Vencido y desarmado...
Me llamo Jorge Valdano y me gustaba el buen f¨²tbol, pero estoy arrepentido. La misma noche que Italia se clasific¨® para la final, me colgu¨¦ a la espalda una destartalada porter¨ªa (con red y todo) que hay en mi jard¨ªn y, como Jes¨²s con la cruz, peregrin¨¦ horas y horas por mi barrio insultado por el vecindario: "As¨ª aprender¨¢s a no escribir contra Italia"; "?Para qu¨¦ sirve atacar? ?Eh?"; "Met¨¦te la pelota en el culo" (este era argentino)... Me enredaba en la red, los clavos de la porter¨ªa se me clavaban por todas partes, ten¨ªa los pies llenos de ampollas, y no encontr¨¦ ni una sola persona compasiva, pero me lo merec¨ªa. Volv¨ª a casa muy tarde y mi familia, que me hab¨ªa retirado el saludo en la pr¨®rroga del Italia-Holanda, me abuche¨® con todo derecho. Me qued¨¦ hasta la madrugada escribiendo cien mil veces la frase: "No volver¨¦ a hablar mal del catenaccio". Como s¨¦ que no es suficiente, para hoy tengo preparada la penitencia definitiva: ver¨¦ el partido otra vez. - Penaltis al limbo
No es la primera vez que se fallan tantos penaltis. Yo conozco dos casos inolvidables. Uno fue en la cancha de Defensores de Las Rosas, pueblo vecino al m¨ªo en donde pegan patadas hasta en el paladar. Aquella tarde ya se hab¨ªan pitado dos penaltis a favor del equipo local, que el delantero centro (el Negro ?lvarez) y el capit¨¢n (el Bicho Antu?a) hab¨ªan desperdiciado con tiros infames. Como la actuaci¨®n del ¨¢rbitro era intachable y Defensores perd¨ªa 1 a 0, la hinchada se quer¨ªa comer a los jugadores. En el minuto 30 de la segunda parte, a la Chancha Reinoso, un extremo que se regateaba muy bien a s¨ª mismo, se le ocurri¨® eliminar a dos rivales y pisar el ¨¢rea con la pelota dominada. Decisi¨®n inoportuna, porque el marcador central lo cruz¨® a la altura de la rodilla y le hizo un penalti grande como una casa, que el ¨¢rbitro (a esa altura ¨ªdolo de la afici¨®n) concedi¨® con mucha autoridad. En ese momento el Bicho Antu?a, veterano, feo y mal encarado, ya mir¨® al ¨¢rbitro con ganas de matarlo. Cuando busc¨® a su alrededor, a ver si hab¨ªa alg¨²n voluntario, se encontr¨® con que todos los compa?eros estaban distra¨ªdos: el irresponsable de Reinoso a¨²n se revolcaba en el suelo haci¨¦ndose el lesionado, otro estaba tomando agua, un tercero se estaba atando las botas, y hasta hab¨ªa uno que ten¨ªa la mirada perdida en el horizonte. Como capit¨¢n, ten¨ªa que asumir la responsabilidad. Si se analizaba la situaci¨®n por la gravedad de su cara, parec¨ªa que iba al pat¨ªbulo; si se analizaba por el silencio ambiental, tambi¨¦n. Antu?a clav¨® la mirada en el bal¨®n sin querer saber nada m¨¢s, escuch¨® la orden de tiro, y le peg¨® con toda su alma. Casi saca el bal¨®n del pueblo. El odio de la hinchada hacia los jugadores ya era inenarrable, cuando en el minuto 43 y a la salida de un c¨®rner, el ¨¢rbitro percibi¨® un agarr¨®n y pit¨® un nuevo penalti. ?El cuarto! El pobre ¨¢rbitro a¨²n no hab¨ªa terminado de pitar, cuando el Bicho lo durmi¨® de un pu?etazo. Cuentan que en la comisar¨ªa se defendi¨® con dos argumentos. Primero: un ¨¢rbitro no puede hacer toda la justicia un mismo d¨ªa, sin una raz¨®n de fondo. Segundo: Antu?a jur¨® que, cuando se?al¨® el punto fat¨ªdico en el cuarto penalti, al ¨¢rbitro se le escap¨® una leve sonrisa y concluy¨® textualmente en la declaraci¨®n: "Con el Bicho no se juega".
La otra historia ocurri¨® en M¨¦xico y me la cont¨® Hugo S¨¢nchez. Un equipo hab¨ªa sido beneficiado con tres penaltis consecutivos y los tres hab¨ªan sido errados. Cuando el ¨¢rbitro pit¨® el cuarto, el capit¨¢n se le acerc¨® solemne y le dijo: "Se?or, se lo cambiamos por un c¨®rner"; a lo que el ¨¢rbitro, con buen criterio, no accedi¨®.
- Entregado a la nueva causa
Empez¨® el partido y le correspondi¨® mover a Italia. Inzaghi toc¨® en corto hacia Del Piero, quien pas¨® hacia atr¨¢s a Di Biagio. La jugada deb¨ªa estar ensayada porque Di Biagio, sin mirar, la tir¨® con ejemplar convicci¨®n afuera del campo. A primera vista parece una cr¨ªtica, pero nada m¨¢s lejos de mi intenci¨®n. Lo cuento para que escarmienten los que se llenan la boca diciendo que Italia no es capaz de dar tres toques seguidos. Cuando yo digo que cambi¨¦, es porque cambi¨¦.
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