juan Goytisolo narra su primer encuentro tanto con Turqu¨ªa como con Emine: fue en Par¨ªs, en los alrededores de la Rue du Faubourg Saint-Denis, en una peque?a Turqu¨ªa. Tras haberla conocido, su viaje a Estambul ya no le ofreci¨® grandes sorpresas: tan vivamente fieles son los enclaves ¨¦tnicos dentro de las capitales occidentales.
Los traductores, Ramon Monton y Miguel S¨¢enz, cuentan su experiencia al traducir a una autora turca, con su bagaje de cultura de Oriente Pr¨®ximo, que redacta sus obras en alem¨¢n. "Si escribo en alem¨¢n es porque quiero mucho la lengua y la cultura alemanas", explica la autora. Emine, en su novela autobiogr¨¢fica, abandona Turqu¨ªa para conocer el mundo. En Alemania se convierte en una de las muchas obreras extranjeras que all¨ª trabajan, pero sus amigos alemanes le ayudan a mejorar su posici¨®n. De vuelta en Turqu¨ªa, se siente como una extra?a, una extranjera en su propio pa¨ªs. Entonces regresa al lugar de su elecci¨®n, Alemania.
"Mi retorno a Turqu¨ªa no fue sino una nueva emigraci¨®n", me cuenta al terminar el acto. "Adem¨¢s, en Europa occidental hay tantos emigrados, inmigrantes y exiliados, tantos extranjeros que provienen de Oriente Pr¨®ximo y Extremo Oriente, que tienes la sensaci¨®n de que desplaz¨¢ndote a Occidente regresas a Oriente. La verdad es que abandonando tu patria sales ganando: llegas a tener dos pa¨ªses". Su m¨¢xima suena muy bien, pero lo cierto es que un emigrado se siente extranjero en todas partes: tanto en el pa¨ªs de adopci¨®n, donde nunca echa ra¨ªces lo suficientemente profundas como para competir con los que nacieron all¨ª, como en su patria, e incluso en su idioma materno: "Hay palabras en turco que ya no me dicen nada, que ya no me conmueven como antes; esta falta de emoci¨®n que experimento ante mi lengua materna es algo que me preocupa, no, es m¨¢s, me asusta en lo m¨¢s hondo". Un emigrado, ?puede llegar a sentir alg¨²n lugar como propio, como su hogar? "Mi casa est¨¢ all¨ª donde tengo amigos", dice Emine con un s¨²bito entusiasmo. "En Barcelona, en Par¨ªs, en Berl¨ªn. Los amigos son lo m¨¢s importante. Incluso a nivel cotidiano, como los vendedores del mercado donde sueles comprar. Y el hogar est¨¢ all¨ª donde has tenido un amor".
Se nos acerca Juan Goytisolo y comenta que Barcelona, para ¨¦l, es uno de esos sitios. "Adem¨¢s, con la diversidad de gente de todos los continentes, la ciudad".
Pienso en esos nuevos habitantes de Barcelona, que han venido de todas partes del mundo; pienso en esos hombres y mujeres que, al llegar aqu¨ª, tuvieron que tirar su diamante, deshacerse de la virginidad, de todo lo herm¨¦tico de su tradici¨®n ancestral, para poder abrirse a una cultura extranjera. Pienso en todos nosotros, los que no hemos sido obligados a abandonar nuestra cultura; en los que en esta conviviencia con los nuevos habitantes estamos a punto de perder nuestro diamante. Y al igual que para Emine hace 30 a?os, tambi¨¦n para nosotros ahora nuestra p¨¦rdida es nuestra riqueza.
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