Cipri¨¤ Ciscar
Cuando se cita a las "familias" que integran o desgarran el colectivo socialista valenciano no se menciona que la denominada ciscarista no se agota, como acontece con las dem¨¢s, en el cupo de militantes del PSPV que se identifica con el ex consejero de Cultura Cipri¨¤ Ciscar. Incluye -y sobre todo ha incluido- a muchos ciudadanos sensibilizados con el acontecer pol¨ªtico y que posiblemente jam¨¢s han votado dichas siglas. Para ¨¦stos, entre los que me inscribo, el mentado dirigente ha representado durante muchos a?os una alternativa brillante e imaginativa a la praxis pol¨ªtica tosca y declinante del intitulado lermismo.Su forzado destierro a Madrid y el tr¨¢nsito por la secretar¨ªa federal de Organizaci¨®n del PSOE apenas mellaron este cr¨¦dito entre sus leales y proclives, por m¨¢s que las labores propias del referido cargo suscitasen severas cr¨ªticas en el seno del partido y proyectasen un perfil inquietante e insospechado del l¨ªder presuntamente destinado a restaurar la hegemon¨ªa socialista en el predio valenciano. Al fin y al cabo, se pensaba, entre sus damnificados no figuraba el PSPV. Lo que dej¨® de ser verdad hasta que -sumariamente evocado- en julio de 1997 y en el VIII congreso del PSPV-PSOE Joan Romero se aup¨® a la secretar¨ªa general del partido. A partir de ese mismo instante se articula una feroz ofensiva para el acoso y derribo de la nueva direcci¨®n, inexplicable sin la tutela y aliento del responsable de Organizaci¨®n. Los episodios que se sucedieron abocan al fraccionamiento del PSPV en dos frentes: el ciscarista y sus adversarios, lo que es harto m¨¢s definitorio que cualquier otra etiqueta.
El desenlace algo m¨¢s que provisional de esa confrontaci¨®n con visos delirantes ha sido anticipado por el reciente congreso del PSOE, cuyo saldo m¨¢s elocuente debe verse en la identidad de los ganadores y de los vencidos, entre quienes Cipri¨¤ Ciscar ha quedado a nuestro entender tan herido como desarmado para afrontar la inevitable renovaci¨®n del partido. La frustr¨® en su momento al aniquilar la opci¨®n romerista y no ha sabido percibirla cuando ha llegado con Rodr¨ªguez Zapatero y su Nueva V¨ªa, desplaz¨¢ndolo a las tinieblas. Consumado el proceso, cuesta entender y m¨¢s a¨²n comprender la serie de torpezas y empecinamientos en que se ha enviscado un tipo tan l¨²cido y excepcionalmente dotado para la pol¨ªtica como el ex consejero.
La pregunta que sirve de corolario a esta reflexi¨®n es la siguiente: ?Debe Ciscar autodispensarse una generosa raci¨®n de ostracismo? O m¨¢s radical todav¨ªa: ?Habr¨ªa de instalarse definitivamente en la cornucopia que sin duda tiene reservada en la galer¨ªa de los notables? S¨®lo ¨¦l tiene la respuesta, si bien no han de faltarle animadores ¨¢ulicos -los Paniagua y compa?¨ªa- que le insten a intentar un ejercicio proteico para resucitar de sus propias cenizas. Prodigios semejantes se han visto por estos mismos lares. A sus 53 a?os y en plenitud de su talento ha de sentir la tentaci¨®n de echarle un pen¨²ltimo pulso al card¨²men de mediocres -con pocas excepciones- ante el que ha sucumbido. Pero resistir y de tan ag¨®nica manera puede resultar pat¨¦tico por expresivo de que el m¨¢s florentino de nuestros pol¨ªticos no se ha enterado del cambio que se ha producido.
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