Zapatero
La pol¨ªtica espa?ola tiene sus rarezas y no la menos notable es que los programas y las propuestas pr¨¢cticas no cuentan casi nada frente a la ideolog¨ªa y la personalidad del candidato. Una secular tradici¨®n religioso-militar debilita el voto ego¨ªsta (verdad ¨²ltima de la democracia) y robustece el voto de la fe y la sumisi¨®n a personalidades fuertes. Los partidos pos-comunistas y nacionalistas se nutren de creyentes. Los sumisos nutren a los partidos con jefes autoritarios y patriarcales. No es infrecuente que se den ambas cosas juntas.La aparici¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero, como la de Borrell hace unos a?os, no obedece a esta tradici¨®n espa?ola. Nadie sabe lo que en verdad cree el nuevo secretario general, ni qu¨¦ le diferencia de los otros candidatos, como no sea en cuestiones de detalle. Pero ha contado mucho todo aquello que ni es ni tiene. Es evidente que carece de una fuerte personalidad p¨²blica, y eso le ha dado ventaja sobre Bono. Tambi¨¦n pudimos adivinar que no era un ide¨®logo, ventaja grande frente a los guerristas. Por fin, no parec¨ªa ni nervioso ni vehemente, dos rasgos de la luchadora Rosa D¨ªez que han jugado en su contra.
En cierto modo, Zapatero aparece con una ausencia de caracteres que recuerda la absoluta inc¨®gnita que era Aznar cuando su partido lo puso sobre el sill¨®n de mando. Ni siquiera era f¨¢cil de caricaturizar. Que la ausencia de elementos heroicos y religiosos comience a tener peso en la pol¨ªtica espa?ola es muy buena se?al porque permite pensar en una futura votaci¨®n en la que cada cual mire por sus intereses reales, incluida la autocomplacencia. As¨ª podremos eliminar a ese tipo nefasto que es el pol¨ªtico moralista. Los jefes moralistas usan como reh¨¦n de sus chantajes a un pueblo de fantas¨ªa. Los pobres, los oprimidos, los nacionales o los colonizados se convierten en "pueblo" y dejan de ser elementos racionales del sistema. De ese modo, la injusticia que sufren, si la sufren, se perpet¨²a y los jefes morales pueden seguir eternamente en el poder. El d¨ªa en que dejemos de juzgar a los pol¨ªticos como si fueran militares liberadores, sacerdotes salvadores o padres protectores, a lo mejor acertamos a o¨ªr lo que dicen. Y entonces se ver¨¢n obligados a proponer algo. Tal es el caso de Rodr¨ªguez Zapatero.
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