Revoluci¨®n en M¨¦xico
Tardar¨¢ tiempo en apreciarse la aut¨¦ntica magnitud de lo sucedido este domingo en M¨¦xico tras la victoria del opositor Vicente Fox en las elecciones presidenciales. Ni siquiera los m¨¢s optimistas en el equipo del presidente electo se atrev¨ªan a anticipar una derrota tan amplia (m¨¢s de dos millones y medio de votos) del partido que durante siete d¨¦cadas ha monopolizado el poder como heredero ¨²nico del r¨¦gimen surgido de la revoluci¨®n mexicana. La propia limpieza de los comicios, calificados por la Fundaci¨®n Carter de "casi perfectos", resultaba muy dif¨ªcil de predecir.La posibilidad del cambio es imprescindible en una democracia, y ¨¦se ha sido el mejor argumento del populista de derechas Vicente Fox. Los mexicanos no le han reconocido al Partido Revolucionario Institucional (PRI) la capacidad de autorregeneraci¨®n que proclamaba despu¨¦s de 71 a?os de gobiernos alcanzados en r¨¦gimen de partido ¨²nico o falseando el resultado de las urnas. Por ello, muchos ciudadanos que no se proclaman de la derecha han acabado votando al PAN. Han preferido el cambio a una supuesta identidad ideol¨®gica.
Hay que celebrar en las elecciones mexicanas no s¨®lo su alta participaci¨®n y su integridad -han sido inequ¨ªvocamente las m¨¢s limpias de que se tiene noticia en el mayor pa¨ªs hispanohablante del mundo-, sino el hecho crucial de que Fox haya ganado con una mayor¨ªa incontestable. M¨¦xico se ahorra as¨ª peligrosas disputas sobre la fiabilidad de los resultados, y quiz¨¢ con ellas crisis pol¨ªticas o econ¨®micas como las que han marcado los comienzos de cada uno de los cuatro mandatos presidenciales anteriores.
La derrota presidencial de ayer es la primera que reconoce el PRI desde 1929. Hasta fechas bien recientes, la verdadera elecci¨®n se produc¨ªa el d¨ªa en que el PRI destapaba al candidato previamente designado por el presidente en ejercicio. Este ejercicio de cooptaci¨®n, conocido como el dedazo, apenas necesitaba el tr¨¢mite de una victoria electoral asegurada. Las urnas acaban de llevarse por delante ese oscuro modelo corporativo, esa formidable red de intereses sin ideolog¨ªa que lo penetraba todo. No es de extra?ar que muchos mexicanos hayan vivido lo sucedido ayer como la ca¨ªda del muro berlin¨¦s.
El cr¨¦dito de este cambio hay que atribu¨ªrselo en su mayor parte al presidente actual, Ernesto Zedillo, a quien la historia de su pa¨ªs tendr¨¢ que reconocer un impulso reformista que ha hecho de M¨¦xico una democracia plenamente homologable. Durante su mandato super¨® el desastre financiero de 1995, hizo crecer la econom¨ªa a un ritmo del 5% durante los ¨²ltimos cuatro a?os, y por encima de todo, impuls¨® una reforma pol¨ªtica muchas veces anunciada y otras tantas incumplida. Primero potenci¨® la creaci¨®n de un sistema de control electoral cre¨ªble, que se fogue¨® en las elecciones legislativas de 1997 y que super¨® su prueba de fuego este domingo. Luego renunci¨® a nombrar a su sucesor y anim¨® al PRI a hacerlo mediante primarias. En comparacion con el pa¨ªs que recibi¨® de Carlos Salinas de Gortari en 1994 por accidente (tras el asesinato del designado Luis Donaldo Colosio), Zedillo dejar¨¢ en diciembre a su sucesor un pa¨ªs en marcha, pese a sus gigantescas dificultades y desigualdades. Por primera vez un presidente mexicano ceder¨¢ el poder pac¨ªficamente a un pol¨ªtico opositor.
Vicente Fox ha sido votado mayoritariamente por votantes urbanos de clases medias, pero tambi¨¦n por muchos mexicanos desheredados que dejaron de creer en el PRI. En la mejor tradici¨®n caudillista, el ex gobernador de Guanajuato y ex ejecutivo de Coca-Cola, tan obstinado como impulsivo, ha prometido mucho, probablemente demasiado, a cien millones de mexicanos. Su tarea no es envidiable, porque en M¨¦xico se agranda el foso entre quienes tienen y quienes no (la desigualdad salarial en los a?os noventa se ha incrementado m¨¢s que en cualquier otro pa¨ªs latinoamericano) a velocidad parecida a la que separa al norte y el sur. Un norte din¨¢mico, muy vinculado al gran vecino estadounidense, y un sur rural, pobre e inaccesible, donde vive la mayor¨ªa de los indios nativos y todav¨ªa alienta la rebeli¨®n zapatista.
El presidente electo es hombre de cultura norte?a, y, de creer su larga y en¨¦rgica campa?a, debe ser el m¨¢s capaz para hacer los cambios profundos y urgentes que necesita un pa¨ªs donde en seis a?os habr¨¢ 15 millones de nuevos votantes potenciales. Gobernar no ser¨¢ f¨¢cil con un Parlamento en el que el PRI y el PRD suman m¨¢s esca?os que el PAN y que pueden mancomunar sus votos como lo hicieron en la ¨²ltima legislatura el PRD y el PAN. Reformar el pa¨ªs pol¨ªtica y socialmente y combatir la rampante delincuencia urbana son dos cometidos urgentes. Pero el nuevo presidente cuenta con un apoyo electoral inesperadamente contundente e indiscutible. Frente al regreso de Per¨² a la autocracia, M¨¦xico ha dado un salto democr¨¢tico de gigante. Y nadie podr¨¢ restarle ese m¨¦rito a Zedillo.
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