El genoma de 'Gran Hermano'.
Pese a coincidir con la Eurocopa, la noticia de que la secuencia de unidades qu¨ªmicas del genoma humano ya es conocida consigui¨® abrirse paso en televisi¨®n y, lo que es m¨¢s, fue presentada en tono comedido. Los comentarios del tipo "?Hay que ver cu¨¢nto sabemos!" se vieron equilibrados por otros en clave "?Es mucho m¨¢s lo que todav¨ªa nos queda por saber!". ?Reflejo de la humildad que suscita asomarse a la escalofriante complejidad que encierran los sistemas verdaderamente interesantes como un organismo vivo, la mente o una cultura humana? ?Ojal¨¢! Aunque me temo que pronto veremos al genoma convertido en mercanc¨ªa. Entretanto, la noticia invita a que los humanos reflexionemos sobre los humanos desde un ¨¢ngulo nuevo.El genoma se puede considerar un indicador de la complejidad del comportamiento humano. Un indicador indirecto que s¨®lo permite hacer estimaciones groseras, pero disponer de una estimaci¨®n resulta ¨²til cuando el valor real no se conoce. La complejidad del comportamiento de un ser humano se puede especificar a trav¨¦s de la cantidad de informaci¨®n necesaria para describir y, dado un medio ambiente, predecir su comportamiento. Los genomas de todos los seres vivos est¨¢n formados por una larga cadena cuyos eslabones son cuatro letras que se suceden en una secuencia espec¨ªfica (este esquema simplificado basta para lo que aqu¨ª interesa). Los cient¨ªficos acaban de decirnos que nuestro genoma incluye tres mil cien millones de esas letras, situadas en un orden que ya han descubierto. Una primera estimaci¨®n de la cantidad de informaci¨®n que puede contener esa secuencia de letras resulta ser del orden de diez elevado a la diez bits (diez mil millones de unidades de informaci¨®n). ?Eso es mucho o poco? Un CD-Rom puede almacenar cinco mil millones de bits, es decir, la mitad de informaci¨®n que el genoma. As¨ª, pues, grosso modo, la informaci¨®n contenida en nuestro genoma equivale a la que llevan dos CD-Rom, por ejemplo The Wall, el compact disc doble de Pink Floyd. Francamente, no s¨¦ si sentirme ninguneado como ser humano por semejante comparaci¨®n o si estar orgulloso de que cada una de las c¨¦lulas de mi organismo lleve dentro tanta informaci¨®n como la sinfon¨ªa Resurrecci¨®n de Mahler (por cierto, el genoma tambi¨¦n es una sinfon¨ªa de resurrecci¨®n).
Busquemos otras comparaciones m¨¢s esclarecedoras. ?Cu¨¢nta informaci¨®n contiene el genoma de una bacteria? Unas mil veces menos que el humano. "Eso est¨¢ bien", nos dice algo dentro. ?Y el de un insecto? Diez veces menos. "?Caray con los insectos!", exclama ahora. ?Y un pez? En promedio, unas cinco veces menos. ?Qu¨¦ pasa entonces con los mam¨ªferos? La complejidad de su genoma es del mismo orden de magnitud que la del genoma humano. "?Eso no puede ser!", dictamina la voz interior. "?Me est¨¢ diciendo que mi libro de instrucciones no es mucho m¨¢s complejo que el de un borrego?". En efecto. "Pues algo falla. Reconozco que Gran Hermano, T¨®mbola y otras cosas as¨ª me pueden aborregar un poco, pero la mayor parte del tiempo yo no soy un borrego". Debo admitir que, efectivamente, la cosa requiere una aclaraci¨®n. Cuando hacemos trabajar en serio al cerebro somos mucho menos borregos. En el cerebro tenemos unas diez elevado a la once neuronas (cien mil millones de neuronas), cada una de ellas conectada con otras diez mil neuronas que pueden estar en diversos estados, todo lo cual crea un sistema cuyo potencial de complejidad se sit¨²a en el orden de diez elevado a diecis¨¦is (diez mil billones de bits, es decir, dos millones de CD-Rom). Eso significa que, como la complejidad del sistema de neuronas es un mill¨®n de veces superior a la del c¨®digo gen¨¦tico, ¨¦ste no puede ser el responsable de organizar el cerebro. ?Entonces qui¨¦n lo organiza? El medio ambiente que nos rodea, en especial el medio ambiente social en que nos desenvolvemos. El c¨®digo gen¨¦tico especifica la estructura b¨¢sica del cerebro, pero es el aprendizaje lo que va estableciendo las conexiones entre neuronas. La voz interior se calma y ahora pregunta: "?Eso quiere decir que en el comportamiento humano lo aprendido es m¨¢s importante que lo heredado, es decir, que lo cultural es m¨¢s importante que lo gen¨¦tico?". Advirtiendo que ¨¦se es otro tema, le respondo que esa contraposici¨®n no tiene sentido, ya que ambas cosas est¨¢n ¨ªntimamente conectadas (aunque todav¨ªa no sabemos c¨®mo); a fin de cuentas, aprendemos a trav¨¦s de sistemas gen¨¦ticamente especificados. Para que la m¨²sica suene hace falta tanto el disco como del tocadiscos, y que ambos funcionen en armon¨ªa. Pero, volviendo a lo que ¨ªbamos, quiz¨¢ ahora est¨¢ m¨¢s claro por qu¨¦, aun teniendo un genoma no mucho m¨¢s complejo que el de los borregos, los humanos contamos con recursos para actuar de otra forma.
