Mecenas, 'marketing' y decadencia cultural
No creo que haya sido la nostalgia del esplendor modernista lo que ha movido a un significativo conjunto de asociaciones barcelonesas a plantear, en una Carta abierta a las instituciones, su preocupaci¨®n por "el decaimiento de la vida cultural de Catalu?a". Estas asociaciones saben muy bien que, en nuestra ¨¦poca, las burgues¨ªas ilustradas pintan m¨¢s bien nada y que si podemos hablar de mecenas, ¨¦stos se encuentran o bien en las instituciones p¨²blicas o bien entre los grandes conglomerados de empresas.Estos nuevos mecenas tienen muy poco que ver con aquella gente exc¨¦ntrica que proteg¨ªa a artistas por placer o por vanidad, pero que, aun as¨ª, dejaron un interesante patrimonio cultural colectivo del que todav¨ªa vivimos. Tienen tan poco que ver que los firmantes de la carta se olvidan piadosamente del mundo del dinero, es decir, de empresas de toda clase, y se dirigen ¨²nicamente a los administradores del dinero p¨²blico. Esto es, por s¨ª mismo, un reconocimiento de que para promover la cultura no se puede contar ya con la iniciativa privada y hay que recurrir al mecenazgo que los ciudadanos podemos hacer a trav¨¦s de los impuestos gestionados por los representantes pol¨ªticos. Todo esto tiene su importancia. No se cuenta con el mecenazgo del gran dinero quiz¨¢ por razones diversas. En democracia priva el respeto a que quien dispone de capital puede hacer con ¨¦l lo que quiera, incluso especular a base de bien. Pero, evidentemente, al ignorar la posibilidad del mecenazgo cultural de estos grandes capitales no se hace sino reconocer su desinter¨¦s por las materias de la cultura. Es muy posible que en nuestros d¨ªas incluso pueda decirse que cuanto m¨¢s analfabeto es el capital m¨¢s posibilidades de multiplicarse tiene, y me remito al t¨®pico ejemplo del Gran Hermano y su fabuloso negocio publicitario y promocional.
Como est¨¢ claro que con la iniciativa privada no se puede contar, las asociaciones que firman la carta abierta se dirigen a las instituciones p¨²blicas y, as¨ª, tambi¨¦n a todos nosotros. De hecho, al haber dado a conocer a trav¨¦s de los medios su preocupaci¨®n por "el decaimiento de la vitalidad cultural" no hacen sino llamar la atenci¨®n de los ciudadanos acerca de que, quiz¨¢, las instituciones p¨²blicas no est¨¢n cumpliendo con su labor sustitutoria de aquellos antiguos mecenas burgueses y piden que los impuestos se ocupen mejor del patrimonio cultural colectivo. Si no fuera que las administraciones p¨²blicas suelen presumir de lo mucho que les gusta hacer de mecenas y velar por la expresi¨®n cultural del pa¨ªs, acaso tampoco habr¨ªa sido posible llamarles la atenci¨®n de esta manera y decirles, muy elegantemente, que lo hacen francamente mal.
La carta abierta es muy interesante por muchos motivos: no se pide dirigismo, sino inter¨¦s real al denunciar el vicio administrativo de convertir la cultura en propaganda unidireccional. La cultura, est¨¢ claro, s¨®lo puede ser plural y libre, cosa que, seg¨²n los firmantes y aunque lo digan muy sutilmente, no parece ser la realidad aqu¨ª y ahora, ?para qu¨¦ si no escribir una carta as¨ª? Y la carta habla tambi¨¦n de "creaci¨®n"; de "creaci¨®n propia", para m¨¢s se?as. Aunque es un asunto muy complejo, me interesa subrayar que esas asociaciones recuerdan que entre nosotros hay artistas todav¨ªa, no s¨®lo consumidores de "cultura global" o de parques de atracciones, que aunque sean aut¨®ctonos s¨®lo sirven para incrementar la confusi¨®n entre cultura, espect¨¢culo, marketing y propaganda.
Es magn¨ªfico que alguien, aqu¨ª y ahora, recuerde que hay seres humanos necesitados de expresar su creatividad de la manera m¨¢s cl¨¢sica, a trav¨¦s de las artes, y que, en justa correspondencia, tambi¨¦n hay un mont¨®n de gente dispuesta a mirar cuadros, leer libros, ir al teatro o al cine por el placer de enriquecer su esp¨ªritu y su vida m¨¢s que para pasar el rato. Es bueno que se recuerde esto porque el aire que se respira indica que, en nuestra civilizaci¨®n actual, las energ¨ªas cretivas est¨¢n volcadas en el marketing, es decir, que se dedican a que unos compren y otros vendan. Esto, desde luego, afecta de manera muy clara a los administradores p¨²blicos. Por todo ello, la carta puede leerse tambi¨¦n como un toque de atenci¨®n: ?se?ores, que hay algo m¨¢s all¨¢ del marketing cultural! Del marketing pol¨ªtico o del marketing puro y duro; es decir, las consignas de todos los d¨ªas a todas horas. Aunque ellos no lo digan expresamente, los firmantes parecen plantear tambi¨¦n la preocupaci¨®n de que el economicismo, la t¨¦cnica, el management, la rentabilidad y la eficacia, toda una nueva ideolog¨ªa pol¨ªtica, acaben destruyendo la ¨²nica capacidad del ser humano para sobrellevar la existencia, que eso y no otra cosa es la cultura. La cultura en libertad, por gusto, por amor a la vida. Todo esto es, seguramente, lo que est¨¢ marcando la realidad: la decadencia es cierta y mucho m¨¢s profunda de lo que puede parecer. Lo ¨²nico que dudo es que las instituciones p¨²blicas est¨¦n por la labor de darse cuenta de que cultura y marketing, cultura y propaganda, son cosas bien distintas. Ah¨ª se encuentra la ra¨ªz de la decadencia.
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