El dinosaurio que todav¨ªa estaba all¨ª .
La influencia de M¨¦xico ha sido por d¨¦cadas determinante en Am¨¦rica Latina, a¨²n mucho m¨¢s all¨¢ de los pa¨ªses centroamericanos que forman su entorno natural. Un buen mariachi puede escucharse en Bogot¨¢, y a¨²n en Buenos Aires, y el culto a Pedro Infante desaf¨ªa en los altares populares al del mismo Carlos Gardel. De M¨¦xico vinieron siempre tambi¨¦n las pel¨ªculas rancheras, la m¨²sica de cabaret, Mar¨ªa F¨¦lix y Agust¨ªn Lara, el guacamole, los tacos, (s¨®lo en Managua puedo contar en mi vecindad cinco o seis restaurantes de comida mexicana), y los fraudes electorales.Llegar a ser como el PRI se volvi¨® la obsesi¨®n de cualquier partido, quedarse para siempre, convertir las elecciones peri¨®dicas en un instrumento bien afinado, y bien ama?ado, para no perder nunca. Muchos han suspirado por eso, ya sea en Nicaragua, o en el Per¨², salvo la variante de que en el sistema mexicano, que ahora ha tocado a su fin, los presidentes no se repitieron nunca, y en muchos otros lados la man¨ªa todav¨ªa consiste en forzar las puertas de la reelecci¨®n.
Un viejo amigo mexicano, sabio y humorista, de cuya amistad he disfrutado desde que le toc¨® estar cerca de Nicaragua en la d¨¦cada de la revoluci¨®n sandinista, me cont¨® una vez que el PRI lo envi¨® a presentarse como candidato a diputado a su estado natal. Era joven e inexperto, y se lanz¨® a hacer su campa?a con todo entusiasmo; la noche de las elecciones esperaba en su hotel los resultados, cuando se present¨® un funcionario electoral a preguntarle: "Licenciado, ?con qu¨¦ porcentaje de votos quiere usted ganar?"
?sta era, por supuesto, una an¨¦cdota secreta, contada entre risas clandestinas; y aunque se trataba de una suma de secretos a voces, la menci¨®n de los fraudes electorales se volv¨ªa un asunto de honor mancillado para los jerarcas del PRI cuando as¨ª se mencionaba. Se dejaban admirar, pero no manosear en su honor. Y de eso puedo dar fe yo mismo.
A finales del mes de octubre de 1988 presentaba yo en M¨¦xico mi novela Castigo Divino, y al mismo tiempo deb¨ªa cumplir una agenda de entrevistas pol¨ªticas en mis funciones de gobierno, que inclu¨ªa al Presidente Miguel de La Madrid, al presidente electo Salinas de Gortari, y al candidato derrotado en las elecciones del mes de julio anterior, Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas.
La primera de las entrevistas fue programada con C¨¢rdenas en la sede de la embajada de Nicaragua, una grave falla fruto de la inexperiencia de nuestro reci¨¦n llegado embajador que m¨¢s all¨¢ de ignorar las peligrosas minucias protocolarias, no sab¨ªa qu¨¦ terreno minado estaba pisando. Las otras dos, iban a tener lugar al d¨ªa siguiente, pero fueron canceladas de manera abrupta despu¨¦s que la noticia de aquella reuni¨®n apareci¨® en la portada de La Jornada. El PRI no pod¨ªa tolerar que yo me reuniera con alguien que cuestionaba la legitimidad de los resultados electorales, denunciando falsamente un fraude, se me dijo despu¨¦s, a manera de explicaci¨®n oficial: as¨ª me perd¨ª la oportunidad de conocer personalmente a Salinas, suerte que s¨ª tuvo con creces el comandante Tom¨¢s Borge, quien escribi¨® su biograf¨ªa oficial y oficiosa, la que, l¨¢stima, no lleg¨® a llamarse como estaba originalmente pensado por su autor: La maestra Margarita y su hijo el presidente.
He recordado la an¨¦cdota de mi viejo amigo mexicano, y este lejano incidente diplom¨¢tico, que discurri¨® de manera silenciosa, ahora que me ha dado la medianoche frente al televisor viendo los resultados de las elecciones que ha ganado Vicente Fox, y en las que el PRI ha sido barrido del paisaje del poder en una operaci¨®n que los votantes han practicado a fondo, y a conciencia. En aquella ocasi¨®n, C¨¢rdenas me hab¨ªa mostrado en un manojo de hojas de computadora las evidencias de c¨®mo la tendencia en el conteo oficial de los votos que le daban la victoria, hab¨ªa cambiado abruptamente al restablecerse la energ¨ªa, tras un fallo de electricidad que hab¨ªa dejado a oscuras al Instituto Federal Electoral.
