La hora de la verdad.
Son tantas ya las conferencias de paz celebradas entre israel¨ªes y palestinos en los ¨²ltimos a?os que seguramente muchos europeos las contemplan con cierta indiferencia, pero, no obstante, creo que la cumbre que se celebra en Camp David merece una especial atenci¨®n. Pues a este conflicto entre palestinos e israel¨ªes, siempre considerado el coraz¨®n del conflicto ¨¢rabe-israel¨ª, le ha llegado la hora de la verdad, el momento de la operaci¨®n a coraz¨®n abierto, sin posibilidad ya de trasplante, donde se han de abrir nuevas v¨ªas que permitan bombear a un coraz¨®n enfermo y dolido desde hace ya m¨¢s de ciento veinte a?os.A ambos lados de la mesa de operaciones est¨¢n dos cirujanos muy diferentes, tanto por su trayectoria personal como por su ideolog¨ªa. Por un lado, Yasir Arafat, el viejo l¨ªder que desde hace muchos a?os dirige al pueblo palestino; un hombre que lleg¨® a ser muy radical en sus posturas, si bien con el tiempo se fue moderando obligado por el cambio de las circunstancias; es alguien que tambi¨¦n ha perdido muchas oportunidades de suavizar la postura de los palestinos y hacerles ver la realidad, sobre todo despu¨¦s de la visita de Sadat a Jerusal¨¦n y el acuerdo de paz con Egipto a finales de los setenta. Un hombre que, en vez de empujar entonces a su pueblo a un levantamiento popular que, sin duda, hubiera convencido a los israel¨ªes de la necesidad de terminar con la ocupaci¨®n militar, prefiri¨® utilizar la v¨ªa del terrorismo, lo que s¨®lo hizo "ensuciar" la causa palestina. Pero, a la vez, es un hombre que supo aceptar el reto de la "paz de los valientes" y llegar a ser alguien respetado, que representa con su personalidad, conducta e, incluso, con su atuendo, la lucha de los palestinos por la independencia. ?ste es el ¨²nico hombre que tiene, debido precisamente a su pasado extremista, la autoridad suficiente para terminar con este conflicto y firmar un acuerdo de paz.
Por otro lado est¨¢ el primer ministro israel¨ª, antiguo jefe de las Fuerzas Armadas, uno m¨¢s de entre los militares que han acabado en la pol¨ªtica y que representan un nuevo tipo de l¨ªder en el Gobierno de Israel. Un hombre con un fr¨¢gil apoyo parlamentario, pero que tiene una clara ventaja con respecto a sus antecesores: el fin del conflicto con los palestinos, y quiz¨¢ tambi¨¦n con Siria, es el principal y ¨²nico objetivo pol¨ªtico que legitima su actividad pol¨ªtica. Es un hombre de acci¨®n, con un objetivo muy marcado, y que, si ve que no lo consigue, prefiere dejar el mundo de la pol¨ªtica. Y eso le da m¨¢s peso y fuerza a su liderazgo frente a esos pol¨ªticos que piensan m¨¢s en permanecer en el poder que en los intereses del pueblo.
Un zorro viejo y d¨¦bil, pero con mucha experiencia, y un lobo joven con poca experiencia, pero con un gran apoyo popular, est¨¢n junto a la mesa de operaciones y juntos tienen que drenar un coraz¨®n enfermo a trav¨¦s de tres nuevos conductos, peligrosos y complicados, que consigan anular el bloqueo producido por algunos principios sagrados tanto para israel¨ªes como palestinos:
- El principio palestino, confirmado por los precedentes de L¨ªbano, Egipto y Jordania, por el que se pide la devoluci¨®n de todo el territorio ocupado en 1967, y el principio israel¨ª, del que han participado todos los Gobiernos y que rechaza la vuelta a las fronteras de Gaza y Cisjordania de junio del 67, tienen que conciliarse, y para ello, Israel ha de entregarles a los palestinos territorios de los alrededores de Jerusal¨¦n y otros ocupados por los colonos jud¨ªos a cambio de zonas del sur de Israel. De esta manera, los palestinos sentir¨¢n que, al igual que los egipcios y jordanos, ellos tampoco han perdido ni un ¨¢pice de tierra, y los israel¨ªes podr¨¢n demostrar que el acuerdo de paz no les ha devuelto a las fronteras del 4 de junio.
