Lo invisible
Algunas cosas no existen; est¨¢n ah¨ª, delante de nuestros ojos; las podemos tocar y oler, podemos masticarlas y mancharnos las manos con ellas, pero, sin embargo, no existen. Hace unos d¨ªas, una mujer encontr¨® un pa?uelo dentro de una lata de conservas. Acababa de comparla en un hipermercado de M¨®stoles y deb¨ªa de tener hambre, porque nada m¨¢s llegar a su casa la abri¨® y se dio de bruces contra ese pa?uelo viscoso y levemente f¨²nebre, empapado en aceite, de un color entre marr¨®n y gris marengo.La se?ora imagin¨® una serie de posibilidades a cual m¨¢s asquerosa, perdi¨® el apetito y llam¨® al fabricante para pedirle explicaciones. El fabricante le dijo que todos sus productos pasaban tres severos controles de calidad y le asegur¨® que, en consecuencia, su hallazgo "era imposible". Supongo que al sacarlo de entre su almuerzo, mientras se pringaba los dedos con ¨¦l y lo miraba por ¨²ltima vez en el fondo del cubo de los desperdicios, debi¨® de pensar: "Qu¨¦ raro, yo jurar¨ªa que est¨¢ aqu¨ª...".
Nuestro mundo est¨¢ lleno de cosas parecidas a ese pa?uelo y de personas id¨¦nticas al fabricante de esa lata. La represi¨®n del Gobierno chino contra sus ciudadanos es exacta a ese pa?uelo, tan real e invisible como ¨¦l, y lo mismo pasa con los cr¨ªmenes que comete el Gobierno ruso en Chechenia, esos cr¨ªmenes que me hacen pensar todos los d¨ªas en un verso estremecedor del poeta Aleksandr Blok, un verso que est¨¢ en su libro ?Los doce?: "Dios bendiga esta guerra". En cuanto a los presidentes que miran por encima de las atrocidades y se abrazan a Putin y Jiang Zem¨ªn, son otra versi¨®n, a gran escala, del fabricante de nuestra historia; son gente que, de un modo u otro, nos dice: "?Tiananmen? ?Persecuciones religiosas en Pek¨ªn? ?Violaci¨®n de derechos humanos en Chechenia? ?Imposible!". Quiz¨¢ es que, visto desde el soberbio Occidente, lo que importa de un pa¨ªs no es a cu¨¢nta gente mata, sino cu¨¢ntas cosas le puedes vender.
Dios bendiga a la prensa. Eso es lo que me digo yo cada ma?ana. La prensa es lo contrario de la pol¨ªtica como el Sol es lo contrario de la noche: algunos peri¨®dicos desentierran lo que algunos gobiernos ocultan, le hacen fotos a sus patra?as, sus robos y sus abusos de poder; le ponen t¨ªtulares a sus actos negligentes, sus delitos y sus promesas incumplidas. Pero, por suerte, hay m¨¢s cosas que son lo contrario de la pol¨ªtica. Lo contrario de la pol¨ªtica es Greenpeace bajando al fondo del oc¨¦ano Atl¨¢ntico y tomando im¨¢genes de los treinta mil barriles de residuos radiactivos que tir¨® Inglaterra en la fosa de Casquets, junto a la isla de Aurigny. Lo contrario de la pol¨ªtica son cada una de las personas de este maltratado planeta que apadrinan a un ni?o del Tercer Mundo o defienden un bosque. Lo contrario de la pol¨ªtica es luchar por que las cosas sean claras, visibles.
Si se fijan, la cuesti¨®n es evidente tambi¨¦n a peque?a escala. El Ayuntamiento de Madrid no quiere solucionar el problema del tr¨¢fico, quiere esconderlo, meterlo en t¨²neles, convertirlo en una cuesti¨®n subterr¨¢nea. No quiere tampoco solucionar el problema de la droga, sino hacer narcosalas, esos barracones construidos a base de uralita y demagogia donde los chicos van a matarse por cuenta del municipio. No quiere tampoco solucionar el problema de la prostituci¨®n, sino meter a las prostitutas en la c¨¢rcel. El Ayuntamiento no hace planes, s¨®lo hace agujeros. Cuando todos los agujeros est¨¦n hechos, el alcalde podr¨¢ pasearse por la ciudad y decirle a los disidentes o a los inconformes: "?Atascos? ?Miseria? ?Explotaci¨®n? ?Imposible!".
Espero que no lo logren, que no se salgan con la suya. Si llega un d¨ªa en que casi todo lo desagradable sea declarado invisible o imposible, a muchos nos parecer¨¢ el fin de la luz, el comienzo de las tinieblas. A otros les parecer¨¢, por utilizar una frase que a ellos les gusta con locura, "un brillante colof¨®n". Un brillante colof¨®n a su trabajo por barrer las injusticias, la marginaci¨®n o la pobreza bajo la alfombra. No les dejen. Peleen con todas sus fuerzas contra las excavadoras y las sierras mec¨¢nicas, contra los pa?uelos que unos meten en nuestra comida y los bidones radiactivos que otros echan en nuestros mares. No olviden lo que significa colof¨®n, porque igual eso demuestra algo: Colof¨®n nombra la ciudad donde Homero se qued¨® ciego.
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