Vanidades en las hogueras

Las hogueras de San Juan, que ya lucen en las calles de esta amable Alicante, arder¨¢n como las vanidades que lucen los taurinos en los apartados, callejones y otros recovecos del taurino orbe. Tambi¨¦n sobre el albero pero all¨ª al menos se juegan, cuando menos, un revolc¨®n, como le pas¨® a Rivera Ord¨®?ez con su primero. Eran legi¨®n las seguidoras de ?qui¨¦n? De un torero de dinastias: los Rivera, por un lado; los Ord¨®?ez por otro. O ? admiradoras de su madre Carmina o de su esposa Cayetana? Pues debi¨® ser esto ¨²ltimo porque, adem¨¢s de los gritos de p¨¢nico en los dos revolcones que se llev¨® Rivera, lo m¨¢s jaleado fue que la montera cayera boca abajo. En definitiva el toreo rosa lo impuso el p¨²blico de sol, al que Rivera dedic¨® sonrisas y l¨¢grimas ante los achuchones. En el que cerr¨® plaza ?qu¨¦ pena de toro no caer en otras manos! consigui¨® el madrile?o una oreja a base de pico, y distancia. Enti¨¦ndase, entre ¨¦l y la res cab¨ªa un tren, pero eso era, deb¨ªa pensar la parroquia riverista, ?puro capricho de los puristas!Tampoco estos hubieran aprobado en un examen riguroso a Ponce. Pasitos, tambi¨¦n distancia y pico y muchos pinchazos en su primero y una faena de esas de porfiar y porfiar. Con el cuarto, astigordo y regord¨ªo, desaprovech¨® un corn¨²peta que meti¨® bien la cabeza hasta desenga?arse en la tercera tanda. Empez¨® desarmado y as¨ª termin¨® un trasteo con su habitual esteticismo pero que tampoco rubric¨® con la toledana.

La mejor parte de aquella fiesta de vanidades se la llev¨® un enrachado Finito de C¨®rdoba, que tore¨® templado y con sitio a su primero. Un animal que tom¨® la muleta al natural haciendo el avi¨®n. Por el pit¨®n derecho era otro cantar. Pero el de Sabadell consigui¨® la suficiente ligaz¨®n y temple para seguir en ¨¦xito. Lo alcanz¨® al matar de un estoconazo hasta la gamuza. Con el que hizo quinto pudo armarla. Estuvo muy puesto con el capote y ajust¨® bellas ver¨®nicas. Pele¨® el animal con codicia en el caballo pero la "armada Brancaleone", en general, meti¨® los hierros con sa?a inaudita. Del peto sali¨® el bicorne perdiendo las manos y lleg¨® a la muleta aplomado, tras un tercio de banderillas en el que destac¨® Gregorio Cruz. Finito tore¨® de nuevo con temple y ligando los pases. No pudor ir a m¨¢s pues si le bajaba la mano el animal doblaba las suyas. Cuando se dio cuenta sigui¨® faena a media altura pero ya era demasiado tarde pero a¨²n se trag¨® un par de tandas al natural. Quiso matar recibiendo pero desisti¨® y tras largas probaturas para cuadrar, y tratar de rubricar lo hecho, el fallo a espadas le priv¨®, quiz¨¢, de salir por la puerta grande.