Tomando en consideraci¨®n el cerebro (y no el genoma) como referencia de la complejidad del comportamiento, los humanos resultamos ser unas cien veces m¨¢s complejos que los mam¨ªferos en general y unas diez m¨¢s que los chimpanc¨¦s y otros primates. Lo m¨¢s interesante, sin embargo, es que tenemos una complejidad cien veces superior a la que requiere la satisfacci¨®n de las demandas de supervivencia en un medio natural, pues eso nos capacita para inventar y descubrir otros mundos. La complejidad del comportamiento de casi todos los animales se sit¨²a en el orden de la del medio natural (por eso las diferencias en la longitud de los genomas no son muy grandes), lo que hace que su comportamiento est¨¦ esencialmente dedicado a la supervivencia. Los leones se pasan el d¨ªa durmiendo hasta que se pone el Sol y salen a cazar. ?Por qu¨¦ no realizan actividades culturales? Porque, aunque el tiempo les sobra, de complejidad andan escasos. Otro tanto les pasaba a nuestros ancestros hace millones de a?os. ?Y c¨®mo fueron aumentando la complejidad de su comportamiento? Porque encontraron su v¨ªa de supervivencia desenvolvi¨¦ndose en un medio ambiente cada vez m¨¢s social. Los que conectaron bien las neuronas para desenvolverse en ese contexto fueron los que salieron adelante. Incluso empezaron a hablar, y m¨¢s tarde a escribir, algo que les abri¨® acceso a nuevos dep¨®sitos de informaci¨®n, aumentando mucho la complejidad potencial de su comportamiento. Tanto, tanto, que probablemente esa complejidad potencial es mucho mayor que la que mostramos en nuestro comportamiento real. ?ste se ve acotado en gran medida por el medio ambiente social y natural en que se desenvuelve cada uno, un medio que suele presentar una variabilidad limitada. O, dicho de otra forma, puesta una persona en circunstancias que le estimulen de formas distintas a la habituales, su comportamiento puede deparar sorpresas extraordinarias.
Todo lo cual tambi¨¦n invita a reflexionar sobre la posibilidad contraria. ?Qu¨¦ efecto tiene sobre un ser humano satisfacer sus necesidades b¨¢sicas de un modo altamente rutinario, limitando sus relaciones sociales al trato de unas pocas gentes con pautas de comportamiento semejantes y reduciendo su actividad cultural a ejercicios que s¨®lo requieren respuestas de baja complejidad? La respuesta es que, aunque los dos CD-Rom de su genoma contin¨²en inalterados, la multiplicaci¨®n millonaria de complejidad que podr¨ªa llevar a cabo con el tocadiscos de su sistema neuronal s¨®lo se producir¨¢ muy limitadamente. La mayor parte de su complejidad potencial quedar¨¢ en desuso y la complejidad de su comportamiento real se ir¨¢ reduciendo hasta situarse no muy por encima del nivel que reclame la supervivencia en ese medio limitado en que vive. Cuando se piensa que la complejidad potencial del comportamiento de los seguidores de Gran Hermano est¨¢ cien veces m¨¢s pr¨®xima a la que despleg¨® Einstein que a la que manifiesta la generalidad de los mam¨ªferos, hay que reconocer que tiene m¨¦rito conseguir llegar a dar la impresi¨®n de lo contrario.
En todo caso, como es sabido, la selecci¨®n natural no persigue un fin preestablecido, sino que va sacando el mejor partido de las circunstancias. Ahora bien, aunque el genoma humano es algo m¨¢s complejo que ¨¦l de los animales, resulta que el genoma de las plantas es m¨¢s complejo que el humano. Y tambi¨¦n lo es el genoma de la salamandra. Una teor¨ªa que trata de explicar estos hechos sorprendentes remite a la capacidad que presentan esos seres para regenerar grandes partes de su cuerpo (una hoja arrancada, una pata cortada, etc¨¦tera). Es s¨®lo una teor¨ªa, pero, si resultara cierta, no se puede descartar que los seguidores de Gran Hermano vayan desarrollando una capacidad regenerativa de su sistema de atenci¨®n televisiva, mientras que quienes pretenden aumentar su complejidad haciendo funcionar a las neuronas, por efecto de ese programa y de otros, empiecen a experimentar crecientes disfunciones mentales. Si ocurre algo as¨ª, ser¨¢ el genoma de Gran Hermano el que prevalecer¨¢.
Carlos Alonso Zald¨ªvar es diplom¨¢tico.
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