'Hooligans' de clase obrera y se?oritos
La hinchada brit¨¢nica que est¨¢ ti?endo de violencia el torneo est¨¢ compuesta por dos estereotipos casi antag¨®nicos
"Si se te acerca un turco con malas intenciones, no vas a dejar tirados a tus compadres. En caso de pelea, el recuerdo de la victoria no te abandonar¨¢ nunca". Pronunciadas por Colin Johnson, un hincha brit¨¢nico reformado que prefiere escribir ahora acerca de sus experiencias, estas palabras plasman con exactitud los anhelos de una parte de los varones brit¨¢nicos lanzados a la vor¨¢gine callejera durante la Eurocopa en nombre de un errado patriotismo. Junto a ellos ha empezado a surgir otro modelo. Cabal y educado en la vida cotidiana, el nuevo hooligan es capaz de quebrantar en el extranjero las mismas leyes que respeta sin dudar en casa por simple af¨¢n de aventura.Cuando Jack Straw, ministro laborista del Interior, asegur¨® el pasado lunes que la mayor¨ªa de los casi mil seguidores ingleses detenidos en B¨¦lgica por alterar el orden en Bruselas y Charleroi no figuraban en los archivos policiales, la compacta figura del hincha brit¨¢nico malcarado se resquebraj¨® por vez primera en los ¨²ltimos 30 a?os. El joven de clase obrera -mucho temperamento, profusi¨®n de tatuajes y una lealtad ciega a sus amigos que apenas oculta la xenofobia que les anima- ten¨ªa de pronto un competidor. Contables, abogados, analistas financieros, aseguradores e ingenieros treinta?eros hab¨ªan decidido vestir tambi¨¦n el uniforme de los violentos (gorras de b¨¦isbol, bermudas, camisetas y un vaso de cerveza en la mano).
En su caso, no les mueve un patriotismo mal entendido, ni la inseguridad del que bebe creyendo que demuestra su fortaleza al aguantar m¨¢s que nadie el alcohol. Los hooligans se?oritos, por as¨ª llamarlos, fueron a B¨¦lgica en busca de estimulantes aventuras ajenas a su entorno social. Es posible que la mayor¨ªa de ¨¦stos bebiera sin involucrarse a fondo en los tumultos. Hasta el jefe de la polic¨ªa belga, Herman Bliki, ha reconocido que hab¨ªa "muchos inocentes" entre los detenidos del lunes. No importa. La excitaci¨®n causada por los ca?ones de agua lanzados contra ellos a toda presi¨®n, las carreras y, sin duda, los choques cuerpo a cuerpo de los m¨¢s ebrios de sus compatriotas debieron bastar para muchos de los que luego protestaron de la rudeza policial.
"La presencia de estos profesionales en las peleas propias de los hooligans no es nueva, pero s¨ª cada vez m¨¢s frecuente. Es como si se apuntaran a un aberrante ejercicio colectivo de poder que nunca suscribir¨ªan en suelo brit¨¢nico", asegura John Williams, soci¨®logo y director del Centro de Estudios del F¨²tbol de la Universidad de Leicester, un organismo asesor del Gobierno. A pesar de las quejas del ministro del Interior, que no contaba con estos hinchas, Williams mantiene que el otro modelo de fan es el m¨¢s necesitado de ayuda.
"Los j¨®venes que lanzan sillas y pu?etazos frente a las c¨¢maras de televisi¨®n exteriorizan una forma de masculinidad mal entendida. Cuando beben de esa manera no tratan de atraer a las mujeres sino de asombrar a sus propios amigos. Al emborracharse rompen con la rigidez de la sociedad brit¨¢nica y exteriorizan un patriotismo que les est¨¢ vedado en su tierra", dice Williams. En su opini¨®n, la enfermedad de la violencia en el f¨²tbol no es otra cosa que la voluntad de dejarse provocar por un extranjero para entablar una especie de guerra urbana que les permita sentirse orgullosos de ser ingleses. Es una deformaci¨®n del nacionalismo m¨¢s rancio mezclada con la evoluci¨®n del deporte mismo.
"El f¨²tbol est¨¢ cambiando. Los clubes son cada vez m¨¢s ricos y las cadenas televisivas m¨¢s poderosas se hacen con los derechos de transmisi¨®n. Se est¨¢ convirtiendo en un fen¨®meno de clases medias, algo percibido por los hooligans de siempre como una afrenta. Casi un robo", en opini¨®n de Williams. El hecho de que todo el jaleo que arman sea filmado en directo y visto por sus compatriotas todav¨ªa les enardece m¨¢s. Que les vean borrachos e inconscientes por los suelos no les produce, adem¨¢s, la verg¨¹enza que parecer¨ªa l¨®gica. Ser capaz de perder as¨ª el control es presentado como un gesto de virilidad. Una pat¨¦tica victoria remachada con las peleas.
"El hooligan irredento no encuentra oportunidades de mostrar su orgullo nacional a domicilio. Cuando se lanzan contra los hinchas turcos o alemanes, es como si cargaran contra el enemigo en una guerra que s¨®lo existe en su imaginaci¨®n. El Reino Unido ya no es un imperio y ellos buscan su sitio en un mundo que no comprenden", afirma Williams
Colin Johnson, que ha escrito un libro titulado: San Jorge en mi coraz¨®n: confesiones de un hincha ingl¨¦s, tiene una forma mucho m¨¢s directa de explicar las teor¨ªas del soci¨®logo de Leicester. "Puedes viajar con la mejor intenci¨®n, pero si caes en medio de un tumulto no vas a rajarte. Te debes a tus compadres y no puedes dejar que los extranjeros se tomen libertades contigo. Es un orgullo demostrar lo que vale un buen ingl¨¦s", ha declarado al rotativo The Daily Telegraph.
Convertido en la voz de hooligans de pro, Johnson asegura que s¨®lo la amenaza de c¨¢rcel fuera del Reino Unido frenar¨ªa a los hinchas agresivos. Quitarles el pasaporte y el empleo y avergonzarlos con nombres y apellidos en la prensa brit¨¢nica tambi¨¦n ayudar¨ªa a contener a centenares de varones que se creen en la obligaci¨®n de defender a su pa¨ªs en campos de batalla inexistentes. Tal vez la ambigua frase del duque de Wellington al contemplar a sus tropas antes de la batalla de Waterloo sirviera para definir el alma de esta hinchada: "No s¨¦ si mis tropas asustan al enemigo. A m¨ª s¨ª".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.