Explosi¨®n de vitalidad
Homenaje a Miles Davis
Mark Isham The Silent Way Project plus Dave Liebman, Mulgrew Miller Quintet, Uri Caine The Mahler Project
Plaza de la Trinidad y Centro Kursaal, San Sebasti¨¢n. 24 de julio.
Una vez m¨¢s, los controladores a¨¦reos decidieron convertirse en protagonistas de la programaci¨®n de uno de nuestros festivales veraniegos. As¨ª, James Carter se qued¨® varado en el aeropuerto de Roma esperando el avi¨®n que deber¨ªa haberle llevado hasta San Sebasti¨¢n para completar la noche m¨¢s el¨¦ctrica del 35? Jazzaldia donostiarra. La decepci¨®n se intuy¨® en muchos rostros ya que Carter estaba anunciado con una banda de resonancias netamente ornettecolemanianas que promet¨ªa lo mejor.La direcci¨®n del Jazzaldia debi¨® sudar lo suyo para llenar un agujero as¨ª. Por suerte el pianista Mulgrew Miller actuaba esa noche en solitario en el Museo de San Telmo y una parte de su quinteto, anunciado para el d¨ªa siguiente, hab¨ªa llegado ya a la ciudad. S¨®lo fue necesario encontrarles un bater¨ªa, y la elecci¨®n recay¨® en Ralph Petterson, que durante todo el festival est¨¢ acompa?ando al ubicuo Uri Caine (esa misma noche ten¨ªan un concierto en tr¨ªo en el Kursaal y fue necesario desmontar la bater¨ªa mientras Miller ofrec¨ªa el pertinente bis para no llegar exageradamente tarde al siguiente compromiso). La soluci¨®n result¨® magn¨ªfica y la mayor¨ªa de los que acudieron a la Trinidad con ¨¢nimos eminentemente el¨¦ctricos y casi rockeros se dejaron llevar por la magia de un jazz m¨¢s tradicional pero igualmente r¨ªtmico y refrescante.
Abri¨® la noche el homenaje a la parcela m¨¢s el¨¦ctrica de Miles Davis que ha pertrechado el tambi¨¦n trompetista Mark Isham. Mucho ritmo, bastante contundencia sonora pero un contenido algo falto de sustancia. Isham se ha quedado en la c¨¢scara sin penetrar en el esp¨ªritu de Miles y el resultado es m¨¢s que un homenaje, una imitaci¨®n que s¨®lo se salvaba moment¨¢neamente con el magn¨ªfico Dave Liebman soplando desaforadamente en su saxo soprano para salvarse del naufragio. Tras o¨ªr el Silent way project de Mark Isham, la primera sensaci¨®n es la de estar ante un proyecto puramente mercantilista: invocar el nombre de los grandes profetas todav¨ªa surge su efecto comercial.Lo de Mulgrew Miller es totalmente diferente. Su quinteto guarda tambi¨¦n resonancias milesdavisianas (de la ¨¦poca preel¨¦ctrica, por supuesto), pero en el buen sentido: nada hay de invocaci¨®n banal ni de copia, sino de comuni¨®n espiritual. El pianismo de Miller es tranquilo, relajado y muy est¨¦tico: todo est¨¢ en su lugar y parece discurrir con extra?a naturalidad.
Por suerte en la Trinidad esa pl¨¢cida naturalidad carente de sorpresa se vio totalmente alterada por la presencia de Ralph Petterson. Volc¨¢nico e imprevisible como de costumbre, el bater¨ªa insufl¨® vida al quinteto y convirti¨® la actuaci¨®n en un verdadero concierto para bater¨ªa y cuarteto acompa?ante. Una explosi¨®n de vitalidad a la que Miller se apunt¨® con rapidez inusitada. Era la primera vez que tocaban juntos y pareci¨® que los hombres disfrutaron. El p¨²blico disfrut¨® y mucho. Los controladores a¨¦reos italianos provocaron, sin saberlo, una de las sorpresas m¨¢s agradables de estos d¨ªas de festival. A la salida ya nadie hablaba de la ausencia de James Carter.
Por la tarde, Ralph Petterson hab¨ªa dado otra lecci¨®n de bater¨ªa contempor¨¢nea guard¨¢ndole las espaldas a Uri Caine en su proyecto Mahler. Su visi¨®n de Mahler es m¨¢s t¨ªmida que la de Bach ofrecida la noche anterior y, tal vez por eso, m¨¢s unitaria, las transgresiones m¨¢s s¨®lidas y la irrupci¨®n de la m¨²sica jud¨ªa menos presente. Caine escribe, como casi todos los grandes del jazz tradicional, para sus solistas y se nota cuando el clarinetista Don Byron se lanza al vac¨ªo o Petterson se convierte en una locomotora r¨ªtmica.
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