Espa?oles todos
?Saben cu¨¢l es el problema de la selecci¨®n espa?ola y de todas las que participan en esta Eurocopa? Que no tienen extranjeros. ?Basta ya de inflexibilidad estatalista y de nacionalismo rancio! ?No estamos en Europa? ?No aspiramos a una moneda ¨²nica y a la libre circulaci¨®n de personas y capitales? Pues entonces, ?a qu¨¦ viene mantener esta antigualla de Estados uni o plurinacionales? Aplicando la pr¨®xima ley de extranjer¨ªa podr¨ªamos permitirnos el lujo de alinear a aquellos extranjeros que tienen en regla sus papeles. O sea: a los que llevan m¨¢s de cinco a?os en nuestro pa¨ªs. Mostovoi o Mauro Silva, por ejemplo, ser¨ªan dos buenos refuerzos. O Figo, que si ha abierto un restaurante japon¨¦s en Barcelona no veo por qu¨¦ no puede enfundarse la camiseta espa?ola (al fin y al cabo es tan roja como la de Portugal y algunos palos del flamenco son tan tristes como los fados). Incluso podr¨ªamos hacer una excepci¨®n e incluir a alg¨²n inmigrante indocumentado. Ser¨ªa una buena manera de redimirnos del pecado de tolerar que en nuestro pa¨ªs los que m¨¢s trabajan no tengan permiso de trabajo. ?ste es el cambio que necesitamos, un cambio que remueva los cimientos de nuestras casposas estructuras deportivas. Los espa?oles, ya se sabe: ilustramos nuestra historia con excepcionales gestas (v¨¦ase aquel sospechoso 12-1 contra Malta) pero, llegado el momento, nos hundimos bajo la alargada sombra del famoso gol de Carde?osa (que no fue gol) y vivimos en permanente ciclotimia, del deprimente cero al euf¨®rico infinito.Si se permitiera la alineaci¨®n de, pongamos, seis extranjeros por equipo, seguro que la cosa cambiar¨ªa. Se perder¨ªa este sentido tr¨¢gico de la concentraci¨®n, esa presi¨®n de unos medios de comunicaci¨®n que con la misma facilidad con la que entronizan al que no ha demostrado nada lo echan al cubo de la basura antes de darle una merecida segunda oportunidad ampar¨¢ndose en una impresentable ret¨®rica patri¨®tico-racial. Mestizaje, eso es lo que necesitamos. Que la sangre futbol¨ªstica de unos se mezcle con la de otros, que circule la informaci¨®n gen¨¦tica de cada denominaci¨®n de origen (¨¦se es, en parte, el secreto del equipo franc¨¦s, con hijos de muchos y variados pa¨ªses) y que algunas de las ¨®rdenes de Camacho requieran de traducci¨®n simult¨¢nea. ?C¨®mo debe sonar, en ruso, el ya m¨ªtico Vamos, que nos vamos? Y, adem¨¢s, con un poco de suerte, si se pudiera fichar a jugadores extranjeros para la selecci¨®n, quiz¨¢s otros equipos se llevar¨ªan a alguno de los nuestros. Que falta nos hace.
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