Es un M¨¦xico que cuesta reconocer. Francisco Labastida, el candidato derrotado del PRI, reconoce pac¨ªficamente la victoria de su adversario. El ¨²ltimo presidente de la era del PRI, Ernesto Zedillo, reconoce tambi¨¦n la derrota de su partido, y ofrece colaborar en la transici¨®n. A sus espaldas, hay un retrato de Ju¨¢rez, que antes pudo haber sido un decorado ret¨®rico, pero ahora no. Y hasta me parece que las cifras con que C¨¢rdenas ganaba en 1988 al cortarse la electricidad, se parecen mucho a las de ahora, s¨®lo que Fox, y no C¨¢rdenas, est¨¢ a la cabeza. Aquellas cifras fueron negadas, y ¨¦stas, no hay forma de dejar de reconocerlas. Hay, adem¨¢s, un Instituto Electoral absolutamente confiable para todos, algo que suena como un milagro. Y entre tantas extra?as ocurrencias que me indican que muchas cosas est¨¢n cambiando para siempre en M¨¦xico, Televisa transmite todo el discurso de C¨¢rdenas aceptando su derrota, y tiene sentado en el panel de debates a Carlos Monsivais, algo que antes hubiera resultado una anatema.
La influencia de M¨¦xico en el continente, que desborda a la m¨²sica norte?a, las telenovelas y el tequila reposado, har¨¢ que estas elecciones tengan un peso insoslayable en el futuro pol¨ªtico de aquellos de nuestros pa¨ªses en donde la democracia sufre todav¨ªa de regateos, y es v¨ªctima de jugarretas. Los partidos hegem¨®nicos, las elecciones como pretextos espurios para prolongar indefinidamente los sistemas, la compra de votos, los fraudes electorales, y eso que en Nicaragua llamamos el zancudismo -partidos que se prestan a colaborar a cambio de puestos de poder y prebendas- fueron siempre un atractivo porque ven¨ªan de M¨¦xico, igual que el llanto pa?uelo en mano de Sara Garc¨ªa y Prudencia Griffel, y las viejas series del Chavo del Ocho. Atractivos a¨²n para los coroneles que sal¨ªan de sus cuarteles en busca de recetas infalibles para quedarse en los palacios presidenciales, turn¨¢ndose unos a otros el mando.
Ahora, esas recetas mexicanas van a ir saliendo de las cocinas. Las elecciones que gan¨® Fox para la presidencia, y L¨®pez Obrador para la regencia de la ciudad de M¨¦xico, en nombre de dos partidos de signos distintos, establecen una nueva forma de pluralismo pol¨ªtico, y hacen aparecer como obsoletas las maniobras consumadas por Fujimori para seguirse reeligiendo en el Per¨², o los pactos entre Alem¨¢n y Ortega en Nicaragua. Y es ahora el pluralismo a la mexicana el que deb¨ªa empezar a tener adeptos e imitadores para borrar todo vestigio de autoritarismo electoral donde todav¨ªa queda.
Se trata de todo un cataclismo silencioso, cuyas hondas expansivas tardar¨¢n en asentarse por todas estas tierras, pero que har¨¢n de todas maneras su trabajo de zapa. Y entre otras cosas va a quedarse tambi¨¦n fuera de moda la ret¨®rica hueca, que se inspira en las viejas consignas revolucionarias, y que fue otra de las grandes herencias del PRI, copiada con ventaja. Ese arte tan latinoamericano de llenarse de aire los pulmones para decirlo todo, sin llegar a decir nada, invocando viejas glorias y ansias renovadas empezar¨¢ a pasar, tambi¨¦n, a mejor vida.
?sta es una f¨¢bula con moraleja. Sucede que cuando el dinosaurio que dice Tito Monterroso se despert¨®, ya no estaba all¨ª. Y ahora hay que seguir despoblando, aqu¨ª y all¨¢, el parque jur¨¢sico.
Sergio Ram¨ªrez es escritor nicarag¨¹ense.
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