Inteligibilidad cient¨ªfica Jorge Wagensberg
El r¨ªo atraviesa parajes de geolog¨ªas muy diversas. Hace mucho tiempo que el r¨ªo lame y empuja piedras de unos paisajes a otros. Por eso, en sus playas fluviales, se pueden encontrar cantos rodados de todas clases. Piedras redondas como naranjas y alargadas como pepinos; piedras grandes como sand¨ªas y peque?as como pi?ones; piedras oscuras y piedras blancas; piedras lisas, moteadas, rayadas... Cada piedra tiene su particular historia. Cada piedra es como el ¨²ltimo y ¨²nico fotograma de un largometraje perdido. La ilusi¨®n, se dir¨ªa insensata, de muchas disciplinas, como la arqueolog¨ªa, la paleontolog¨ªa o la propia geolog¨ªa, es reconstruir la historia con tan escu¨¢lido fundamento. O sea, si interrumpimos al azar un paseo y nos agachamos para recoger una piedra cualquiera, entonces resulta que tal piedra, en principio, se puede comprender.Clasificar es una forma de inteligibilidad siempre y cuando, eso s¨ª, haya m¨¢s piedras que clases de piedras (por ejemplo m¨¢s piedras que historias diferentes posibles). ?Qu¨¦ es una clasificaci¨®n? Pues, para empezar, un conjunto de clases en una de las cuales, y s¨®lo en una, encaja siempre cualquier piedra. Supongamos que tenemos una buena clasificaci¨®n de piedras (una teor¨ªa) y un r¨ªo largo y antiguo cuyo cauce es una fuente generosa de cantos rodados (la experiencia). Cada nueva piedra supone un chispazo entre teor¨ªa y experiencia. Pueden ocurrir cuatro cosas: 1) una piedra encaja en una sola clase y la teor¨ªa vigente se confirma; 2) una piedra no encaja en ninguna clase (paradoja de incompletitud) y hay que ampliar la teor¨ªa vigente; 3) una piedra encaja, con igual derecho, en dos clases diferentes (paradoja de contradicci¨®n) y hay que corregir la teor¨ªa vigente; y 4) una clase permanece vac¨ªa (piedras veros¨ªmiles a¨²n no han sido encontradas) y eso equivale a una predicci¨®n de la teor¨ªa vigente. El concepto piedra manda sobre el concepto clase: una sola y modesta piedra es suficiente para cambiar toda una prestigiosa teor¨ªa (la excepci¨®n confirma la regla... ?siguiente!). En cualquiera de estos casos se gana conocimiento. En cualquiera de estos casos se acelera el pulso del investigador.
Las piedras fluviales sirven como met¨¢fora de la inteligibilidad cient¨ªfica. Sirven tanto que incluso se puede transmitir visualmente, v¨ªa m¨¦todo del arte, parte de la esencia del m¨¦todo cient¨ªfico. Probemos.
El espacio visual tiene tres dimensiones. Elijamos entonces tres propiedades de una piedra. En su interior est¨¢n la composici¨®n y la estructura; respecto de su exterior, m¨¢s bien convienen la funci¨®n o la diversidad; pero todo lo visual afecta a su superficie, es decir: el tama?o, la forma, el color... Por esta vez, hay que instalarse en la superficie para ganar profundidad. Forma: de la m¨¢xima redondez al m¨¢ximo apepinamiento, digamos diez grados; tama?o: del m¨¢ximo di¨¢metro al m¨ªnimo, digamos otros diez grados; y color: de las m¨¢s claras a las m¨¢s oscuras, digamos diez grados m¨¢s. En total mil clases de equivalencia ordenadas: diez por diez por diez.
A cualquier piedra del r¨ªo le podemos asignar ahora tres n¨²meros del uno al diez, una terna ordenada que define una de las mil posiciones posibles dentro de un cubo reticulado. Cada nueva piedra llena un hueco, sustituye a una anterior o sugiere un cambio en la clasificaci¨®n. La escultura obtenida as¨ª es una escultura de mil piedras que s¨®lo puede mejorar. Algo en ella sugiere que camina hacia la perfecci¨®n. Algo en ella nos conmueve. Es su rara belleza, la belleza de la inteligibilidad cient¨ªfica.
Jorge Wagensberg es el director del Museo de la Ciencia Fundaci¨®n La Caixa (Barcelona).
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