- Jerusal¨¦n no debe ser dividida, como defienden los israel¨ªes, pero s¨ª ha de contar con expresiones de soberan¨ªa palestina que sirvan para mantener el profundo v¨ªnculo entre los palestinos y su antigua capital.
- En cuanto a la cuesti¨®n de los refugiados palestinos, hay que decir que los israel¨ªes se niegan a su regreso ya que la vuelta de estos millones de palestinos sumados al mill¨®n de ¨¢rabes israel¨ªes convertir¨ªa a Israel en claro Estado binacional con todas las tr¨¢gicas consecuencias que ello acarrear¨ªa. El regreso de los refugiados palestinos a Israel supondr¨ªa el final del Estado jud¨ªo. Por otra parte, la negativa de Israel implica que toda la di¨¢spora palestina nunca aceptar¨¢ el acuerdo que se firme. Aqu¨ª no es posible el intercambio de poblaci¨®n, y, por tanto, es necesario plantear una v¨ªa compleja que se compondr¨ªa de tres elementos:
a) En primer lugar, Israel ha de reconocer que en parte es responsable de este problema, al igual que los palestinos al promover una guerra en el 48 para rechazar el plan de partici¨®n de las Naciones Unidas, y, por supuesto, tambi¨¦n tienen parte de responsabilidad los pa¨ªses ¨¢rabes y la comunidad internacional que "congel¨®" el problema de los refugiados durante los ¨²ltimos cincuenta a?os. El reconocer que Israel tiene parte de responsabilidad se debe, sobre todo, a que durante los ¨²ltimos meses de la Guerra de Independencia, Israel expuls¨® a ciudadanos palestinos de su territorio; adem¨¢s, este reconocimiento es importante para el orgullo patri¨®tico de los palestinos y su forma de interpretar su propia historia.
b) Israel ha de aceptar que regrese un n¨²mero peque?o de refugiados para los casos de reunificaci¨®n de familias.
c) Se ha de crear un fondo econ¨®mico para indemnizar a los refugiados y ayudarles a establecerse, ya sea en el Estado palestino, ya sea fuera de ¨¦l. A este fondo ha de contribuir de forma generosa toda la comunidad internacional, incluidos los pa¨ªses ¨¢rabes. Esta participaci¨®n no se debe s¨®lo a motivos pol¨ªticos, sino que deriva de una obligaci¨®n moral que se remonta al a?o 48, pues desde entonces la comunidad internacional (y con ella los pa¨ªses ¨¢rabes) ha estado "congelando" el problema de los refugiados recluy¨¦ndolos en horribles campos y prolongando as¨ª durante generaciones su situaci¨®n de refugiados. Si ya desde el principio, hace 50 a?os, la comunidad internacional hubiera luchado por que estos refugiados se establecieran como ciudadanos, con todos sus derechos, en su patria (aunque no en su misma casa), habr¨ªa evitado la creaci¨®n de esta fuente de sufrimiento. Por tanto, no es s¨®lo una responsabilidad pol¨ªtica, sino tambi¨¦n moral, y es algo a lo que no puede ni debe negarse la comunidad internacional, pues cuenta con los recursos econ¨®micos suficientes para hacerlo.
Los palestinos amenazan con que, si no se llega a un acuerdo, se derramar¨¢ mucha sangre en Oriente Medio. Pero ayer, por televisi¨®n, un vendedor de fruta de Ramala dec¨ªa, en un ingl¨¦s fluido, que estaba terriblemente cansado de esta lucha: "No quedan fuerzas para luchar", repet¨ªa este palestino, y yo, entonces, s¨®lo quer¨ªa levantarme del sill¨®n de mi casa de Haifa y abrazarle. Estamos cansados. Todos lo estamos. Incluso estamos cansados de so?ar. Pero puede que precisamente este cansancio que entorpece los sentidos sea el mejor ¨¢nimo para alcanzar acuerdos.
Abraham B. Yehosh¨²a es escritor israel¨ª.
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