El tren de los escritores XAVIER MORET
He pasado casi todo el mes de junio y buena parte del de julio subido a un tren, el Expreso de la Literatura. No ha ido nada mal, la verdad, aunque me temo que se me ha quedado cara de locomotora y que se me han alargado los brazos de tanto arrastrar la maleta. Junto con un centenar de escritores de toda Europa, he recorrido m¨¢s de 7.000 kil¨®metros en seis semanas: de Lisboa a Berl¨ªn pasando por Espa?a, Francia, B¨¦lgica, Alemania, Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Rusia y Bielorusia. Ha sido, en resumen, un bonito paseo por Europa, pero tambi¨¦n uno de esos viajes en los que acabas intuyendo que si hoy es martes, esto es B¨¦lgica. O, si te levantas con resaca, que si hoy es Letonia esto es por lo menos un jueves.El objetivo del viaje, organizado por una instituci¨®n alemana, no era otro que celebrar la Europa unida del 2000 y fomentar el intercambio entre las distintas culturas europeas. Pues ya est¨¢: cumplido. Hemos hablado de Europa, hemos brindado por ella centenares de veces -con vino, vodka, whisky, cerveza y toda clase de brebajes- y hemos realizado abundantes intercambios. El funcionamiento de la cosa era m¨¢s o menos as¨ª: en la estaci¨®n de tren nos recib¨ªa una banda de m¨²sica, nos daban ramos de flores y nos soltaban discursos sobre "la excelente met¨¢fora de Europa que es el tren". Luego ven¨ªa la recepci¨®n en el Ayuntamiento, con m¨¢s discursos y m¨¢s elogios a la met¨¢fora en cuesti¨®n antes de abrir la veda de un buf¨¦ sobre el que se abalanzaban los escritores m¨¢s afamados (de fam; no de fama). A continuaci¨®n, anunci¨¢bamos por la ciudad, en m¨²ltiples debates y conferencias, la buena nueva de la literatura europea. Y despu¨¦s, vuelta al tren.
Hubo actos oficiales de empaque, como el de la sede del Parlamento Europeo o la recepci¨®n de los presidentes de Estonia y Lituania, pero si en algo fue rico el viaje fue en an¨¦cdotas al margen de la oficialidad. La vida en los vagones -se vio desde el primer d¨ªa- daba mucho de s¨ª. Y es que la velocidad lenta del tren propicia la conversaci¨®n, incluso entre gente tan rara como los escritores. Al principio fue inevitable la divisi¨®n entre grupos ling¨¹¨ªsticos afines, pero poco a poco las barreras fueron cayendo y en seguida se impuso el ingl¨¦s como lengua de relaci¨®n; un ingl¨¦s, todo hay que decirlo, corrompido con una amplia gama de vocablos extra?os comprensibles m¨¢s o menos para todos, excepto para los ingleses, que nos acusaban de "destrozar el ingl¨¦s".
Vayamos a las an¨¦cdotas: en el tren ha habido una boda, un nacimiento y, si la cosa no se arregla, varios divorcios en el horizonte. Normal, como la vida misma. La boda la protagoniz¨® la austriaca Sylvia Treudl, a quien a las alturas de Bruselas le dio un pronto, llam¨® a su novio de Viena y decidieron prepararlo todo para casarse en cuanto el tren llegara a San Petersburgo. Tuvieron que luchar contra la burocracia de vuelos, permisos y visados y acabaron fallando por poco: la boda no fue en San Petersburgo, sino en Mosc¨², con un centenar de escritores como testigos y con un "Vivan los novios" en m¨¢s de cuarenta idiomas. Entre los regalos no falt¨® un tren en miniatura, por supuesto.
La llegada de un beb¨¦ sorprendi¨® al escritor estonio Peeter Sauter cuando estaba en Alemania. Se lo tom¨® con calma: se fue a su pa¨ªs unos d¨ªas y cuando el tren pas¨® por all¨ª se incorpor¨® de nuevo al convoy. "Es mi quinto hijo", se justific¨®, "y un viaje as¨ª no se presenta todos los d¨ªas". Peeter, por cierto, se hizo famoso en Madrid, cuando los autores del tren a¨²n no nos conoc¨ªamos demasiado, al confundir a una prostituta con una escritora. "Cuando vi que yo le hablaba en ingl¨¦s y que ella me respond¨ªa en un castellano muy cerrado ya intu¨ª que algo no funcionaba", explic¨®, "pero cuando me pidi¨® 50 d¨®lares por continuar hablando mis dudas se intensificaron".
En el tren hab¨ªa autores de todos los pa¨ªses europeos, con s¨®lo tres excepciones: Noruega, Andorra y Ciudad del Vaticano. La ausencia del representante de este ¨²ltimo pa¨ªs fue muy sentida, ya que un escritor con sotana hubiera dado sin duda mucho juego. En los pasillos se o¨ªa una original m¨²sica de fondo hecha a base de fragmentos en armenio, alban¨¦s, azer¨ª, rumano, bieloruso, let¨®n, lituano, h¨²ngaro, finland¨¦s, dan¨¦s, estonio, etc¨¦tera.
De escribir en el tren, m¨¢s bien poco. El franc¨¦s Jacques Jouet era una de las escasas excepciones. Le dio por hacer un par de poemas diarios, incorporando en cada uno de ellos tres palabras en otro idioma elegidas por los distintos autores. La mayor¨ªa, sin embargo, justificaba su sequ¨ªa creadora por el cansancio del viaje, aunque hubo alg¨²n malvado que lanz¨® el bulo de que el aut¨¦ntico objetivo de los promotores del tren era retirarnos para siempre de la literatura. Durante unos d¨ªas, flot¨® incluso la hip¨®tesis de que el aut¨¦ntico destino del tren era Siberia. Brrrrr...
A la llegada a Berl¨ªn, nos esperaba una multitud enfervorizada, como si regres¨¢ramos de la conquista del Esverest, y una bater¨ªa de periodistas que nos preguntaban sobre las conclusiones del viaje. ?Conclusiones? Pues que vali¨® la pena, que ha sido un bonito viaje y con gente muy interesante. "No vale", zanj¨® un periodista; "queremos unas palabras sobre Europa". ?Europa? Pues que es muy grande. "Tampoco vale". No fue un di¨¢logo f¨¢cil. Y es que ¨¦ste es uno de esos viajes que necesitan un tiempo de reposo y de an¨¢lisis antes de arriesgarse a conclusiones. Si fu¨¦ramos pol¨ªticos, tendr¨ªamos preparada una frase rimbombante para la llegada, pero sabemos como escritores que las experiencias necesitan sedimentarse.
Dentro de un tiempo, seguro, este viaje europeo se ver¨¢ reflejado en m¨²ltiples libros. Mientras, sin embargo, los escritores del tren no podemos evitar sentirnos un tanto desconcertados con el regreso a "la vida normal" y seguimos "viajando" por e-mail, un medio fr¨ªo y r¨¢pido que no tiene nada que ver con el tren. Algunos, seg¨²n me escriben, a¨²n no se han repuesto de la ausencia del tren y siguen con la maleta al pie de la cama y yendo a la estaci¨®n cada d¨ªa para ver si pasa por fin el Expreso de la Literatura. Quiz¨¢ en el futuro a otro loco se le ocurra montar una aventura similar. Que sea pronto..., por favor.
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