Camadas negras
Poco despu¨¦s de la escandalosa ascensi¨®n al poder en Austria de las huestes fascistas de J?rg Haider, me lleg¨®, por tres v¨ªas diferentes, una misma proclama elaborada por intelectuales franceses de izquierda -integrantes sin duda de lo que han dado en llamar "la izquierda angelical"-, solicitando mi adhesi¨®n ante la creaci¨®n de un Comit¨¦ de Vigilancia Europeo contra la extrema derecha; es decir, una especie de ¨¢ngel de la guarda, que vigilar¨¢ y denunciar¨¢ los desmanes de los mismos fascistas de siempre, ahora llamados nuevos. Si se considera que el partido de Le Pen atraviesa en estos momentos una grave crisis que aten¨²a el miedo que hab¨ªa llegado a producir, y que nadie, que yo recuerde, solicit¨® mi adhesi¨®n cuando hace un tiempo se celebraron en las grandes ciudades de nuestro pa¨ªs vecino manifestaciones en su contra, hay que reconocer que el vigor de la izquierda francesa ante los peligros que amenazan al europe¨ªsmo, en su vertiente supranacional y multicultural, es extraordinario. Pero no deja de llamar la atenci¨®n que, mientras que los problemas creados por sus extremistas de derechas, con todo lo graves que puedan considerarse, no dejen de ser para ellos problemas dom¨¦sticos de los que solventan en casa, consideren estos intelectuales franceses que es el continente entero quien debe responder cuando son las orejas de los lobatos de las camadas negras alemanas, o austr¨ªacas, las que asoman. Ellos sabr¨¢n por qu¨¦, aunque a los dem¨¢s nos costar¨¢ mucho adivinarlo.Leo en este mismo peri¨®dico, en el ejemplar del viernes 23 de junio, la noticia de la pol¨¦mica desatada en Alemania por la concesi¨®n del premio Adenauer -cuyo fin es el de premiar a los trabajos que "contribuyen a crear un futuro mejor"- a un historiador, Ernst Nolte, por una tesis que viene a decir que no hay que tomarse tan a pecho lo de los nazis, porque al fin y al cabo frenaron a los bolcheviques, que eran peores. La concesi¨®n de un premio a una tesis que es un cl¨¢sico popular (hasta el arist¨®crata del musical Cabaret dec¨ªa lo mismo: "Que paren a los comunistas, que despu¨¦s ya los pararemos a ellos") no puede entenderse, a mi modo de ver, sino como una provocaci¨®n altanera, para que unos y otros nos vayamos enterando de qui¨¦n manda. El jurado del prestigioso premio parece que es af¨ªn al ala m¨¢s derechista de la Democracia Cristiana. Y las derechas, que est¨¢n hartas de que demonicen a sus valedores de camisa negra y de aguantar la retah¨ªla de meaculpas que vienen soportando desde 1945, han dicho "basta". Todo da a entender que el Comit¨¦ de Vigilancia Europeo contra la extrema derecha no va a ir escaso de trabajo. Sin ni siquiera un ligero malestar de conciencia que pudiera perturbarlos en sus horas m¨¢s bajas -que no las m¨¢s negras-, a ver qui¨¦n los para.
Al tiempo que Haider llegaba tan alto y Austria ca¨ªa tan bajo, en el Espai Moma del barrio de Zaid¨ªa de Valencia se representaba un espect¨¢culo, Nascuts culpables, basado en entrevistas reales realizadas a hijos de nazis, de visi¨®n m¨¢s que recomendable, y no s¨®lo por sus m¨¦ritos art¨ªsticos, que los tiene y en abundancia. Aunque ese sea el fin muchas veces pretendido, es dif¨ªcil participar al tiempo en una catarsis y una reflexi¨®n de tal magnitud; ni en el teatro, ni mucho menos en la vida civil, los espa?oles tuvimos la que nos correspond¨ªa tras el desmantelamiento de la dictadura, seguramente debido tanto al deseo de ahorrarle escollos a la transici¨®n, como al hecho cierto de que con nuestra guerra civil quedamos servidos y ah¨ªtos de catarsis sociales para unas cuantas generaciones. As¨ª que tenemos que recurrir a las de los alemanes, a los argentinos, a los chilenos, para situarnos, porque los motivos de nuestros miedos y nuestros rencores particulares han sido voluntariamente enmudecidos. Pero los peligros, los miedos y los rencores, aunque sean silenciados, permanecen. Est¨¢n aqu¨ª mismo, en esa pedan¨ªa donde se asentaron los ultraderechistas ingleses, o en las voces de esos que en Castell¨®n ped¨ªan el linchamiento del magreb¨ª que, en su intento de suicidio, hab¨ªa paralizado el tr¨¢fico ferroviario. Sin pretensiones prof¨¦ticas, cuanto Almorad¨ª se nos viene encima.
Por desgracia Nascuts culpables, ya no est¨¢ en cartel; perm¨ªtanme, pues, que les recomiende la lectura de Juventud sin Dios, de ?d?n von Horv¨¢th, recientemente publicada en la Colecci¨®n Austral. Para el lector, el efecto es similar al que el espectador recib¨ªa en el Espai Moma: la toma de contacto con la Bestia del nazismo en su realidad m¨¢s palpable e inmediata, sin met¨¢foras ni vericuetos literarios por los que se podr¨¢n caer en el peligro de extraviarse. Que el fascismo est¨¢ entre nosotros, e incluso dentro de nosotros, corroyendo las m¨¢s elementales reglas de la convivencia, es tan obvio que parece un lugar com¨²n, pero tambi¨¦n es cierto que no siempre resulta f¨¢cil de detectar y desenmascarar. El apego a la inercia y el acomodo en la ignorancia pueden dejar sin respuesta las manifestaciones xen¨®fobas, populistas y fascistas, y m¨¢s si vienen pertrechadas tras el estilo casual y deportivo que luce Haider, tan alejado del siniestro atrezo art deco con que sol¨ªamos identificarlas.
Quiz¨¢ por eso haga mucha falta prestar apoyo a ese Comit¨¦ de Vigilancia Europeo, de cometido tan angelical. Y no s¨®lo por razones filantr¨®picas o por delirios de solidaridad. Mejor atender ahora sus denuncias a que sea en un futuro nuestro ¨¢ngel de la guarda personal quien venga a darnos el mismo consejo que un amigo le dio a Horv¨¢th en su momento: que viviera siempre con las maletas hechas, y que aprendiera ingl¨¦s, a coser y a cocinar, porque corr¨ªa el peligro de tener que "cambiar m¨¢s a menudo de pa¨ªs que de zapatos", como dir¨ªa poco despu¨¦s Bertolt Brecht.
Enric Benavent es escritor.
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